Año CXXXVI Nº 48195
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 domingo, 02 de noviembre de 2003

Charlas en el Café del Bajo

-Sigamos, Inocencio, con esta audaz noticia que damos en dos ediciones y que comenzó ayer (los que deseen pueden ingresar a www.lacapital.com.ar sección Opinión de la edición de la víspera y leerla completa) Como se recordará, y tras fracasar en su intento de vender una importante póliza, luego de que le avisaran que la entrega del nuevo modelo del auto adquirido demoraría no menos de treinta días y de conocer otras malas noticias, el personaje de nuestra historia, Baltazar García, se desplomó en su sillón sintiendo un agudo dolor en el pecho.

-"Los empleados de la compañía de inmediato llamaron a un servicio de emergencia y en menos de lo que canta un gallo Baltazar estaba tendido boca arriba en la camilla de la ambulancia. Lo habían inyectado y le suministraron un calmante, pero aún somnoliento no dejaba de parecerle extraño estar en ese lugar, atravesando raudamente la calle Santa Fe en un vehículo cuya sirena no dejaba de sonar ¡¿Qué hago aquí?! ¡¿Por qué yo?!, se preguntó. Era raro e insólito estar allí cuando en todo caso debía estar entre los automovilistas que daban paso a la ambulancia, o entre los que a esa hora de la mañana tomaban café y hablaban de bonos y acciones. Entonces advirtió que en la vida hay también otras realidades, inesperadas, que no piden permiso para entrar.

-"Ya estaba entredormido, pero alcanzó a escuchar las palabras del paramédico que hablaba por la radio del vehículo al hospital: Preparen unidad coronaria, llegamos con un infarto agudo de miocardio. Un frío indescriptible y conmocionante atravesó todo su ser. Baltazar creyó que en ese mismo instante se moría, pero como parece que el corazón siempre es más fuerte que los sentimientos (aun cuando esté herido) soportó la noticia. Entonces ¡al fin! se dibujaron en su mente algunas caritas apenas sonrientes y un rostro cansado, triste, resignado, pero aún lleno de ternura: eran los rostros de sus dos hijos de 5 y 10 años y el de su esposa, una mujer joven y atractiva que de la mano de nuestro buen Baltazar sólo vivía en el mundo de las frivolidades y las competencias, es decir..., un mundo de fantasias.

-¡Por favor no permitas que me muera!, impetró desesperado nuestro amigo a un Dios que jamás había tenido en cuenta. Y mientras disparaba súplicas a diestra y siniestra, los enfermeros y un médico lo llevaban corriendo en la camilla por el pasillo del hospital a la sala de unidad coronaria. Una catarata de pensamientos se precipitaron desde su mente hacia su propia mente: los chicos, su esposa, los seres queridos, los buenos amigos y todos esos momentos que dejó de estar con ellos para dedicarse a los negocios. En ese instante (como siempre, como ocurre en los instantes en que todo parece que se cae) se acordó que Fabi, su hijo más chico, le había pedido el domingo anterior que lo acompañara al torneo de fútbol. Disculpame, hijo -le respondió-, tengo un partido de tenis en el club y es importante que asista porque hago doble con el Ceo de la empresa. Fabi no entendió que Ceo es un gerente, pero comprendió perfectamente que no podía contar con su padre.

-"Increíblemente por primera vez en muchos años Baltazar García, que hasta hacía unos momentos andaba desaforadamente corriendo por el camino del éxito, comenzó a llorar. Y otra vez él (¡él!) envió un mensaje al cielo: ¡Por favor no permitas que muera. Te prometo que...!

-"Afortunadamentela ciencia avanzó mucho y Dios sigue siendo maravilloso, así que la noticia que hoy sale publicada en este medio termina así: De la mano de su esposa y de sus hijos y después de ser abrazado efusivamente por unos amigos que fueron a visitarlo, abandonó el Hospital de Emergencias Baltazar García... El hombre siguió en el negocio de la venta de pólizas, pero el accidente cardiovascular y unos cursos de tinte filosófico que tomó después le hicieron cambiar de estrategia de vida y de negocios. Siempre antes de emprender una venta solicitó a las empresas que visitaba que le permitieran dar una charla sin cargo de 45 minutos al personal. Una charla muy bien estructurada que el dio en llamar: "El verdadero éxito en la vida" y en la que hablaba sobre la necesidad de no perder de vista ciertos valores. Hoy Baltazar es un hombre conocido. A tal punto que es invitado por conocidas empresas europeas para que diserte capacitando al personal desde su particular visión. Por supuesto, viaja con su esposa y con su hijos y con un papelito que escribió de su puño y letra el último día de internación, que siempre lleva en un bolsillo y que dice: Balta: No te olvides lo que prometiste aquella tarde, en el hospital. La noticia (excepto los nombres y algunas circunstancias) es real.

Candi II

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