Año CXXXV
 Nº 49.655
Rosario,
jueves  07 de
noviembre de 2002
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Dos chicas asaltaron un salón de ventas en Pellegrini y San Martín
La cruenta tarde de "Cuchi" y "Luchi"
Golpearon, robaron y encerraron a una quiosquera con ayuda de un varón. Las capturaron contra su resistencia

A Cuchi y Luchi, de 16 y 17 años, no les importaba nada que a pocos metros hubiera un custodio dentro de una garita policial. Con arquetípica audacia adolescente, ellas entraron a robar a un salón de ventas de Pellegrini y San Martín. Audacia no exenta de crueldad: a la quiosquera, un poco mayor que ellas, la tomaron a trompadas y terminaron dejándola encerrada en un baño con la ayuda de un socio varón, que inicialmente la había amedrentado con un culatazo. Un rato más tarde una patrulla atrapó a los tres a las dos cuadras cuando escapaban en un taxi. Allí las jovencitas dieron una nueva muestra de su espíritu algo indómito, al cubrir de arañazos a las mujeres policías que, en definitiva, las controlaron.
Pasadas las siete de la tarde del martes, Mirta, de 21 años, atendía un salón de ventas de avenida Pellegrini 1009, a pocos metros de avenida San Martín, y a unos cien de la garita policial instalada en Sarmiento, sobre la vereda opuesta.
La comerciante estaba sola cuando entraron un muchacho y dos chicas. Mirta creyó que se trataba de clientes y se dispuso a atenderlos. Pero no tuvo tiempo de intercambiar una palabra con los clientes. El hombre se paró frente a ella y la encañonó con un revólver calibre 22.
Cuando la comerciante no había salido del estupor, un tremendo culatazo en la cabeza asestado por el intruso la paralizó. Al mismo tiempo una de sus cómplices cerraba con llave la puerta enrejada. "Como ya nos habían robado dos veces decidimos ponerle un cerramiento a la puerta", explicó Gustavo, el novio de Mirta.
Entonces, la chica quedó a merced de Cuchi y Luchi, las dos adolescentes de 16 y 17 años que no escatimaron ferocidad. Le anudaron al cuello "una soguita para embalar que usan los motoqueros" y le "arrancaron de una trompada el aro que tenía puesto en la nariz", contó la pareja de Mirta.
Después llevaron a la chica hasta el baño y la dejaron apoyada contra la puerta. Desde allí, Mirta pudo ver impotente cómo los ladrones saqueaban el comercio. Después de vaciar la caja, 200 pesos, el trío se apoderó, según una fuente policial, de "40 atados de cigarrillos, bijouterie y alhajas de la chica".
Los ladrones guardaron la mercadería en una caja de cartón y emprendieron el escape. Se subieron a un taxi y se fueron por Pellegrini hacia el este. Mirta logró zafar de las ataduras y salió a la vereda. Unos segundos después se sintió aliviada cuando divisó el paso de dos agentes de la brigada motorizada. Apenas la mujer les contó lo que había ocurrido, los policías salieron tras los pasos de los maleantes.

Con fiereza
Enseguida, los agentes vieron el taxi en el que escapaban los ladrones. Y lo interceptaron en Pellegrini y Laprida, cuando atravesaba la plaza López. Cuando el hombre y las dos mujeres se vieron cercados, se bajaron del auto y escaparon corriendo. No llegaron muy lejos: a los pocos metros, sobre uno de los caminos del espacio público, le cerraron el paso.
Allí el maleante se resistió al arresto y apuntó con el revólver a los uniformados. Un disparo intimidatorio sobre el suelo de unos de los efectivos lo aplacó y finalmente fue apresado. Cuchi y Luchi tampoco estaban dispuestas a entregarse y las mujeres policías debieron lidiar con los arañazos de las chicas.
Los agentes incautaron la mercadería robada. Conchita, como se lo conoce al ladrón en el mundo del delito, todavía tenía entre sus ropas el dinero sustraído y las alhajas de Mirta cuando los uniformados lo requisaron.
Los tres maleantes fueron conducidos a la seccional 5ª. Allí se estableció que Conchita se llama Carlos Flores y que registra numerosos antecedentes penales por robo a mano armada. Las dos chicas también tienen prontuario abierto.



Las chicas entraron y cerraron con llave la puerta. (Foto: Daniel Carrizo)
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