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 domingo, 16 de noviembre de 2003

Escenario
El ritmo loco de la música clásica

Ricardo Luque / La Capital

El gesto es muy característico. Si alguna vez se vieron las imágenes del recital de los Beatles en el Hollywood Bowl se lo conoce bien. La cabeza se sacude de un lado al otro como si se hubiera recibido un pinchazo en el cuello. El pelo acompaña el movimiento con una cadencia suave. Así, muy a la moda de los años de twist y gritos, Hermes Binner siguió la melodía de Schumann con la que Eduardo Delgado deleitó al puñado de privilegiados invitados al cumpleaños de Radio Clásica. El flequillo del intendente se mecía alegre al compás de la música. Antonio Bonfatti, que estaba sentado a pasos del lord mayor, lo miraba sin poder imitarlo. En los platos un delicioso crèpe de verduras se enfriaba lánguidamente. Y no es para menos. En un rapto de locura Guillermo Megna mandó a servir el primer plato justo cuando el pianista, que con un par de kilitos de más y los cachetes sonrosados parecía un obispo renacentista, comenzó a tocar. Pero la música no calmó a las fieras. Aquí y acullá se escuchaba el típico sonido metálico que hacen los tenedores cuando chocan con los platos de loza. Fatal. Tanto como haber dejado solo y sediento al pobre Negro Gómez parado frente a una tela en blanco que, antes de que la reunión terminara, se embelleció con las formas de una mujer desnuda y sensual. "¡Qué atrevido!", se quejó una mujer que apenas si se podía mover bajo el peso de la bijouterie y no temía morir de una sobredosis de spray. A su lado Silvio Mario Valli, que junto a varios "famosos" lucía un delantal pintado por un artista plástico, asintió con la cabeza, sin haber escuchado de qué estaban hablando. Hacía rato que su mirada se había clavado en las piernas de Graciela Mozzoni, que se dejó caer en la reunión con una minifalda blanca, medias de red blancas y unas sandalias de taco alto blancas. Parecía la Blancanieves de una película erótica. Flor Balestra, que para no ser menos se había puesto unos pantalones camuflados verdes y negros, parecía Demi Moore "G.I. Jane". Pero ninguna esa noche brillaba más que ella, Nora Nicotera, que con la melena dorada acariciándole los hombros desnudos parecía una starlet de Hollywood. Estaba irresistible y sola.

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