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 domingo, 25 de enero de 2004

Para beber: Vinos norteamericanos

Gabriela Gasparini

Una vez solucionados los problemas tecnológicos que me impusieron un intermedio temático forzoso volvamos a los vinos norteamericanos, a sus características y particularidades en cuanto a la legislación. Empecemos por aclarar que EEUU tiene sus propias variedades autóctonas, que si bien en muchos casos ya han sido sustituidas por cruzas diversas o directamente por cepas tradicionales europeas todavía tienen un lugar especial en diversos condados vitícolas, cosa que deben agradecerle a su resistencia a la filoxera.

Entre las nativas y las híbridas algunas de las tintas más conocidas son la Concord, Norton, Baco Noir, Chelois, Chambourcin, Chancellor, Isabella, De Chaunac, León Millot, Maréchal Foch. Entre las blancas se pueden mencionar la Ravat, la Seyval blanc, la Vidal blanc, Dutchess y Niágara.

La legislación sobre elaboración de vinos no escapa a las generales de la ley. Cada estado cuenta con normativas propias, que salvo en el caso de Oregon, no difieren demasiado unas de otras. Pero las consideraciones a tener en cuenta si hay que guiarse por la lectura de una etiqueta son así. Normalmente lo primero que se encuentra es el nombre del productor o de la explotación, seguido de la variedad.

La mayoría de los caldos son varietales que se bautizan según la uva predominante, cuyo porcentaje no puede ser menor al 75%. Abajo se aclara la región de origen. Puede destacarse sólo el estado al que pertenecen las vides pero la mayoría prefiere una aclaración más específica como el nombre del condado donde crecieron las uvas. Como mínimo un 75% de ellas debe ser oriunda del lugar, o si fuera el caso de ir un poco más allá y referirse a las denominadas áreas vitícolas, deberíamos hablar entonces de un 85%.

A lo mejor a nosotros nos parezca un poco exagerada tanta minuciosidad impuesta a la pertenencia, pero allá es a tal punto importante que hay un señor que elabora un vino muy económico, conocido popularmente como "Charly el de $2", y que según encuestas realizadas por medios de prensa norteamericanos, no estaría nada mal, razón por la cual está arrasando en cuestión de ventas, al que sus enfurecidos competidores quieren sacar del camino. Demás está decir que la maquinaria del juicio ya está en marcha y la argumentación para sentarlo en el banquillo es justamente que no cumple con el porcentaje obligatorio de uvas pertenecientes a viñedos que estén ubicados en Napa Valley como cuenta su etiqueta. Habrá que ver quién dice la verdad pero mientras tanto el hombre ya se embolsó varios millones.

De vuelta a lo nuestro. Si la etiqueta menciona la cosecha, lo que no es obligatorio, debe tener un 95% de uvas de esa añada, y cosa curiosa, ese dato normalmente se sitúa bien arriba, o sea al revés de cómo lo hacemos nosotros. También incluye la información sobre la graduación alcohólica.

Lo que destaca en el mercado norteamericano es la gran importancia que se le da al productor, y es su reputación la que precede a la botella a la hora del descorche. Después se comprobará si era infundada o no, pero en el medio tienen el estatus de una star. Es lo que pasa con Robert Mondavi. Quienquiera que haya buceado por las aguas de la vitivinicultura del norte se ha topado con su nombre más de una vez, ya que a sus noventa años es considerado un referente indiscutido y todos están alertas a los vaivenes de su empresa. Pero ese es otro tema.

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