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 sábado, 15 de noviembre de 2003

Coria lo tenía, se desconcentró y se quedó sin nada

Fue como una exhalación. El partido trabajado, peleado, estudiado y durísimo se escapó en un instante. Todo el esfuerzo se esfumó como por arte de magia -no parece ser justamente la figura más adecuada- en unos pocos minutos. Andy Roddick, flamante campeón del mundo, derrotó a Guillermo Coria por 6/3, 6/7 (4) y 6/3 en una hora y 53 minutos de partido y lo dejó afuera de las semifinales. El estadounidense jugará con el suizo Roger Federer.

Pero hay una historia previa casi insólita, y difícil de digerir, de cómo el tenis suele demostrar cuando se lo propone que cada punto es un compartimento estanco; que nada está ganado antes de tiempo. Que si la cabeza se va, la pelota vuelve en forma de derrota. Incontrastable, contundente. Con escasísimas posibilidades de explicación medianamente lógica.

La historia que se narra transcurrió en el último set, cuando el rufinense ganaba 3/2 y sacaba 40/0. Allí, los insondables vericuetos de la mente, en este caso de la cabeza del Mago, decidieron darle un descanso a la concentración y a la tensión. Demasiado obsequio para un número uno del mundo.

El pupilo de Mancini entregó su saque con cinco errores no forzados consecutivos, casi la misma cantidad que había cometido en todo el parcial, y permitió el renacimiento del monstruo que parecía, sólo parecía, entregado. Doblegado por la gran variedad de recursos que le había permitido al número uno de Argentina dar vuelta a un partido que se había complicado muchísimo al final del primer set; pero que estaba encaminado en el epílogo.

Ya no hubo más partido. Roddick igualó en 3, ganó su servicio en 0 y se fue al descanso sabiendo que gran parte de la batalla estaba ganada. Lo peor es que Guillermo se fue a su silla convencido de que todo estaba perdido.

Tal cual. Andy volvió a quebrar a un Coria ya sin alma ni reserva moral y terminó la historia con su servicio, como si se tratara del más sencillo de los trámites.

Apenas cinco minutos antes, el desarrollo era diametralmente opuesto. El Chino había logrado amoldar al estadounidense a su juego. Resultado: Roddick se transformó en un manojo de nervios y el Mago manejaba todo desde su prodigiosa muñeca y su más que respetable fortaleza mental. Pero apareció el tan mentado click que ya ha hecho historia en el tenis. El momento de quiebre, el que muchas veces se nutre por sí solo para demostrar porqué unos son los campeones del mundo y otros deben esperar una nueva oportunidad.

A Roddick le mostraron una hendija en la oscuridad y rápidamente encontró la salida. Más allá del orgullo que genere ver a dos tenistas argentinos entre los ocho mejores del mundo, tanto Coria como Nalbandian demostraron entre el jueves y ayer que aún queda una materia por rendir.

La misma que les permitirá, sin dudas, pelear palmo a palmo con Roddick, con Federer, Ferrero o quien sea por la cima de la Carrera de Campeones.

Sería temerario afirmar que Coria lo tenía ganado. Parece absolutamente justo aseverar que el Mago se ganó solo.

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Guillermo no supo cerrar el partido.

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Etlis-Rodríguez


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