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 viernes, 14 de noviembre de 2003

TELEVISION / CRITICA
Se estrenó La pensión

Pedro Squillaci / La Capital

La vida de un grupo de jóvenes, desde sus potencialidades, sus carencias, sus locuras y hasta sus miserias se mostró a pleno en el debut de "La pensión". Pero si algo tuvo de acertado esta nueva telecomedia fue el anclaje local. Sin caer en excesos, los guiños rosarinos marcaron identidad y frescura en un comienzo más que interesante del equipo de Innovaciones Audiovisuales, que ya había marcado un camino con "Urbanos" y "Artistas". La dinámica, la musicalización y las actuaciones creíbles del elenco redondearon un trabajo más que digno.

A primera vista, "La pensión" puede aparecer como una suma de historias y personajes estereotipados que ya poblaron tiras, comedias y unitarios de la televisión argentina. Pero eso aparece como la cáscara de lo que quiere mostrar el director Diego Martínez. En ningún momento hay una reticencia por enfocar pinturas costumbristas, o caer en lugares comunes. La idea es ponerlos al descubierto desde las historias de cada uno, desde los lugares por donde transitan, y también desde el humor y el amor.

La trama central pasa por la vida de Florencia (Silvina Pinilla) y Nacho (Pablo Grande). Ella es una veinteañera que trabaja de cajera en un supermercado, y que asoma como la más responsable dentro de una barra de amigos que le tienen cierta fobia al trabajo. El es un gerente, de saco y corbata permanente y novia oficial, que tendrá un encuentro forzado con esa cajera por un motivo que aún no llega a descifrar.

En la pensión hay un poco de todo. Un pai que es una suerte de fundamentalista de los rituales, un homosexual con todos los tics de las maricas, una chica que anda por la vida sin demasiados prejuicios, y una banda de pop en formación. Ahí estará la llave que abrirá una puerta que es clave. Es que la banda está buscando un cantante y esa voz vendrá de la garganta de Nacho, que deberá mezclarse con una fauna atípica para él y quizá con un romance que terminará de cambiarle la vida por completo.

El modo en que se relacionan los amigos de la pensión es similar a la manera en que dialogan dos atorrantes en cualquier lugar del estilo. Aunque quizá un poco mejorado en el lenguaje. No están las palabritas un tanto subidas de tono de comedias como "Son amores", que antes caía simpático y ahora perdieron efecto. Los chicos de esta telecomedia demuestran que pueden hablar como se habla ahora, reírse de pavadas, cantar un tema de Bersuit al paso, y perseguir un número de la quiniela como cualquier hijo de vecino.

Técnicamente, hay un leve desfasaje entre el audio de las voces y la música incidental, que por otra parte está muy bien seleccionada y llena cualquier situación en la que el bache amenaza. Las imágenes están cuidadas, y por el único estigma que se puede decir que es una telecomedia rosarina es por los paisajes (ver aparte), que desde ya son todo un acierto.

La dinámica es otro punto alto del envío. Así como "Artistas", el casting de este ciclo, tuvo en ese factor un signo positivo, aquí se repite, y podría decirse que aumenta la apuesta gracias a un prolijo trabajo de edición. Con todo, vale la pena meterse en "La pensión" y hurgar en esos pequeños mundos urbanos.

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El juvenil elenco de "La pensión".

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