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 miércoles, 01 de octubre de 2003

Editorial
La salud del Papa

El dramático deterioro en la salud de Juan Pablo II ha generado en el Vaticano una serie de medidas que preanuncian que su sucesión está en marcha. A los 83 años, y con el Parkinson acosándolo, el Papa sabe que sus fuerzas comienzan a agotarse y, con ello, sus posibilidades de seguir gobernando una inmensa Iglesia Católica con más 1.100 millones de fieles en todo el mundo.

La decisión de adelantar el Consistorio previsto para febrero de 2004 al 21 de octubre próximo es una señal de la premura con la que se avanza. Ese día 31 purpurados serán investidos cardenales, que son quienes elegirán al futuro Papa. En la misma dirección hay que registrar el anuncio de que Juan Pablo II ya no viajará más al exterior. Eslovaquia fue su último destino internacional, y le quedó el dolor de prácticamente no poder comunicarse con los fieles, una de las características que ha distinguido su papado. Solamente tiene previsto asistir, el martes próximo, al santuario de la Virgen del Rosario, en Pompeya, al sur de Nápoles.

Atrás quedaron, entonces, los 102 viajes en los que recorrió 131 países. Vino dos veces a la Argentina: en 1982, sobre el final de la guerra de Malvinas, y en 1987, cuando estuvo en Rosario.

Los movimientos y designaciones registrados en el Vaticano inducen a suponer que Juan Pablo II le ha dado su impronta a su sucesión. Los cardenales designados comparten su prédica en favor de un mundo más justo y solidario, y su fuerte compromiso con los pobres, como también su férrea convicción respecto al dogma y al mantenimiento de las tradiciones de la Iglesia. Circulan, incluso, algunos nombres: Ennio Antonelli, arzobispo de Florencia; monseñor Philipe Barbarin, arzobispo de Lyon, y el cardenal Dionigi Tettamanzi, arzobispo de Milán, aparecen con posibilidades firmes.

En el Vaticano por estas horas conviven con el mismo vértigo una compleja e impredecible trama para reemplazar a Juan Pablo II con los preparativos para celebrar sus 25 años de pontificado.

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