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 sábado, 26 de julio de 2003

Por la ciudad
Una vidriera al mundo

Adrián Gerber / La Capital

Así como la inauguración del puente a Victoria fue para Rosario "el" acontecimiento de este año, el III Congreso de la Lengua Española será sin duda el del 2004. La decisión de que Rosario sea sede de este megaevento es de tal importancia para la ciudad que todavía es difícil dimensionar el impacto que tendrá.

El congreso es organizado conjuntamente por el Instituto Cervantes y la Real Academia Española, y las dos primeras ediciones fueron en Zacatecas, México (1997), y Valladolid, España (2001).

Si uno revisa rápidamente la historia de Rosario surge a simple vista que no tuvo muchas oportunidades de proyectarse a nivel internacional. Salvo la visita del Papa (1987) y el fugaz paso de Maradona por Ñuls (1993), los demás hechos por los cuales la ciudad apareció en los medios de comunicación extranjeros lejos estuvieron de servir de promoción: subsede del Mundial en plena dictadura militar (1978), los saqueos (1989), el gato asado a la parrilla (1996) y la faena pública de vacas (2002). Estas, y no otras, fueron las imágenes de Rosario que impactaron y recorrieron las pantallas de los hogares de decenas de países.

Por eso organizar este congreso es como una reivindicación de Rosario y una extraordinaria ocasión para poner a la ciudad en la vidriera mundial, para difundir su potencialidad y promocionarla. Es que las alternativas del encuentro serán seguidas al menos por los medios de las naciones de habla hispana (400 millones de personas de una veintena de países tienen al español como lengua materna y crece como segundo idioma en los Estados Unidos). De allí vendrán a Rosario para participar del encuentro filólogos, escritores, traductores, académicos y profesores. Incluso en el último congreso hasta estuvieron presentes mandatarios de diversos países y los Reyes de España, lo que da una idea de la jerarquía del encuentro.

Ahora, entonces, comienza el gran reto. Cumplir sobradamente con el compromiso asumido por la ciudad. No defraudar. Y lo primero que se debería hacer es considerar a este congreso como un proyecto de Estado, y más cuando las próximas elecciones de septiembre generarán cambios de funcionarios a nivel provincial y municipal. Por ello, para que el encuentro se mantenga al margen de los vaivenes políticos, habría que conformar un comité organizativo integrado por profesionales y especialistas.

El éxito del congreso servirá seguramente para que la ciudad tome confianza en sí misma, siga recuperando su autoestima y trate de sumarse al grupo de ciudades de Latinoamérica que periódicamente organizan eventos de nivel internacional. Esto también abona al desarrollo de la ciudad y la región.

Un comentario aparte merece la manera casi fortuita en que Rosario llega a ser sede del III Congreso Internacional de la Lengua Española. En la última edición de Valladolid (2001) se designó a Argentina como anfitriona del próximo encuentro. Pero hasta el mes pasado el gobierno argentino no había decidido aún qué ciudad se haría cargo de su organización. Pese a que el propio Ejecutivo español manifestó en reiteradas ocasiones que tenía "muchísimo interés" en que se hiciera en Rosario, la definición en Buenos Aires se postergaba por la presión del voraz centralismo porteño. Hasta ese momento ninguna autoridad provincial ni municipal había hecho alguna gestión a nivel nacional en favor de Rosario. Recién cuando diplomáticos del consulado español de la ciudad advirtieron semanas atrás que era inminente una definición y La Capital publicó un informe dando cuenta del tema, las autoridades locales tomaron cartas en el asunto y se lo plantearon al propio presidente Néstor Kirchner.

Y hubo tres naipes que definieron la partida: que en la ciudad está el complejo cultural Parque de España (cuya piedra fundamental la pusieron los reyes en 1985); que el director de Relaciones Culturales de la Cancillería ibérica sea el ex cónsul en Rosario Jesús Silva; y que el ministro de Relaciones Exteriores argentino sea un rosarino, Rafael Bielsa.

Siempre se dice, y con justa razón histórica, que Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires. Esta fue claramente la excepción a la regla.

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