Año CXXXVII Nº 48209
La Ciudad
Política
Información Gral
Opinión
La Región
El Mundo
Policiales
Cartas de lectores


suplementos
Ovación
Economía
Escenario
Señales
Turismo
Mujer


suplementos
ediciones anteriores
Salud 12/11
Autos 12/11


contacto

servicios

Institucional

 domingo, 16 de noviembre de 2003

Córdoba
Vuelos en parapente en Cuchi Corral

El volar ha sido desde siempre una meta para el hombre. Y hacerlo sin motor y en contacto directo con el aire, un sueño que pocos alcanzan. Y sin embargo está al alcance de la mano. Cerca de La Cumbre, el parador de Cuchi Corral invita al vuelo con parapente, una experiencia única y sobre todo muy difícil de transmitir.

El mirador está a 1.100 metros sobre el nivel del mar. Desde allí se observa el cordón serrano que desciende hasta desaparecer. A lo lejos, el cauce del río Pinto, y hacia la derecha, más lejos aún, el dique de Cruz del Eje. También se ve la sierra de Gaspar, a cuyo pie está el río San Guillermo, y casi 400 metros abajo del mirador, el valle, donde se divisa la pista de aterrizaje. Pararse en el límite de la plataforma es una sensación extraña. Pensar que de allí se saldrá volando.

El vuelo comienza con la colocación del equipo biplaza en el que viajarán el piloto y el visitante. Después, el instructor explica la posición que tienen que adoptar en el momento del despegue: hay que acompañar el movimiento del piloto dando pasos hacia adelante hasta que el piloto indica que hay que acomodarse en la silla, y ya se está volando. "La gente cree que esto es adrenalina pura, pero no, es completamente pacífico, no hay movimientos bruscos ni vértigo ni sensación de riesgo, vas caminando y de pronto tus pies ya no tocan el piso, estás sentado y disfrutando del vuelo, suspendido en el aire", cuenta José Luis Toti López, uno de los pilotos.

En la misma sintonía, Carlos Vega aclara que "no saltamos de ninguna montaña. No, simplemente corremos unos pasos por la ladera y antes de que te des cuenta, vos y tu piloto calificado están siendo levantados en el aire para un vuelo tranquilo y placentero".


En el aire
Ya en el aire, el piloto puede guiar el parapente fácilmente y con precisión. Hasta se le puede pedir que haga unos penduleos acrobáticos o un giro escarpado antes de aterrizar suavemente sobre los pies. También se puede llevar cámara de fotos o video.

La mayoría de los que vuelan no pueden creer que sea tan tranquilo. La sensación de ingravidez pone a la persona en otra dimensión, en un lugar absolutamente nuevo y desconocido. Lo que se ve se veía desde el parador, pero ahora no sólo se ve, se vive.

El trayecto invisible que separaba a la pista de lanzamiento de la de aterrizaje (400 metros más abajo) se hace palpable. Las imágenes diminutas que se percibían un rato antes van tomando forma cada vez más al alcance de la vista y de la mano. Y la ingravidez, esa ingravidez increíble, lo cambia todo. El sueño se alcanzó.

El aterrizaje es simple. Piloto y acompañante se incorporan y ponen un pie adelante y otro atrás, como para iniciar la corrida en el descenso. "Los pies son nuestro tren de aterrizaje, así que tienen que estar preparados cuando se baja", dice López. No siempre se puede volar. Todo depende de las condiciones del tiempo (sobre todo del viento), y si el piloto llega al parador y ve que las condiciones no son óptimas, no arriesga al visitante. Y en esto hay que tener paciencia e ir preparado a que puede ser como no.

enviar nota por e-mail

contacto
buscador

Notas Relacionadas
Datos útiles


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados