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 domingo, 28 de septiembre de 2003

Apuesta por la invención
El movimiento de arte concreto dio un nuevo impulso a la vanguardia en los años 40

En los años 40 se desarrolló una de las manifestaciones de vanguardia más originales del país. El movimiento, denominado concreto, surgió en Buenos Aires en 1944 cuando un grupo de jóvenes argentinos y uruguayos, partiendo de conceptos europeos, propuso un programa racional, claramente izquierdista, que postulaba la realización de obras que no representaran nada, a la vez que negaba el realismo socialista —más allá de su afinidad con el partido comunista— y el surrealismo.

El grupo publicó la revista Arturo, mediante la cual puso de manifiesto la necesidad de una nueva forma de arte, que planteó a través de una serie de movimientos, entre los que se destacan el Madí, la Asociación Arte Concreto-Invención y el Perceptismo.

Los artistas, que no tuvieron una experiencia europea, hicieron una relectura original de los movimientos del Viejo Mundo, pero con la misma idea universalista. Su intención era participar plenamente en la dinámica de la vanguardia, a pesar de ocupar un lugar marginal, y en este sentido definieron límites y juzgaron desvíos. Un caso significativo fue el enfrentamiento con la teoría constructivista del uruguayo Joaquín Torres-García, quien por entonces proponía una obra americanista.

El contexto histórico en el que se desarrolló el arte concreto está caracterizado por el surgimiento del peronismo, que se mantuvo en el poder durante diez años y fijó pautas muy precisas acerca de cuestiones culturales ("el arte abstracto no cabe entre nosotros", se sostenía), en un paralelo con lo que años antes había planteado el nazismo, aunque sin llegar a los extremos de Alemania. De esta manera, durante un largo período, muchos de los artistas fueron ignorados o perseguidos por el gobierno, mientras eran mirados con desconfianza por el propio partido comunista.

En el único número de Arturo, publicado en 1944, Arden Quin, Rhod Rothfuss, Gyula Kosice y Edgar Bayley plantearon la necesidad de terminar con el automatismo, la representación, lo onírico y la expresión. En su reemplazo proponían la invención. "Ni expresión (primitivismo), ni representación (realismo); ni simbolismo (decadencia). Invención. De cualquier cosa; de cualquier acción; forma; mito; por mero juego; por mero sentido de creación: eternidad. Función", decía Arden Quin a la manera de proclama.

Pero los artistas concretos no se mantuvieron unidos y en poco tiempo comenzaron a asociarse en distintos grupos, que realizaron diferentes actividades y promulgaron sus propios manifiestos. En esta sucesión, inicialmente se destacó la Asociación Arte Concreto-Invención (1945), de la que Enio Iommi formó parte junto con Tomás Maldonado, Lidy Prati, Alfredo Hlito, Raúl Lozza y Manuel Espinosa, entre otros.

Su programa fue explicitado en el "Manifiesto invencionista" donde, luego de observar que "el hombre se va volviendo más insensible a las imágenes ilusorias", auguraban el fin de la ficción representativa. En este sentido consideraban que había que habituar a la gente a que tuviera una relación directa con las cosas y no con las ficciones de las cosas. "La estética científica reemplazará a la milenaria estética especulativa e idealista", adelantaban, y concluían que "a una estética precisa, una técnica precisa. La función estética contra el buen gusto. La función blanca. Ni buscar ni encontrar: inventar".

Imbuidos de las ideas de la vanguardia soviética de principios de siglo, rechazaron todo romanticismo que se ponía en evidencia en lo espontáneo y el gesto individual del pincel, en tanto políticamente se alinearon con el partido comunista y la opción que suponía la Unión Soviética. Si bien el postulado principal era inventar en lugar de crear, su propuesta iba más allá al proponer la inserción del artista en la producción de todo el entorno de la vida cotidiana, a la vez que denostaron lo artístico por ser “una expresión de la arbitrariedad cultural burguesa".



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El arte concreto en los trabajos de Iommi.

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