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 domingo, 25 de enero de 2004

Rosario desconocida
Memorias de Lunático y Gardel

José Mario Bonacci (*)

Si bien el barrio nació como pueblo independiente y luego fue absorbido por el desarrollo urbano de la gran ciudad vecina pasando a ser un lugar más de la misma, conserva sin embargo en su memoria colectiva y física, algunas presencias y hechos que hicieron a su idiosincracia primera y continúan vigentes en la geografía que le es propia. Aunque tan sólo por menos de cien metros al sur del territorio fundacional, en 1926 se planeó instalar un hipódromo, idea que fue dejada de lado. En mitad de los años 30, y ocupando la antigua quinta Arocena que limitaba al sur con el Camino de las Carretas (hoy prolongación de calle Urquiza), bulevar Wilde al este, y el arroyo Ludueña al oeste, brota en cambio el Country Club.

Allí se atesora una joya de la arquitectura racionalista, cual es su edificio central destinado a actividades sociales y de recreación. Es una obra que enaltece al estilo, salida de la invención de los arquitectos Sánchez, Lagos y de la Torre, autores también del primer rascacielos con estructura de hormigón en América del Sur: el edificio Cavanagh de Buenos Aires. Esto significa que se trataba de profesionales de primer nivel a escala internacional, incluidos en los lineamientos racionalistas que con anticipación habían trazado en Europa Walter Gropius, Le Corbusier, Mies van der Rohe, Erich Mendelson y tantos otros. El Country de Rosario, integra hoy con total solvencia un lugar destacado en el patrimonio arquitectónico local.

En 1926, se sumó bajo la denominación de Nueva Fisherton la urbanización comprendida entre Wilde y Estados Unidos, con límite norte sobre vías del FF.CC. (Fisherton histórico) y sur sobre Eva Perón (Córdoba) vereda norte. Su extensión abarca hasta calle Benegas al sur, más la recuperación de antiguas residencias convertidas en centros comerciales o de recreación como lo es Villa Margarita, una de las pioneras. Esto en lo referido a la expansión hacia el este y sur. En cuanto al oeste, el Rosario Golf Club lo rebasa tras el arroyo, pero es indudable que también pertenece a Fisherton.

Por la década del 60, en avenida Brassey al 7900, podía disfrutarse de Sayonara, coqueto sitio ambientado para gozar de la buena mesa y del baile, con jardines exteriores que permitían la ilusión de estar soñando con un rincón japones.

Pero existe un sitio de especial nostalgia, que involucra a uno de los mayores mitos nacionales. William Christie plantó una de las residencias más impactantes en bulevar Argentino entre Tarragona y Gonzalez del Solar, vereda norte, siendo además el dueño del Haras Ascot, donde trabajaba Alberto Sezyland, nieto de ingleses y habitante del barrio. El era el encargado de cuidar a "Lunático", el caballo de Carlos Gardel.

En 1985, se cumplía medio siglo de su muerte y estando a cargo del Museo de la Ciudad, Rafael Ielpi, sugirió estudiar la posibilidad de una muestra en su honor. Ielpi nunca imponía en forma terminante, y nos permitió entusiasmarnos en la búsqueda del material a conseguir.

Así fue como en casa del escultor Reynaldo Baduna, autor del monumento a Gardel hoy ubicado en Córdoba y Vera Mujica, entrevistamos a Sezyland, que trazó una cálida semblanza de aquellos tiempos.

"Yo atendía a Lunático, que era traído a Rosario para ser cruzado con yeguas pensionistas del haras. Debía vigilar su alimento junto a otros pingos, higienizarlo, pasearlo diariamente y demás tareas del ambiente. Gardel llegaba cada tanto y nunca lo hacía sólo. Fisherton estaba totalmente separado de la ciudad por una extensión de verdadero campo. Una nube de polvo a lo lejos anunciaba una comitiva de tres o cuatro autos que lo acompañaban. Era un hombre muy simpático y nunca transcurría la tranquera sin detenerse a charlar con la peonada en el momento del descanso. A la sombra de un gran eucaliptus lo rodeamos muchas veces (el eucaliptus sobrevive aún hoy en Tarragona entre Brassey y French). Guardo como un tesoro un peine de hueso con el que peinaba a Lunático. Me puse muy triste cuando Gardel murió. Luego el haras cerró y yo, en silencio, me quedé con el peine, sabiendo que no hacía nada malo, ya que valía poca plata. Carlitos visitaba el haras y era recibido en el chalet de Christie para almorzar o tomar una copa. En ese entonces, el chalet estaba conectado en el fondo a través de los jardines que dan al contrafrente de bulevar Argentino, hasta alcanzar la tranquera junto al eucaliptus...".

La noche de inauguración de la muestra, en una de cuyas vitrinas se exhibía el peine de hueso, Sezyland debía llegar como invitado especial. Sin embargo la fiesta debió comenzar sin él, mientras resonaba su voz grabada en la entrevista que le realizamos. Al día siguiente, supimos que una indisposición había causado su muerte.

Seguramente la historia y el anecdotario popular seguirán atesorando datos y recuerdos como los que hemos descripto. Vendrán otros años, en el barrio seguirán viviendo los descendientes de los primeros habitantes o llegarán nuevos hombres y mujeres a construir su vida en los límites de la ciudad, cada vez más difusos. Y aun así, no faltarán quienes más allá de la vida cotidiana y de los cambios del progreso, continúen alimentando la polémica, en la convicción de que Fisherton renace todos los días desde hace 114 años, "al norte de las vías".

(*) Arquitecto

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Eucaliptus ilustre. Gardel se reunía con los peones a la sombra del árbol de calle Tarragona.

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