| domingo, 25 de julio de 2004 | Ansiedad Julio Villalonga (*) Puede que con el paso del tiempo, en las próximas semanas, se termine por saber qué fue exactamente lo que sucedió en el "affaire" de los casetes. Si se trató de una "cama" contra el ministro de Justicia, Gustavo Beliz, si fue una "gaffe" de la cúpula de la Side, un embrollo producto de la interna entre la Policía Federal y el servicio secreto, o una combinación de algunas de estas o de otras alternativas. Lo absolutamente cierto es que la sensación de incertidumbre que dejó el papelón probablemente se convierta en una mochila que acompañe al gobierno durante bastante tiempo.
La decisión de los representantes de parte de la comunidad judía de salvar su ropa, en lugar de tenderle una mano al presidente, dejó en claro que la negativa a admitir con rapidez el error -sea de Kirchner, sea de uno de sus colaboradores más cercanos- fue a su vez una decisión equivocada, y que lo sumió al gobierno en una nueva crisis, la que se suma a las desatadas en cadena desde el 24 de marzo de este año. Kirchner es un presidente novel que todos los días, por el método de prueba y error, como hacen los padres, intenta aprender el difícil oficio de gobernar.
Sin que el incidente de los casetes sea menor, porque se relaciona con el mayor atentado terrorista en la historia de nuestro país, habrá que acordar que el presidente cometió un pecado por la propia presión que se impuso para resolver un tema del pasado en el que no tuvo ni participación ni responsabilidad. Lo peor, para él, es que fue dejado en ridículo y se sabe que en política hay retorno casi de cualquier situación, salvo del bochorno.
En suma, el presidente es responsable, en el peor de los casos, de un exceso de ansiedad en la búsqueda de algún logro que le permita mostrar ejecutividad, acción en el ejercicio del poder. El problema de los casetes no es una anécdota más por esto que por otra cosa: desnuda una suerte de desesperación por mostrar que está sobre el caballo y que lo domina, lo que abre todavía más interrogantes que certezas.
Igualmente, Kirchner deberá ahora desandar el camino para salir de la imagen de inexperto y apresurado -cualquiera sea el modo en que sucedieron las cosas- en que lo dejó el fallido anuncio del hallazgo de las cintas. En paralelo, varias de sus principales espadas deberán analizar profundamente lo ocurrido. Si lo hacen con honestidad, rápidamente llegarán a la conclusión a la que arribó Abraham Lincoln, un presidente de Estados Unidos que está siendo muy citado últimamente. Dijo Lincoln: "Hay momentos en la vida de todo político en que lo mejor que puede hacer es no despegar los labios".
(*)Director periodístico de la revista Poder enviar nota por e-mail | | |