Año CXXXVI
 Nº 49.759
Rosario,
jueves  20 de
febrero de 2003
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Editorial
Nuevo signo de mejoría

Suficientes palabras se han dicho y escrito, en los últimos tiempos, acerca de las graves repercusiones sociales de la crisis económica. Pero de lo que nadie duda es de que el peor de los males que se abatieron sobre el país en la pasada década del noventa es el desempleo. Una estructura productiva virtualmente pulverizada fue la principal consecuencia negativa de la larga paridad uno a uno entre el peso y el dólar: la importación de bienes a valores irrisorios —inconscientemente festejada por tantos habitantes de la República— terminó por destruir numerosas fuentes de trabajo y dejó, en plazo breve, a un tendal de gente en la calle. La devaluación que rompió con ese modelo distó de ser una panacea ya que su costo fue pagado por asalariados y ahorristas, pero ahora comienzan a ser visibles las secuelas positivas de una decisión adoptada “a la argentina”, es decir, con desprolijidad e improvisación, y entre gallos y medianoche.
Anteayer La Capital le otorgó el espacio principal de su tapa a una noticia alentadora: el desembarco de beneficiarios de los planes de Jefes y Jefas de Hogar en empresas privadas. “En pocas horas cinco firmas rosarinas oficializaron el pedido para incorporarlos a su producción y además hay cerca de veinte consultas diarias”, informaba este diario antes de narrar el caso puntual de Omar Ortiz, un ex chofer de colectivo que se transformó en empleado de una fábrica de muebles, innegablemente favorecido por el impulso que recibió esa actividad vía sustitución de importaciones.
Se trata, por cierto, de otra señal positiva. Porque en la Argentina contemporánea se vivió, fuera de dudas, una catástrofe, pero ninguna catástrofe es absoluta si sobre sus terribles huellas se gesta una resurrección.
¿Será eso lo que está sucediendo? Difícilmente. Es que restan aún demasiados requisitos para ello, como el vital restablecimiento del crédito bancario y la anhelada, pero todavía utópica, estabilidad política. Sin embargo, también resultaría necio negar los signos de mejoría. Una recuperación incipiente se está produciendo: habrá que cuidarla mucho, como a un niño recién nacido.


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