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 domingo, 16 de noviembre de 2003

Murió un símbolo popular: Antonio Tormo
El artista, declarado por la Unesco como el único cantor representativo de una nación, tenía 90 años

El cantautor cuyano Antonio Tormo, quien creó temas como "El rancho e' la Cambicha", "Amémonos", "La canción del linyera", "Mis harapos", "Los 60 granaderos" y "Puentecito de mi río" que lo convirtieron, como lo declaró la Unesco, en "el único cantor con vida representativo de una nación", falleció ayer en el sanatorio Mitre de la Capital Federal.

El deceso del artista, de 90 años y con siete décadas de trayectoria artística, ocurrió en las primeras horas de ayer en el sanatorio en que estaba internado hace un mes en terapia intensiva, afectado por una dolencia renal.

Antonio nació el 18 de setiembre de 1913 en una de las casitas de la Bodega Giol ubicada en el Departamento Maipú de la provincia de Mendoza y después recaló en la Capital Federal, donde, fuertemente identificado con el primer peronismo, en las décadas del 40 y el 50 protagonizó memorables recitales en las radios Splendid, Porteña y Nacional y grabó unas 300 canciones en diferentes álbumes.

"En algún momento se me conoció como el cantor de los «cabecitas negras» (así fue caratulado por el historiador Félix Luna), porque llegaba desde el interior a Buenos Aires, como tantos millones de argentinos que vinieron a trabajar desde sus provincias, y siempre me alegré que me conocieran así", comentó alguna vez Tormo.

En relación a esa pertenencia, evocó que "cuando León Gieco me ofreció hacer un disco después de casi 13 años que no grababa, quise llamarlo «20 y 20», porque siempre sentí que los «cabecitas negras» tenían 20 centavos para una porción de pizza y otros 20 para escuchar una canción mía en una máquina de la época".

No dejó nunca de recorrer el país y de recoger en cada presentación el afecto de su público.

"Es muy grande la emoción que siento porque son tantos años de andar por los caminos del canto y la música que no tengo más que agradecimientos para el pueblo que siguió mi carrera, y que sigue yendo a mis presentaciones", recordó Tormo en varias oportunidades.

La misma pasión alentó todos sus años de profesión, al punto que afirmaba con absoluta convicción: "El día que no me emocione o no sienta el gusto de subirme al escenario, seguramente ese día voy a retirarme". Nunca llegó ese momento.

En más de una oportunidad trató de explicar su permanente vigencia. "El secreto de continuar cantando a pesar de mi edad -declaró- es que siempre tuve conducta y cuidé mi salud. No fumo, no usé ningún tipo de drogas y toda mi vida dos veces por semana hice vocalización con una profesora".

Siempre joven de espíritu, se mantenía interesado por las nuevas voces del folclore y se refería con elogiosos conceptos a la llamada "nueva movida joven del género".

"Me parece maravilloso que existan las nuevas corrientes porque significa que nuestro trabajo no fue en vano", dijo con frecuencia, a la vez que no ocultaba su entusiasmo por la labor de la cantante Soledad y se manifestaba abierto a nuevas canciones y autores.

En la culminación de su trayectoria, Tormo acumuló más de un reconocimiento: fue declarado ciudadano ilustre de San Juan (donde vive parte de su familia) y benefactor de la cultura en Las Heras (Mendoza, donde una calle lleva su nombre).

Los restos del artista fueron inhumados en el panteón de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (Sadaic), en el cementerio de Chacarita de la Capital Federal. (Télam)

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Tormo sucumbió a una dolencia renal.

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