| miércoles, 28 de julio de 2004 | Reflexiones Bar temático vs. memoria colectiva Oscar Norberto Russo (*) La lectora Susana Cabal ha peticionado, en la edición del martes 13 de julio de La Capital, no ser privada del bar temático de Moreno y Córdoba, actualmente proyectado para el funcionamiento de un museo de la memoria que recuerde los trágicos y sangrientos años de la pasada dictadura militar. Sus reflexiones han traído a mi memoria aquellos trágicos momentos de nuestra historia, cuando eran moneda diaria y corriente, por parte de las fuerzas de seguridad, es decir del Estado, las muertes, los secuestros, las desapariciones de personas, inocentes o no, el latrocinio, las torturas y, entre otros horrores, la apropiación indebida de menores, algunos de ellos nacidos durante el cautiverio de sus madres... Recuerdo aún con horror el ulular de las sirenas de los móviles policiales y de las Fuerzas Armadas y el desplazamiento de los temibles y lamentablemente famosos "Falcon verdes", en medio de la noche rosarina, haciendo redadas, allanamientos o "traslados" de detenidos que al rato aparecían muertos en supuestos y fabricados "enfrentamientos" jamás investigados.
Sólo quienes han sufrido tales persecuciones -y están aún vivos para contarlas- o quienes hemos sido testigos inmovilizados por el terror de tantas atrocidades "oficiales" podemos dar fe de las profundas heridas dejadas por el perverso y asesino mecanismo orquestado por las fuerzas oficiales. Equivocan quienes tratan de balancear dicha brutal e ilegal represión, seguida en algunos casos por la comisión de otros delitos, por parte de los efectivos intervinientes (como robo de bienes, extorsiones, etcétera), con la acción de grupos subversivos violentos que cometieron crímenes injustificables.
Es que el Estado monopoliza el uso de la fuerza para garantizar la seguridad bajo la ineludible condición de actuar dentro de la ley. Solamente el correcto funcionamiento de las instituciones y de la ley vigente puede respaldar la utilización de la "fuerza" oficial. Una sociedad civilizada no puede subsistir sin el acatamiento estricto a dicha básica regla de convivencia. Y aunque sea esta una verdad de Perogrullo no debemos dejar de recordarla. De lo contrario el Estado, o mejor dicho quienes circunstancialmente lo conduzcan, se constituyen en delincuentes, con el agravante de cometer tales crímenes de lesa humanidad desde la función pública, utilizando los medios que el pueblo les ha confiado para el mantenimiento del orden jurídico. Y no se diga, como se nos ha querido hacer creer desde aquellos nefastos tiempos, que se trató de una "guerra" y que en ella "todo vale", pues tal afirmación constituye un verdadero sofisma...
No hay "guerra" posible entre un Estado soberano, reconocido internacionalmente como tal por el concierto de las naciones y regido por un orden preestablecido, y un grupo de subversivos que pretenden alterar el funcionamiento de las instituciones o tomar el poder mediante la fuerza. En tal caso sólo existe, repito, la posibilidad de actuar conforme a la ley, sancionando y observando mecanismos legales constitucionalmente admitidos para combatir el delito. Así lo hizo Italia, por ejemplo con las hoy desaparecidas Brigadas Rojas. Y en Italia, que se sepa, no se recurrió para ello a la tortura, ni al robo, ni a las desapariciones forzadas de personas, como métodos oficialmente programados y aplicados cotidianamente, tal como ocurrió en todo nuestro país.
Y si de evocar muertes inocentes se trata -como la sufrida por la pobre quiosquera que cita nuestra lectora, accidentalmente muerta en ocasión de producirse el atentado subversivo contra el general Sánchez- deben recordarse, por ejemplo, la de aquel bonachón y bohemio, maestro y procurador "Negro" Lescano, cuya arma más mortífera era su vieja máquina de escribir, o la del doctor Felipe Rodríguez Araya, cuyo máximo accionar subversivo consistía en hacernos soltar, con sus ocurrencias, alguna que otra carcajada; ambos encontrados acribillados a balazos y ferozmente mutilados en la autopista luego de haber sido "levantados" por las llamadas "fuerzas del orden" en medio de la noche.
Por tales breves razones fundadas en hechos notorios, con un propósito exclusivamente docente, sin que implique propiciar el rencor o fomentar el odio o divisiones entre los distintos sectores de nuestra sociedad, cabe aplaudir la iniiciativa de este museo, el cual sin duda alentará a las jóvenes o futuras generaciones a bregar porque "nunca más" se repita la señalada y nefasta historia.
Dos últimas reflexiones: los $3.000.000 que demandará la inversión de nuestro museo se verán plenamente justificados si con ello se llegara a evitar una sola muerte, un solo secuestro, o una sola sesión de tortura, o con un solo niño que se salve de ser privado de su identidad. Y que el "bar temático" jamás podrá tener "tema" más trascendente para la sociedad que el que seguramente tendrá el proyectado museo de la memoria.
(*) Ex presidente del Colegio
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