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 domingo, 10 de agosto de 2003

¿Te acordás, hermano?: La gran tarde del Ruso Marcovich
El 1º de octubre del 39 Central le ganó 3 a 1 al puntero e invicto Independiente en Avellaneda, con dos goles de David Marcovich

Miguel Pisano / Ovación

"«Marcovich, usted va a jugar con una condición: tiene que marcarlo a Capote de la Mata», me dijo el técnico antes del partido contra Independiente", recuerda el Ruso, la figura del legendario partido que Central le ganó 3 a 1 al Rojo puntero e invicto en Avellaneda, aquella tarde del domingo 1º de octubre de 1939, en el batacazo de la fecha. El Ruso es David Marcovich, el inside izquierdo de entonces, y sobrelleva 84 años con hidalguía. Camisa prendida hasta el último botón, pulóver y saco negro abrochado, habla sentado a una mesa del viejo bar Las Heras como si el tiempo no existiera.

"Yo no jugaba muy seguido porque el técnico era Américo Hirsh, un húngaro que no me quería porque era chiquito, así que siempre era suplente", revela el Ruso con el desparpajo que otorgan los años.

"La satisfacción más grande de mi carrera fue ganarle esa tarde a Independiente. Ellos venían primeros e invictos. Ese día iban a dar la vuelta y estaban tan confiados en que nos iban a ganar caminando que ni siquiera lo pusieron a Erico, al que reservaron para el último partido", recuerda Marcovich, con una asombrosa precisión de joyero.

"El primer gol fue del pibe Harry Hayes -que ahora anda por los 87- y después el árbitro, que era muy localista como todos en esa época, le cobró penal al palo y nos empataron. En el segundo, Independiente salió con todo, pero nosotros jugamos bien y el arquero se atajó todo. Hasta que el Negro Cisterna hizo una corrida, pateó, se le escapó al arquero y yo llegué para empujarla. Y en el otro, la clavé en un ángulo desde dentro del área 18", recuerda el Ruso.

"«Marcovich: dejá de romper los coquitos y no me pegués», me decía Capote, al que conocía de Central Córdoba. Y yo le contestaba: ¿Y qué querés, que te deje llevar la pelota?", dice. "Te digo la verdad: yo siempre corría mucho, pero ese día corrí por toda la cancha, y si el partido hubiera seguido cinco minutos más, me hubiera caído redondo", asegura.


De Ucrania a barrio Hertz
Nacido el 25 de febrero de 1919 en un pueblito de La Pampa tan ignoto que ni él mismo sabe su nombre, Marcovich es el cuarto de los cinco hijos de León, un viajante ucraniano, y su esposa Juani.

Cuando David tenía 10 años los Marcovich dejaron el cinematográfico caserío perdido en el desierto pampeano y desembarcaron en el barrio Hertz, en Buenos Aires y Garibaldi, cuando la zona era un puñado de casas con patios apenas cercados por los típicos tejidos de alambre, diseminadas entre las quintas interminables.

"Empecé a jugar con los pibes del barrio, que eran todos grandotes, y me llevaban a un torneo del diario Acción, donde nos dieron una medalla porque fuimos el único equipo que no ganó pero que fue a todos los partidos", rememora el Ruso con una sonrisa inocente.

Por entonces, Marcovich era un gurrumín que gambeteaba y corría como un loco pero que muy seguido era blanco de las patadas de los más grandes, aunque cuando empezó a jugar en la quinta de Central Córdoba contaba con la protección de un muchacho de la barra: "Había un fanático del barrio, que era más grande, que se paraba al lado de la raya de cal con un palo y al primero que me pegaba lo corría y le daba".

Pero el Ruso era rápido para correr y saltar: "Jugué 50 años y nunca salí lesionado. En la cancha era un hijo de puta porque en Córdoba me enseñaron a cuidarme y a ser un poco sucio. Era habilidoso y buscaban pegarme, pero yo también les daba".

Hasta que un sastre llamado Serio, del Cuadrado mágico de la zona de Corrientes y Cerrito, lo llevó a probarse a Central a pesar del pedido de sus tíos de la cuadra, que querían llevarlo a Newell's: "El técnico de las inferiores de Central era el padre de Harry Hayes, al que le gustó cómo jugué. El Gordo Rotta me subió a su auto y fuimos a hablar con mi viejo, que no quería saber nada, pero finalmente aflojó y me llevaron a la Jefatura a sacarme la cédula, pasamos por la Liga Rosarina a firmar y a la vuelta pararon en un negocio y me compraron una valija de cartón para llevar la ropa".

Así, Marcovich hizo las inferiores en los equipos de la Rosarina hasta que Central entró en la AFA en el 39 y comenzó a alternar entre la segunda y como titular de la primera: "También jugué contra Estudiantes y Gimnasia, pero afuera siempre perdíamos. En Buenos Aires jugaba tranquilo y siempre anduve bien, pero acá jugaba mal por los nervios porque siempre había algún fanático que me puteaba. Pero siempre me acuerdo de aquel partido con Independiente porque ganarle fue la satisfacción más grande".

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