Para beber

Mezcla seductora

Gabriela Gasparini

El vino nos invade, o podríamos decir nos bombardean con vino. Cualquiera sea el tema que se toque en charlas, programas televisivos, radiales, diarios o revistas parece insoslayable la referencia, de alguna u otra manera, a la noble bebida que ha adquirido carácter casi estelar. Aun autores que en sus obras anteriores hacían una referencia circunstancial, como mero acompañante de refinados platos preparados por personajes exquisitos, ahora a lo largo de sus textos vuelven, una y otra vez, a describir concienzudamente diferentes estilos y cosechas destacadas dándole un papel, si no preponderante, por lo menos distinguido.

Así, un asesino serial de origen francés cuyo apellido resulta llamativamente parecido al de un conocido champagne, de hecho le sobran dos letras, le relata a una doctora a quien tiempo atrás intentó matar y que resultó su gran fracaso, pero que presume será su futura víctima: "Te vi quitarte la ropa. Te vi desnuda. Qué alegría, como un buen vino. Entonces eras un borgoña, redonda y firme, complicada y para emborracharse, no para sorber. Ahora eres un burdeos, porque cuando hablas eres más fuerte, ¿sabes? No creo que físicamente. Para saberlo tendría que verte desnuda. Un vino tinto, por supuesto..."

Y yo en esta mañana soleada que no parece invierno, ya un poco agotada de que poetas, cantores y pintores nos visualicen como guitarras y otras tantas cosas, y tomando esto de ser comparadas con buenos tintos que en cierta forma no deja de ser halagador (aunque más no sea por boca de un homicida) como imagen pero a la inversa me voy a despachar con un caldo argentino. Hace poco tuve la oportunidad de probar el primer vino premium sanjuanino, un Mora Negra: 70% Malbec, 30% Bonarda.

Siempre pensamos que San Juan se dedica sólo a la elaboración de los llamados "vinos de mesa o comunes" y no es así, es sorprendente la calidad que han alcanzando muchos de sus píos. Dicho esto, retornemos al que nos convoca. Qué podría decir si no que es un típico exponente latino, por un lado francés por el otro italiano, la traza inmigrante que se afincó en estas tierras y dio sus mejores frutos, que cristalizó en la estampa de un verdadero morocho argentino, para ser más precisa.

Con esa seductora mezcla de alguien bien plantado, con presencia y que aunque al primer vistazo deslumbra, todavía guarda en su interior los mejores secretos para la boca que es donde está lo más intenso de sus orígenes, esa incomparable labia vernácula, que le dicen.

Dos cepas de las que ya hemos hablado, la Malbec que ha sido levantada como bandera por la industria argentina porque ciertamente sus cualidades sobresalen dentro del panorama mundial, y ofrece mejores alternativas que en su tierra de origen, donde se utiliza fundamentalmente para suavizar tintos donde predomina la Cabernet Sauvignon, por un lado.

Por el otro, la Bonarda, una italiana que hasta hace un tiempo se usaba para elaborar vinos de escasa calidad, hasta que decidieron vinificarla con los cuidados que se observan para las cepas de las ligas mayores, y a decir verdad cuando el trabajo está bien hecho no tiene nada que envidiarle a ninguna, y cuenta con la ventaja de que hay mucho que descubrir en ella.

Si bien humilde el simulacro, queda claro que los varoncitos también pueden ser utilizados para describir cualquier elemento que se nos antoje, claro que hay que disculparles que sus curvas no descubran la sensualidad de las nuestras, porque obviamente nunca será lo mismo una maja que un majo desnudo, ni si quiera el David (que bien podría decirse que es un prototipo que tiene lo suyo) más ahora que está recién bañadito. Ahora, que sigan tirando con vino, nomás.