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 domingo, 25 de enero de 2004

Perspectivas
Un corresponsal con poco tiempo
El escritor peruano no alcanza profundidad en su interpretación del conflicto de medio oriente

Leonardo Graciarena / La Capital

Doce días en Irak le bastaron al novelista peruano Mario Vargas Llosa para cambiar su visión de las cosas. Modificar su mirada sobre esta nueva guerra de liberación encabezada otra vez por una coalición anglo-estadounidense en Medio Oriente. Así el ex candidato presidencial, quien recientemente se autodefinió como "un liberal que desconfía del poder", pasó de condenar una guerra nacida huérfana del reconocimiento de Naciones Unidas a pensar que esta "es el mal menor" para un país que convivió con Saddam Hussein por casi treinta años. De este vertiginoso recorrido por las entrañas de un país que aún no logró descifrar cuáles de sus heridas las provocó la dictadura saddamista, "una de las más crueles, corruptas y vesánicas de la historia", y cuales la guerra encabezada por EEUU, nació su último libro, "Diario de Irak". Una serie de crónicas que el padre de "La ciudad y los perros" (1962) publicó básicamente en la sección "Piedra de Toque" del diario madrileño El País y en otros periódicos de habla hispana. Un diario de posguerra que cuenta con el invalorable aporte de las fotografías de la hija de Vargas Llosa, Morgana, que le ofrecen al lector la chance de cerrar el circulo mental de un mundo desconocido para los occidentales.

"Entre el 25 de junio y el 6 de julio de 2003", tal cual lo aclara desde el prefacio titulado "el mal menor", con un puñado de dólares en los bolsillos, su libreta de anotaciones y su hija fotógrafa de 29 años, Mario Vargas Llosa se adentró en un país desgarrado por tres guerras en menos de 25 años. Así recorrió los distintos grados de destrucción que la guerra le heredó a Bagdad (esa especie de Barcelona de Medio Oriente), Tikrit (el feudo de Saddam Hussein), y Najaf y Kerbala, las ciudades santas para los shiítas. Y allí buscó comprobar "si los argumentos para condenar la intervención militar seguían siendo tan persuasivos, como cuando razoné en abstracto", según expresa el escritor antes de desandar las crónicas de su viaje.

Así habló con líderes religiosos, periodistas, funcionarios de organismos internacionales, comerciantes, estudiantes, agentes de inteligencia y ex militares. Sobre el terreno observó la dinámica del caos en un país donde todo vale y que Vargas Llosa califica como una sociedad en "libertad salvaje". La dureza del medio está reflejada en que por lo menos tres de sus entrevistados -el ayatolá Mohammed Bakr al Hakim, el enviado especial de la ONU, Sergio Vieira de Mello y el máximo referente de la inteligencia española en Irak, Manuel Martín Oar- murieron en los meses subsiguientes de la posguerra mientras "Diario de Irak" estaba en imprenta.

La entrevista, esa búsqueda del por qué de las cosas para poder comprender, es la vedette de "Diario de Irak". Vargas Llosa va buscando, de la mano de los iraquíes que se le presentan a su paso, el sustento para comprobar su prejuicio sobre la guerra encabezada por los halcones de la Casa Blanca. ¿Alguien puede discutir la clara belleza de la narración del novelista peruano?

"Aconsejado por amigos de Bagdad, he pedido a Morgana y su amiga Marta, que no intenten entrar a la mezquita del príncipe Alí y me esperen en la plaza de Najaf, recorriendo el abigarrado mercado que la circunda. Pero nunca he tenido la menor autoridad con mi hija, de manera que ella y su amiga, embutidas en unas abayas (túnicas y velos negros que cubren a las mujeres de píes a cabeza) que les prestaron y con sus caras de extranjeras que no engañan a nadie, se metieron a la mezquita ¡haciéndose pasar por mujeres afganas! Y Morgana se puso a sacar fotografías. Un exaltado creyente se le acercó y le lanzó un manotazo a la cara, que la cámara fotográfica atajó. El guardaespaldas que la acompañaba se llevó las manos a la cabeza, indignado con esa manifestación de oscurantismo. Varias personas del entorno contuvieron y apartaron al agresor. Marta tuvo más suerte: en vez de una agresión, recibió, en inglés, una propuesta de matrimonio, que declinó", cuenta quien pudo ser presidente de Perú en 1990 pero cayó en el ballottage contra Alberto Fujimori.

"Diario de Irak" se hace fuerte al describir las postales de la vida diaria en un país donde la existencia cotiza poco y a veces nada. Pero a esta recopilación de artículos le falta un anclaje político. Vargas Llosa desde la "Piedra de Toque" del diario El País de Madrid arribó a la categoría del pensador mediatizado que puede escribir una columna sobre el acontecimiento más relevante de la semana, sea cual sea. Y muchas veces, con contextos tan complejos de explicar como de entender como los conflictos de Medio Oriente, termina faltándole una pata a la silla: la del análisis político.

Para un lector desprevenido o carente de los recursos económicos o de tiempo para acceder a las toneladas de análisis que se generan periódicamente sobre este tipo de conflictos, quizás Saddam Hussein sólo quede circunscripto a la categoría de "dictador sanguinario, maligno y opresor". Algo que es. Pero el análisis político permitirá ver que detrás de la bestia, existieron cinco administraciones estadounidenses que mantuvieron al dictador en su lugar y lo midieron con las amenazas regionales de los tiempos de la Guerra Fría. Y para ello lo nutrieron de lo necesario para desarrollar las armas de destrucción masiva que hoy se buscan, pero no se encuentran.

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Vargas Llosa dice que cambió de opinión en el término de doce días.

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