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 miércoles, 06 de octubre de 2004

Editorial
Policía y derechos humanos

La historia del país en las últimas tres décadas ha quedado marcada a fuego por las funestas huellas de la violencia ejercida desde la esfera del Estado. Con la excusa, en su momento, de terminar con la guerrilla izquierdista -que aplicaba métodos sin duda indefendibles- se cometió un crimen mucho más atroz, cual es la instauración del terror como sistema. Y se lo hizo, justamente, por intermedio de las instituciones encargadas de reprimir el delito y proteger la seguridad de los ciudadanos. La nefasta consecuencia de esa política fue que las distintas policías nacionales terminaron por confundirse, en la conciencia de los argentinos, con aquello que deben enfrentar y erradicar, y la natural confianza que la gente debería sentir por sus integrantes se desnaturalizó hasta niveles insostenibles. Desde el retorno de la democracia se han realizado esfuerzos para revertir dicho estado de las cosas, pero sin dudas aún resta recorrer gran parte de tan espinoso camino. En tal sentido, se presenta como altamente valioso y significativo el evento denominado "Primeras jornadas nacionales para la seguridad, la democracia y el respeto a los derechos humanos como creación colectiva", que se realiza en Rosario y al cual asisten directores y cadetes de escuelas de policía de toda la República.

Organizado por la Asociación Internacional de Ciudades Educadoras, la Dirección de Institutos Policiales de Santa Fe, la Municipalidad de Rosario y la Escuela de Cadetes de Policía de la ciudad, el encuentro que concluye hoy se erige como un hito dentro de un terreno que lamentablemente ha sido hollado con escasa frecuencia. Y es que los hábitos autoritarios enquistados durante la dictadura militar -que tenían largas raíces en el pasado- y el virtual "bill" de indemnidad del cual gozaron durante mucho tiempo las fuerzas mal llamadas, por entonces, de seguridad, se enquistaron de modo profundo en sus hombres y provocaron auténticos estragos en la institución, a pesar de lo cual no pocos de sus miembros fueron capaces de preservar la integridad moral y sostener la eficiencia profesional. Pero igualmente corresponde proceder a una verdadera reeducación, dentro de los parámetros del estado de derecho y la institucionalidad vigentes.

Ciertamente que parte de la sociedad ameritaría ser objeto de un comportamiento semejante, porque a pesar de los veinte años transcurridos desde 1983 existen elementos ajenos al pensamiento democrático en la cultura media de la ciudadanía. Pero ese aprendizaje se está cumpliendo, y de ello puede dar cuenta la inexorable extinción de los discursos golpistas. Aunque la policía, en relación con estos aspectos, debe dar el ejemplo, y no constituirse en la exacerbación de los peores rasgos de la fisonomía de los argentinos.

A este objetivo apuntan encuentros como el que nos ocupa. Ojalá que se cumpla con el éxito que merece.

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