Año CXXXVI
 Nº 49.810
Rosario,
sábado  12 de
abril de 2003
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Modifican la sentencia por el asesinato de una mujer de 66 años
Un acto criminal que fue el cierre de una impiadosa historia familiar
Rubén Ariel Sánchez resultó condenado por matar a su abuela, Gloria Costantino. La Cámara Penal descartó que fuera un homicidio premeditado o por emoción violenta y valoró el marco en el que se produjo el hecho

Jorge Salum / La Capital

Un sifón golpea con fiereza el cráneo de una mujer de 66 años y la mata casi en el acto. El homicida, que es el nieto de la víctima, borra algunas huellas y acomoda la escena del crimen luego de tomar el dinero que necesita para pagar dos boletos de avión a Londres. Después se deshace de los restos del sifón, paga la cuota mensual de la moto que compró hace poco y se asegura los pasajes aéreos, que son para él y su pareja homosexual. Parece un criminal egoísta y perverso que ha calculado cada una de sus acciones para conseguir un propósito. Pero no lo es: según los encargados de juzgarlo, detrás de ese instante breve de locura hay una historia impiadosa que involucra al homicida, a la víctima y a muchas otras personas. El crimen, dijeron los jueces, sólo ha sido el broche trágico de esa historia.
El protagonista del caso es Rubén Ariel Sánchez y al momento del hecho tenía 23 años. Un tribunal de tres miembros acaba de condenarlo a 9 años de prisión por el homicidio de Gloria Costantino, que ocurrió el 23 de febrero de 2000 en su casa de Ameghino 640. Los jueces no le dieron perpetua, que es la pena para los homicidas que tienen un vínculo familiar directo con la víctima, porque sostienen que en este caso hay circunstancias excepcionales que explican su crimen y atenúan la pena.

Mal genio
Costantino era soltera cuando quedó embarazada de Liliana, la madre del acusado. No quería tenerla y trató de abortarla, pero sus padres se lo impidieron. A Liliana la criaron sus abuelos y sus tíos, y la madre siempre la despreció. Era una mujer de mal genio y quienes la conocían afirman que aborrecía a todos sus parientes, incluso al marido, al que conoció mucho después de parir a Liliana. Todos los testimonios indican que se trataba de una mujer de carácter fuerte y dominante.
El único miembro de la familia que intentaba sostener una relación amable con ella era su nieto Rubén. Quienes lo conocían desde antes lo describen como un tipo normal y muy trabajador, del que jamás podía pensarse que algún día mataría a la abuela. Pero las semanas previas al crimen algo se había roto entre ambos: ella descubrió que él mantenía una relación sentimental con otro hombre y no estaba dispuesta a aceptarlo.
Costantino le había hecho una promesa: le prestaría dinero. El lo necesitaba para comprar los pasajes a Londres porque su pareja se lo exigía. Todos los testigos coinciden en que esta situación lo había desbordado al punto de protagonizar varios pequeños accidentes con su moto que fueron como síntomas del estallido que sobrevendría. El dinero prometido fue lo que Sánchez le pidió a la abuela la tarde que lo mataría. Como la mujer imprevistamente se lo negó, él tomó un sifón y la golpeó hasta matarla.
No pasó mucho tiempo, apenas unas horas, hasta que se convirtió en sospechoso. Entonces el chico se quebró y contó hasta el último detalle de cómo mató a Costantino y qué hizo después. Dijo que ante la inesperada negativa de la abuela respecto al préstamo prometido se puso "ciego" y se desesperó. Tomó el dinero de una mesita de luz, acomodó la escena lo mejor que pudo y se fue. Además de adquirir los pasajes y pagar la cuota de la moto, compró un remedio para las garrapatas de su perro. Luego se encontró con sus padres y su abuelo. Con ellos fue hasta la comisaría 11º para confesar el asesinato.
El juez Antonio Ramos había sentenciado que el suyo fue un crimen bajo emoción violenta -un estado de conmoción momentánea que impide comprender la criminalidad de los actos y que para la ley es un atenuante a la hora de fijar la pena- y lo condenó a 11 años de prisión. Pero el caso no quedó así porque el fiscal José María Peña apeló el fallo. Para él no hubo emoción violenta sino un homicida que no vaciló en asesinar a la abuela con "el único propósito de satisfacer sus pasiones" y complacer al amante con el viaje prometido, razonamiento que la defensa de Sánchez calificó como "un prejuicio".
El camarista Ramón Ríos lo vio de otro modo. Después de analizar las pericias psiquiátricas y psicológicas realizadas por una junta de expertos en las colonias psiquiátricas Abelardo Freyre y Oliveros y por la cátedra de Psicopatología de la Facultad de Medicina, Ríos llegó a una conclusión distinta: para él no hubo un asesinato a sangre fría ni un crimen bajo emoción violenta sino un homicidio que se explica como el punto final de una historia trágica, en la que abuela y nieto fueron protagonistas destacados. Y esa historia, para Ríos y sus colegas Humberto Giménez y Juvencio Mestres, que sacaron un fallo unánime, funciona como un atenuante extraordinario que debe ser tenido en cuenta a la hora de sancionar al responsable de un crimen que, aún así, no debe quedar impune. Por eso lo sentenciaron a 9 años.
Sánchez, que ahora tiene 26 años, cumple la pena en la cárcel de Rosario y tiene permiso para salir a estudiar. Está cursando la carrera de abogacía.



La casa donde Gloria fue golpeada con un sifón.
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