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 domingo, 25 de julio de 2004

Gualeguaychú: Ventana al pasado

Miguel Angel Mancini / La Capital

Apagadas las luces del carnaval que en verano dan a Gualeguaychú un reconocido prestigio, la ciudad entrerriana ofrece el atractivo de sus museos, que constituyen una verdadera y bien lograda ventana al pasado. Gualeguaychú tiene en cada rincón leyendas que se remontan a los tiempos en que se gestaba su fundación y sus personajes, hasta episodios vinculados con los inicios de la patria. Así podemos mencionar las casas que fueron escenarios de hechos trascendentes y de sus protagonistas, como la de los Haedo y la de los Lapalma, hoy preservadas como museos.

A lo largo del tiempo, desde que se formó una pequeña villa hasta el presente, desfilaron por el lugar figuras que alcanzaron notoriedad nacional, como Olegario Víctor Andrade y el alférez José María Sobral, o las incursiones del corso italiano Giuseppe Garibaldi, quien el 20 de septiembre de 1845 produjo el asalto y saqueo a la ciudad.


Solar de los Haedo
La casona de los Haedo (o Aedo) está ubicada en la zona céntrica, frente a la plaza principal y a pocos metros de la iglesia catedral. Su vida histórica se remonta a 1783 cuando fue uno de los 85 sitios que repartiera el comandante general Tomás Rocamora. La antigüedad de su edificación puede ser del 1800 o 1801, según la documentación encontrada.

La construcción es la primera de origen vernáculo, claro exponente del estilo colonial primitivo, edificada sobre la base de una arquitectura nacida de las posibilidades restringidas de la época, pero de gran autenticidad expresiva, como lo muestran todas las aberturas de madera que tienen huellas de las hachas empleadas a falta de una buena carpintería y los herrajes con marcas de mazazos.

Sus paredes son muy gruesas y están levantadas con ladrillos de barro crudo unidos con adobe. La ornamentación es con molduras lisas sólo curvadas en puertas y ventanas, con cornisas poco prominentes. La pintura es de color negro para los hierros y el verde para las puertas, ventanas y persianillas.

Según la tradición familiar se dice que el terreno perteneció a Agustín José de León, vecino fundador de la villa que ocupó el cargo de regidor decano en el primer cabildo de Gualeguaychú, el 18 de octubre de 1783, y trabajó doce años en las fraguas reales de Buenos Aires.

La propiedad fue comprada en agosto de 1832 por José Antonio Haedo, en 1.729 pesos con 24 reales. Rafael Haedo fue el último de la familia que la habitó hasta su muerte en 1986, manteniendo un estilo conservador que valoró lo heredado, tal como se puede apreciar en cada detalle del recinto que guarda la tradición que rodeó a este solar histórico de Gualeguaychú.


Azotea Lapalma
Otro atractivo que merece ser visitado relacionado con el pasado de la casa de los Haedo es la Azotea Lapalma, una propiedad histórica de la ciudad que fue adquirida por la Municipalidad a la última heredera, Margarita Lapalma Azquí, en 1978 para convertirla en museo.

La antigua mansión fue la señorial residencia de Francisco Lapalma, descendiente del doctor en medicina Juan de Lapalma (o de la Palma), quien fuera el primero en establecerse en Gualeguaychú junto a su esposa María Silveira Dutra, a comienzos del siglo XIX.

Sus muros encierran recuerdos de una familia unida por un perdurable destino de leyendas, donde las vidas de sus miembros se fueron enhebrando en historias de soledad, locura y muerte.

Su construcción data de 1830, cuando Francisco Lapalma, hombre de gran fortuna, la mandó a levantar en varias etapas a partir de una edificación más antigua. En septiembre de 1845 esta finca fue saqueada por las tropas de Garibaldi en su ataque a la villa en formación, pero fue defendida bravíamente por los vecinos.

El tiempo no ha podido borrar el pasado de esplendor cuando don Francisco, su esposa Martina Carmona y sus hijos recibían a huéspedes ilustres. Una larga historia de hombres valerosos y mujeres registra la dramática intimidad de esta casona, que tiene una sala con elementos recordatorios del alférez José María Sobral y el escritor Olegario Víctor Andrade.


Sobral, el hijo prodigio
José María Sobral nació en Gualeguaychú el 14 de abril de 1880, y sin duda fue el hijo prodigio de la ciudad. Las raíces de su familia se remontan a 1767, cuando se hizo el primer bautismo de Josefa Chávez en la Villa de San José de Gualeguaychú, 17 años antes de que Tomás de Rocamora oficializara la fundación de Gualeguaychú. A partir de entonces con los sucesivos matrimonios se gestó la familia de los Sobral.

La casa paterna de José María, que aún se conserva, está ubicada en las actuales calles San Martín, entre Pellegrini y Chile, y fue saqueada en 1845 por Giuseppe Garibaldi.

La trayectoria de Sobral lo pone como la figura más destacada del lugar. Fue el primer argentino en la Antártida, reconocido por la Sociedad Geográfica Internacional y le dio su nombre a un metal, además de ser el primer gualeguaychuense en llegar a Japón en un barco de la Armada Argentina, entre la larga lista de cargos y tareas que lo hicieron merecedor de una gran cantidad de condecoraciones y distinciones en todo el mundo.

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En la Azotea Lapalma funciona un museo.

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