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 miércoles, 23 de julio de 2003

Editorial
La memoria del trabajo

El tímido incremento del empleo es un índice de la voluntad de cambio de la sociedad. Cambio de una inercia que planteaba la desazón y el desaliento como único futuro y la transformación de una escala de disvalores que trastocaron profundamente todos los estamentos durante más de veinticinco años. En Rosario, en el último semestre, se registraron más de doce mil nuevas fuentes de trabajo. Más de doce mil familias que podrán aspirar a tener una obra social, a acceder a una calidad de vida mejor, a poder pensar en una planificación personal por algún tiempo.

Son más de doce mil familias que podrán, en un porcentaje, incluirse en el mundo del trabajo en forma genuina, ayudando a sustentar los sistemas de salud y educación.

Sin embargo, ese cambio de mentalidad debe ser motorizado y sostenido en la memoria de lo que fue la fuerza del trabajo en las cinco décadas pasadas. Porque, precisamente, fue con el esfuerzo de los trabajadores de las industrias transformadoras de la materia que se levantó un sistema de inserción social formidable, que sentó las bases de beneficios adquiridos que fueron faro para tantas naciones.

Fueron también los mismos trabajadores quienes dejaron brechas demasiado profundas que impusieron un divorcio entre ellos y la dirigencia, sindical y política, y también quienes permitieron por omisión, desinterés o falta de conciencia de clase, exabruptos obscenos que terminaron quitándoles uno de sus bienes más preciados: el trabajo, alrededor del cual cada quien estructura su vida. Porque esa dirigencia perdió de vista que las riquezas genuinas son generadas por los hombres, no por la mera moneda.

Hicieron falta tantas muertes, en circunstancias de espanto como el hambre en las provincias norteñas y las refriegas en las jornadas de protesta populares, para que se creyera necesario desterrar el "déme dos" en Miami, el voto cuota, y los "consejos" de que hay que dejar de robar por dos años. No hay que dejar de robar por dos años, hay que dejar de robar, hay que trabajar, hay que restituir los valores que devienen del esfuerzo y el sacrificio en el trabajo y el estudio, hay que imponer como carta civil la honradez y el sostenimiento de la hombría de bien. Y no abandonarlas.

Cada puesto nuevo de trabajo, por fin, entraña un paso más en la recuperación de un sistema social de los argentinos para todos los argentinos. Eso es pensar en tener un país, todos los días.

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