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 domingo, 25 de enero de 2004

Las dos caras de Santa Fe

Mauricio Maronna / La Capital

Los resultados de la reunión de Néstor Kirchner con Jorge Obeid generaron en ciertos dirigentes una inédita catarata de versiones e intentos (fallidos) de operar a algunos periodistas. ¿La causa? El estado real de la relación entre el presidente y el gobernador, a la que consideran "en crisis".

La segunda suspensión del viaje del jefe del Estado a Rafaela fue utilizada como un ejemplo para que la retahíla pudiera ser vendida con algún grado de verosimilitud. En verdad, los vínculos entre el santacruceño y el jefe de la Casa Gris están en el mismo punto de siempre: ni caminan abrazados a un rencor ni van juntos de la mano. Por algo, desde el kirchnerismo se puso más de una ficha a Hermes Binner en la campaña proselitista.

Todos los presidentes justicialistas, desde el 89 hasta la fecha, soñaron con dejar atrás a Juan Domingo Perón y convertirse en versiones mejoradas del general. Y Kirchner no es la excepción.

A la hora de repasar las encuestas que reflejan su fulgurante ascenso entre los independientes, el presidente toma conciencia de que ciertas capas dirigenciales del peronismo ya no le son funcionales como cuando tuvo que llegar al ballottage subido al aparato del duhaldismo.

El jefe del Estado deja hacer a la constelación satelital que serpentea en derredor de su figura instándolo a poner en práctica la meneada "transversalidad", pero sabe a la perfección que para no sufrir sobresaltos de aquí al 2005 no puede dejar de palmear las espaldas a los despechados barones del conurbano, quienes contemplan incrédulos como su jefe político, Eduardo Duhalde, bien lejos está de ser el caballo de Troya que los cobije hasta el punto de chocar con el hiperkinético mandatario.

"Hacer campaña por Kirchner es como caminar con un perro muerto", se rebeló el intendente menemista de 3 de Febrero, Hugo Curto, cuando el bonaerense ungió al sureño como su delfín. Se trataba del mismo Hugo Curto que esta semana parecía emocionarse hasta las lágrimas con el discurso nacionalista (con ciertos ribetes demagógicos) del mismo Kirchner, con quien compartía el palco, e instaba a "vivir con la escarapela y la bandera argentina en el corazón".

Un conocedor al dedillo de los pliegues del peronismo le hizo a La Capital un diagnóstico revelador. "No es que el Lupín maltrate a Obeid, a (José Manuel) De la Sota o a Felipe (Solá). Mi amigo, el hombre construye poder sólo para él; sus ministros son ramitas que se pueden caer ante el primer vientito y toda la arquitectura política que hace tiene objetivos de máxima: arrasar en las legislativas del 2005 (cuando sea el gran elector) y llegar a la reelección sin tener que estar prendido de ningún barrilete bonaerense", suelta el informante.

"¿Sabe qué me dijo Duhalde hace muy poco tiempo: «Kirchner aprendió todas las mañas del peronismo... Con éste se equivocaron todos. Yo también»", agrega otra fuente.

Con el PJ convertido en un sello (nacionalmente, en Santa Fe y en el resto de las provincias) y con la oposición muda, Kirchner disfruta del crecimiento macroeconómico, del milagro sojero y de la concepción genéticamente camaleónica del peronismo, donde no hay mejor máxima que aquella que reza: "A rey muerto, rey puesto".

"Deberías dejar de hablar tanto de Perón, eso ya no le importa a casi nadie. Cambiá el discurso, suena muy a viejo", le dijo el presidente hace poco tiempo al gobernador de una de las provincias más importantes.

Volviendo a Santa Fe, Obeid parece estar gobernando con las pulsaciones a mil, a veces desgastándose en responder chicanas provenientes de quienes ¿no saben? lo que quieren pero lo quieren ya. ¿No sería razonable que la vicegobernadora María Eugenia Bielsa pueda tener algún mínimo juego propio teniendo en cuenta su aureola intelectual y su cuota de aire nuevo entre el desfiladero de dirigentes jóvenes pero con tufillo y conductas de la vieja política?

El desafío del gobernador es hacer notar que no todas son malas noticias en la bota santafesina, atravesada por dos realidades contrapuestas, como el yin y el yang: el espeso clima social de la capital de la provincia, regada de piquetes, cortes de ruta y reclamos de los agentes estatales; y el renacimiento de las zonas agropecuarias que parecería demarcar un horizonte promisorio para la provincia.

Obeid se entretuvo demasiado con el culebrón de los jueces comunales y el dinero que le dejó o no le dejó en caja Carlos Reutemann (¿no existe un sobre lacrado y presentado ante escribano público que explica la realidad?). Tampoco se entiende por qué gastó sus cuerdas vocales y puso en práctica cierta ampulosidad en diferenciarse del Lole. Si la única verdad es la realidad, Reutemann es hoy por hoy el dirigente que la sociedad santafesina prefiere. Sus 800 mil votos son el resultado de cuatro años de gestión y no de la voluntad de ciudadanos que "merecen estudios psicológicos", una frase cargada de intolerancia hacia los sectores más castigados por la tragedia que azotó la ciudad de Santa Fe y pronunciada (nada más ni nada menos) que por quien estuvo a un tris de ser electo gobernador.

Mientras todo el socialismo (y esto sí que es una novedad) acepta que Binner es el candidato natural del Encuentro Progresista para las próximas elecciones (casi 600 mil votos lo respaldan), Miguel Lifschitz captó mejor que nadie las carencias de la administración que lo precedió. Pone la cara ante los castigados ciudadanos del Rosario profundo , demuestra una fina cintura política y es capaz de encresparse ante el letargo del gobierno nacional por la organización del III Congreso de la Lengua Española.

La comidilla política de la semana volvió a ser el probable nombramiento de Binner en un área importante del gobierno nacional. "Ya se lo dije en su momento: Kirchner lo quiere tener acá", señaló a este diario un funcionario del Ejecutivo nacional, quien hablaba desde la ciudad de Buenos Aires. "Acá" (por si quedan dudas) es la Casa Rosada.

Hace algunas semanas Carlos Chacho Alvarez dejó flotando en un bar céntrico un pensamiento lúcido sobre el futuro del presidente: "La única forma de sustraerse de los entornos del peronismo clásico es llevando a la práctica una mayor distribución de la riqueza. Si logra eso, podrá darle forma a un nuevo movimiento histórico. Para conseguirlo, no basta con los buenos números de la macroeconomía: hay que desterrar el hambre, crear empleo, erradicar la inseguridad y mandar a la cárcel a todos los corruptos. Suena pesado, ¿eh?".

Kirchner salió fortalecido de la cumbre con George W. Bush, tras haber pronosticado un chispeante "nocaut" a su favor, y regresará de su gira por España con la sensación de haber podido conquistar a los poderosos dueños de las empresas privatizadas. Los mismos a quienes escandalizó con sus indescifrables modales durante su primera gira Europea.

Y si todo no sale como estaba previsto, estarán los domesticados (o subyugados) medios nacionales argentinos y cierta vanguardia intelectual progresista para calzar la realidad según convenga en Balcarce 50. La misma vanguardia esclarecida que hasta hace muy poco tiempo se jactaba de su independencia porque "los gobiernos no necesitan prensa oficialista; para eso existen las secretarías de información pública".

Una disgresión para finalizar, pero que puede desandar un debate imprescindible, ahora que los tiempos parecen haber cambiado: ¿No es hora de comenzar a evaluar a los autoproclamados "formadores de opinión" que cambiaron de ruta como de modelo de automóvil? ¿Hasta cuándo se juzgará desde el púlpito a los comunicadores sociales por su visión de la realidad y no por su condición de traficantes de influencias y buscadores de pautas publicitarias?

"Hay muchos periodistas que predican la nueva forma de hacer política y la ética con la bragueta abierta", es la síntesis que hace Elisa Carrió. Y tiene razón.

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