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 jueves, 04 de septiembre de 2003

Presenta su disco "Basta de boludos" esta noche en la sala Lavardén
Javier Martínez: "Nunca sentí nostalgia por los años setenta"
El ex líder de Manal dijo que le molesta que hablen de su pasado como si ya estuviese retirado

La voz aguardentosa de Javier Martínez es inconfundible. Es la misma que en los 60 cantaba en La Cueva, sin saber que estaba inventando todo un género, y la misma que lideraba Manal, ese trío fundacional que sentó las bases de más de 30 años de rock argentino. Con esa voz ahora se da el lujo de decir que no siente nostalgia por el pasado, y mucho menos por el idealismo hippie de los 70.

Sin embargo, en medio del regreso de grupos históricos como Alas, El Reloj y La Superbanda (Héctor Starc, Ciro Fogliatta, Edelmiro Molinari y Black Amaya), el cantante y baterista también vuelve a escena para presentar su cuarto disco solista, –Basta de boludos", hoy, a las 21.30, en la sala Lavardén, Sarmiento y Mendoza. Martínez, que repasará clásicos como –Jugo de tomate frío", –Avellaneda Blues", –Che pibe" y –Avenida Rivadavia", estará acompañado por Maxi Delli Carpini (guitarra), Javier Acuña (teclados) y Oscar –Mono" López (bajo).

En charla con Escenario, el ex líder de Manal dijo que el pasado es sólo un archivo para no repetir errores, disparó contra el tecno y aseguró que bailar al ritmo de una máquina le parece de –un asqueroso y excesivo mal gusto".

-Alas, El Reloj y La Superbanda regresaron a escena, ¿por qué creés que están volviendo estos grupos, todos músicos de tu generación?

-Creo que se dieron cuenta de que perdieron muchos años peleándose y boludeando (risas). El paradigma de mi generación era la calidad, eran los Beatles, los Blood, Sweat & Tears, formaciones que sonaban como la puta madre, entonces nosotros teníamos que hacer una música argentina con sello nacional inspirada en ese modelo extranjero. En estos últimos años hubo mucho boludeo musical, mucha maquinita, mucha pelotudez. El tecno no es de ahora, viene de la cajita de música y de la pianola. Sin embargo la pianola no dejó sin laburo a los pianistas. La gente quiere seguir escuchando a don Horacio Salgán.

-Pero muchos rockeros se aggiornaron a las máquinas...

-Eso me parece lamentable. Ese acompañamiento electrónico de –Clics modernos", por ejemplo, a mí me da asco. Podrían haber estado los clics de la maquinita, pero ¿por qué no hay un baterista? Esto va más allá de la música, es un dilema filosófico del mundo moderno. Las máquinas tienen que servirnos, no matarnos.

-¿Qué diferencia a tu último disco de los anteriores?

-En realidad –Basta de boludos" es la reedición de –Swing" (1998) pero con dos temas más, –Corrientes" y –Nos veremos mañana". Está remezclado y remasterizado y suena mucho mejor. Lo reedité porque en el 98 la compañía no me dio pelota, y porque las canciones todavía son actuales, más después de lo que pasó en el país del 98 hasta acá. No hay muchas diferencias porque yo tengo un estilo, voy al rock and roll, a las canciones y a los blues. Todo muy negro, muy influenciado por el jazz y por el tango en las letras. Cada vez me vuelvo más tanguero y aplico el chamuyo del lunfardo. También estoy más ácido políticamente.

-¿Por qué?

-Porque la situación del país es cada vez más peligrosa. Además yo estoy en la madurez, tengo 57 años, y no tengo problemas con mi edad. Tengo ejemplos como (Paul) McCartney y los Rolling (risas). Mis mensajes no están dirigidos a los políticos, sino al peligro de ruina moral que está latente en la Argentina. Parece que fuéramos a desaparecer mañana porque no sabemos ni quiénes somos ni adónde vamos. Pero lo mío no es el panfleto político, no estoy de acuerdo con eso.

-¿De dónde viene el título –Basta de boludos"?

-La palabra –boludo" perdió fuerza, porque los pibes la usan para cualquier cosa (risas). Es un mensaje político sin partidismos. Creo que los argentinos somos muy boludos. Tenemos un gran país y nunca logramos vivir bien, sin un pueblo muerto de hambre o una guerra civil latente. ¿Por qué tuvimos que aguantar golpes de Estado y políticos corruptos? ¿Por qué nunca tuvimos una burguesía nacional que creara las condiciones de desarrollo real de un país, en vez de mantenernos como una semicolonia? Me parece tan trágico como estúpido.

-¿Por qué en el disco aparecés como –Manal Javier Martínez"?

-Porque a los tres manales, cada vez que aparecemos, nos dicen los ex Manal, el que estuvo en Manal, el que tocaba en Manal y así. Yo llegué a un acuerdo tácito con mis ex compañeros, conversando con ellos en España, para ponernos nosotros –Manal" directamente, como referencia histórica, como un apellido de familia. Ellos también lo usan. (Alejandro) Medina tiene una página web que se llama –Manal Medina". Además las canciones del grupo las escribí todas yo, y con mi formación seguimos reproduciendo la tradición, el sonido original de Manal pero en el siglo XXI.

-¿Cómo ves la escena blusera argentina de hoy?

-No veo nuevas figuras. A mí me gusta mucho cómo suena la Mississippi. Memphis tiene mejores letras, más profundas. Creo que (Adrián) Otero es un poeta, ha dicho cosas fuertes. Los Piojos hacen unos shuffles, unos blues muy bien tocados, pero las letras no dicen nada. Falta un poco más de poesía. Debe ser que los pibes no leen. Cuando yo era adolescente y paraba en la bohemia de Corrientes, conocía a tipos como Miguel Abuelo o Pipo Lernoud, que leían a Rimbaud, a Baudelaire, a Arlt, al grupo Boedo y al grupo Florida. Yo también leí desde muy pibe. A lo mejor tengo una ventaja por eso.

-¿Por qué viviste tantos años afuera?

-Porque era como el sueño del pibe. Yo quería ver el mundo, y en gran medida lo conocí. Viví mucho tiempo en Francia, más que en España. Me movía entre Barcelona y París. Pero no me fui por cuestiones políticas. Nunca fui un emigrante ni un exiliado. Yo no tenía militancia. Nadie en La Cueva era militante. El rock and roll nunca fue político, aunque sí tenía una posición tomada. No íbamos a estar al lado de los fachos, pero no éramos marxistas ni peronistas. Eramos un grupo de tipos que hacían rock and roll, lo que pasa es que eso parecía una rebelión en ese momento. Cuando prohibieron a Discépolo y a Gardel me prohibieron a mí también, lo cual fue un honor, estar al lado de esos genios (risas).

-¿Qué extrañás de los años setenta?

-No sé, nunca sentí nostalgia por los setenta, soy una persona muy vital, a mí me interesa el presente. No me gusta quedarme en el pasado. El futuro es una esperanza y el pasado un archivo, nada más, para no repetir errores. El argentino es muy nostálgico, en la época de la luz a mercurio estaba hablando del farolito (risas). Esa melancolía nos ha hecho muy mal. De lo que sí tengo nostalgia es de cuando íbamos a una discoteca y bailábamos con un ritmo de batería de Wilson Pickett o James Brown, y no como ahora que bailan con una máquina. Eso me hincha profundamente la paciencia. Me parece de un excesivo y asqueroso mal gusto. Me da tristeza que habiendo tan buenos percusionistas en todo el mundo tengamos que bailar con una máquina. Pero es un planteo mío de baterista y filósofo de café (risas).

-¿Cómo ves ahora la inocencia y el idealismo de esa época?

-Yo sabía que eso iba a fracasar (risas), por porteño, por tanguero, por –yeca" y por beatnik. Yo nunca fui hippie ni revolucionario de esa manera. Los respeto a todos ellos, pero estaban muy lejos de la realidad, eran muy poco conocedores del alma humana, tenían poca –yeca".

-¿Sos un personaje histórico?

-Sí, pero me desagrada que me hablen del pasado como si estuviera retirado. Yo no me voy a retirar, quiero que me retiren de arriba. Yo no soy historia, sigo haciendo historia, que no es lo mismo.

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El cantante y baterista disparó munición gruesa.

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