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 domingo, 25 de enero de 2004

Lecturas. La obra ganadora del Premio Planeta
"Crímenes imperceptibles" para renovar el policial

Carlos Roberto Morán / La Capital

"Escribí la novela a mi regreso de Inglaterra. Me gustó pensar en la novela como una forma de recuperar ese lugar tan interesante, tan distinto", cuenta Guillermo Martínez sobre "Crímenes imperceptibles", su inteligente ficción en la que recrea el policial clásico y con la que ganó recientemente el Premio Planeta de Argentina.

El lugar, el espacio elegido, es Oxford, con su prestigio y sus mitos, al que llega un becario argentino, quien narra: "Yo tenía veintidós años, una edad en la que casi todo es todavía disculpable: acababa de graduarme como matemático en la Universidad de Buenos Aires y viajaba a Oxford con una beca para una estadía de un año, con el propósito secreto de inclinarme hacia la Lógica". Pero otros van a ser los acontecimientos que ocurrirán de los que será él, extranjero, impensado testigo, porque a poco de llegar se producirá el primero de los "crímenes imperceptibles" de los que habla la novela.

En efecto, apenas instalado en una habitación que le alquila una vieja dama inglesa, ésta aparece muerta en circunstancias extrañas. Se trata de un crimen evidente (la mujer, Mrs. Eagleton, ha perdido mucha sangre) que se enlaza con un símbolo, el círculo, aparecido en un mensaje recibido por el matemático escocés Arthur Seldom, admirado por el joven becario.

Al círculo le seguirá la figura del pez, a éste el triángulo y por fin aparecerá el tetrakys, la pirámide de diez puntas. Y con cada uno de ellos sobrevendrá un (¿presunto?, ¿real?) nuevo crimen. Cada uno de los símbolos estará dibujado en mensajes herméticos que policías y distintos personajes de la historia interpretan que han sido hechos por un asesino serial que al parecer busca desafiar a Seldom.

La presencia de lo matemático tiñe premeditadamente a la novela. Al respecto, Martínez explicó que su propósito fue "que la forma de analizar los hechos estuviera penetrada por la práctica matemática y que el modo de ver representara algo nuevo con respecto a esa otra serie cuyos términos más obvios son Dupin, Holmes, Poirot".

Vale decir que estamos ante una ficción que va más allá de los parámetros del género. En efecto, hay en el texto un persistente clima de elusividad, la constante de no hacer pie que lleva a la permanente confusión. En tanto, ante los crímenes que se van sucediendo (y a la necesidad de anticiparse al siguiente), la policía busca una respuesta rápida y efectiva, sencilla -digamos-, mientras Seldom y el argentino se inclinan por una resolución más compleja, propia de una visión "matemática", esto es no lineal, de la propia existencia.

Así, a escala, para lo "macroscópico", hay lugar para la demostración o la refutación, "pero -reflexiona Seldom siguiendo a Gödel- si su escritura requiere una escala distinta, entonces corre el peligro de pertenecer a ese mundo sumergido, infinitesimal, pero latente en todos lados, de lo que no es demostrable ni refutable". Es allí, sugiere Martínez, donde lo imperceptible se hace presente, donde lo ambiguo se impone con su labilidad esencial.

Los crímenes, como se dijo, van sucediéndose, las incógnitas también. Se trata de ancianos que mueren en circunstancias extrañas pero, a diferencia de lo que le ocurrió a la casera inglesa, las muertes que le siguen (un anciano en un hospital, otro anciano que ejecuta el triángulo en una orquesta) pueden ser crímenes o simples productos de la casualidad. Es así que lo elusivo se impone hasta el momento en que un colectivo cargado de chicos enfermos se precipita en el río y un mensaje parece aclarar la totalidad de la historia.

Pero, claro está, nos encontramos sumergidos en un policial de raíz inglesa -con el añadido de una evidente y muy premeditada atmósfera jamesiana- que tendrá su correspondiente vuelta de tuerca y una explicación última develatoria de toda la trama que dirá que más allá de las fórmulas matemáticas y de las especulaciones intelectuales persiste la vida. Y con ella los sentimientos. Y con ella la pasión.

Martínez es autor de cinco libros, dos de cuentos ("La jungla de las bestias" e "Infierno grande") y tres novelas: "Acerca de Roderer", "La mujer del maestro" y la ahora comentada, todos los cuales son inteligentes y complejos ejercicios de escritura, inquietantes además, muestras contundentes de una original voz que se impone en la muchas veces átona literatura nacional.

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Martínez escribe en la tradición del policial clásico.

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