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 sábado, 23 de octubre de 2004

La ganadería y el trabajo

Angel Girardi (*)

La actividad ganadera que desarrollamos de sol a sombra y de lunes a domingo, no tiene pausas ni posibilidades de quedos. Esto, lejos de amilanarnos, nos estimula a ser mejores y a superarnos cada día.

Evidentemente, para quienes comulgan esta religión no es ninguna novedad. Pero sí vemos que lo es para los que no profesan este credo. Por ello vayan algunas reflexiones no sólo para estos sino para todos los hombres de buena voluntad.

Nos asusta ver que muchas veces la prensa pone en sus titulares aumentos de precios y/o cotizaciones, que muchas veces más que intención de informar, tienen por objeto llamar a viejos fantasmas. Poco o nada se habla de la sequía, o mejor dicho, se suplica por medios radiales o televisivos, que el fin de semana no llueva.

Tampoco se escucha el efecto multiplicador y colonizador de nuestra ganadería. Donde hay una vaca, hay un hombre que la cuida, una familia que vive de su trabajo y un lugar donde habitar.

Esto lleva a la posibilidad o creación de múltiples oficios. No sólo está el puestero, también interviene el molinero, el alambrador, el aserradero donde se fabrican las mangas y tranqueras, entre otras cosas. Esta hacienda se traslada de un lugar a otro y ahí interviene el transportista. en las transacciones comerciales participan los consignatarios y mercados concentradores y ferias, siendo una fuente importante y genuina de trabajo.

Todo esto es el proceso primario, luego llega el turno de los frigoríficos, donde por más robots y/o máquinas sofisticadas que se inventen, no podrán reemplazar la mano de obra del hombre. Es mucho lo que da la vaca y toda su batería de posibilidades de inserción laboral, ya sea en el campo, en el frigorífico, industrial láctea, curtiembres, transportes y forrajicultura, laboratorios, etcétera. Es bueno y no debe asustarnos que a nuestro sector le vaya bien. Si le va bien moviliza el país y, si le va mal, se paraliza y el motor no no funciona. Apoyar al sector es hacer grande al país. Pero para ello hay que dejar de ser cortoplacista y apostar a mediano y largo plazo, con esfuerzo y trabajo. La gente quiere dignidad, y esta se da creando trabajo.

Argentina merece ser un país pujante . Para ello es vital educar a nuestros niños. Los maestros rurales que tienen en una misma aula a más de diez o veinte chicos de distintos niveles de instrucción deben hacer verdaderas proezas para subsistir y educar a los mismos. De ahí que en todo plan, y por suerte la ganadería tendrá uno pronto, es necesario tener presente la escuela y generar, crear y jerarquizar el oficio. Sólo así el campo argentino recuperará las dos generaciones que faltan: los hombres que se fueron y las vacas que no están.

(*) Presidente de Aprocaboa

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