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 domingo, 25 de julio de 2004

[Lecturas]
Diario de una travesía en busca del origen
Poesías. "Las encantadas", de Daniel Samoilovich. Tusquets, Barcelona, 2003

Irina Garbatzky

La canción que Alicia escuchó, casi al final de su viaje por el País de las Maravillas, es patética. La Tortuga Artificial, consciente de que su destino próximo era ser transformada en sopa, lloraba incansablemente una elegía próxima, y cantando y bailando le narraba a Alicia su ridiculez existencial: "querrás, querrías, querrás, querrías,/ querrás bailar también".

Ridículo como el lamento de una Tortuga y ridículo como el antiguo postulado que imaginó a una Tortuga compitiendo en una carrera de velocidad, "Las Encantadas" se abre con una propuesta ridícula: "un tipo se despierta en una pieza de hotel, estaba soñando con un viaje hecho a las Galápagos veinte años atrás, y quiere recuperar ese viaje; no volverlo a hacer, sino ir hacia atrás en el tiempo, cosa que, como sabemos, ni los dioses pueden hacer. El poema es la historia de ese intento condenado al fracaso; mientras ensaya distintas posibilidades -volverse a dormir para soñar, hablar y hacer hablar a los fantasmas del pasado, cantar, inducir el big crunch en que el universo empezaría a contraerse y la flecha del tiempo a andar para atrás- su búsqueda del pasado se confunde con la de Darwin, que a mediados del XIX visitó las Galápagos buscando las claves de otro pasado, el de la especie humana", refiere Daniel Samoilovich acerca del argumento de su libro.

Si algo abre la reminiscencia es la ridícula ambición de poseer nuestro pasado como la construcción límpida de una Historia, de un origen, que evolutivamente trazara una única línea de continuidad entre dicho pasado y nosotros. Si "Las Encantadas" consiste en el diario de un viaje imaginario, reconoce al mismo tiempo que no es menos imaginario el recuerdo o el registro de un viaje real ("Fotos/ de un desleído fijo azul, zul fijozul, yo mismo fijo, azul, con patas/ de rana/ y una máscara negra mutando a rana, a ridículo pez/ mamífero/ bajo las olas, a ridífijo mamículo azul en el mar, en el pasado/ zul, fijo zulridículo mutánculo bajo tres metros de agua y quince años/ de evéntulos") que no se sustentará en la crónica de los hechos ni en el lirismo del paisaje sino en el poder de concertar las notas sueltas, los bocetos, los juegos de palabras, las reflexiones filosóficas y las observaciones descriptivas como las piezas de un "juego ideal": sin reglas, sin ganadores ni reparto de premios, una carrera sin comienzo ni llegada, en donde el azar sea reinventado constantemente ("azar", dice el autor, "un dedo marcado por los árabes/ con una flor de azahar").

Un juego así, según Gilles Deleuze, sólo puede ser pensado, y además sólo puede ser pensado como sinsentido, pero sin embargo da cuenta de un modo de pensamiento, que junto al arte, permite trastornar la realidad, la moralidad del mundo. "La poesía no sentimental", dice Samoilovich, "no 'poética'; ir a buscar en la ciencia, en la reflexión más conceptual o la descripción más pura, en el collage, el sinsentido o donde demonios sea la posibilidad de tomar la poesía por asalto sin pasar por las horcas caudinas de lo convencionalmente poético".

A diferencia de sus poemarios anteriores, "Las Encantadas" es un poema largo, un "libro que condensa más de dos mil versos organizados en unos cien fragmentos, muchos de ellos variaciones de otros", para el cual el autor trabajó con los cuadernos de apuntes y escritos de Darwin, su diario "Viaje de un Naturalista alrededor del Globo a bordo del H.S.M. Beagle" y diversas citas de otros autores.

El diario de viaje construye un imaginario del paisaje, lo vuelve imagen, se vuelve colección de imágenes. Una cita de Melville al comienzo del libro advierte sobre esta condición imaginaria -esta facultad de crear a partir de las imágenes: "Tomad unos veinticinco montones de carbonilla diseminados aquí y allá, luego imaginaos que algunos de ellos se han agrandado hasta alcanzar el tamaño de una montaña, después imaginad que el descampado es el mar y todo ello os dará una idea del aspecto general de las islas Encantadas". El epígrafe es significativo en tanto que todo observador es incapaz de asir lo que observa, ya sea del presente o del pasado: "son moretones, sombras, islas,/ unas manchas en las que el sujeto/ ve lo que se le canta, revelando/ más que algo acerca de esas formas, el retrato-robot de sus demonios".

Si el viaje por la poesía o la poesía del viaje hacen emerger siempre elementos diversos, sugerentes, objetos que aluden o parecen otros ("el viaje es el mero/ acontecer de una potencia", dice el autor en un poema anterior: "El engaño"), el libro está dispuesto a dar cuenta de estas movilidades, semejando aquella danza que bailaba Alicia junto a la Tortuga: "No parece, parece, no parece/ parece, no parece, bocas rojas,/ círculos, anos, bocas imperfectas,/ escoria roja".

Arenas, sombras, lagartos, oleajes, construyen una poesía que más que texto-mapa conforma una "foto berreta": "un palimpsesto, una superficie alterada por inscripciones, blancos, pisadas superpuestas, sueños", y que retoma algunos cauces de poemarios anteriores, como la tendencia al objetivismo y al vínculo con la pintura; el paisaje subordinado a la construcción del poema y establecido como soporte para la potenciación de evocaciones y la utilización del sonido como materialidad del verso, como continuidad musical sorprendida de sí misma en sus inventos lingüísticos, como se sorprende el jugador aventurado que avanza por las casillas sin futuro cierto: "Lagartos// no más ver su cabé zanchicorta/ y susgá rasdigual hongitud/ Mis Terbé lauguró que susábitos/ tenían muy keserpar ticulares".

¿Sería ridículo preguntar cuál será el hallazgo de semejante travesía? Tanto Darwin como el poema preguntan por la misma cosa: cuál es el origen, insisten, del infortunio que sufrió aquel que se internó en la búsqueda infructuosa del Origen, aquella nebulosa donde sólo hubo "mutaciones, una suerte de traición a la propia especie". ¿La propia especie? "...el que creyó ser guijarro/ o arcilla o triángulo o sueño/ ahora se cree un mono. Nos reiremos mucho/ a la vuelta de los siglos de esta nueva/ religión y su simiesco padre".

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