Año CXXXV
 Nº 49.655
Rosario,
jueves  07 de
noviembre de 2002
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Reflexiones
Conviviendo con la mentira

Raúl Eduardo Deangelillo (*)

Buscando apoyo popular, el presidente Duhalde nos miente cuando dice que "No se pondrá en riesgo al país para firmar con el Fondo". No es más que otra frase marketinera para conseguir apoyo popular como gran defensor de nuestra soberanía. La Argentina necesita urgentemente una reforma integral, tanto política como económica y social. La reforma política, que nadie quiere encarar, ni siquiera debatir, es la que permitirá realizar una profunda reforma económica, tendiente a obtener: 1) equilibrio presupuestario; 2) ajuste en el gasto de las provincias; 3) mejor distribución del ingreso; 4) eliminación de las seudomonedas provinciales; 5) reestructuración de la deuda externa con el mercado financiero internacional privado; 6) reforma tributaria integral; 7) en definitiva, el punto más importante, seguridad jurídica, que permita que tanto los capitales argentinos como los extranjeros se animen a invertir en este país.
Sin reforma política, el país no podrá encontrar un rumbo definitivo. Mientras tanto, todos los argentinos estamos presos de las disputas del justicialismo, que ponen en peligro las próximas elecciones. Dice Duhalde que "no pondrá en riesgo al país". Frase perfecta, y que sin duda obtendrá un apoyo unánime. Pero el país ya fue puesto en riesgo por Alfonsín, Menem, De la Rúa, Rodríguez Saá y finalmente por el propio Duhalde. Y ahora continúa en riesgo por Duhalde, Menem, De la Sota, Kirchner, Rodríguez Saá, Carrió, y muchos más que no vale la pena ni mencionar porque ya son más que conocidos por la ciudadanía.
Todos ellos, toda esa dirigencia corporativa de los partidos políticos tradicionales, está poniendo en riesgo al país, con sus mezquindades y egoísmos, con sus ansias de lograr el poder sin ningún proyecto y no saben para qué, o mejor dicho, sí lo saben pero no lo pueden decir.
Nadie habla de la verdadera reforma política que se necesita. Mientras tanto, nos mienten diciendo que el Fondo Monetario no nos quiere ayudar en la desgracia, transfiriendo en él la responsabilidad de la dirección política y administrativa de la Argentina.
Sin reforma política no existe proyecto posible o sustentable alguno. Cualquier proyecto emanado de la actual dirigencia, sin reforma política, carecerá del consenso necesario que logre la tan mentada seguridad jurídica. La falta de consenso político demostrada durante todo este año nos tiene a los argentinos en un estado de incertidumbre, igual que a los organismos de crédito internacional y a todo el mercado financiero privado.
La urgencia de la reforma política es indiscutible no sólo para acordar con el Fondo y poder así reestructurar toda la deuda externa, sino también para el normal desarrollo de nuestras vidas. Sin embargo, con total desparpajo y descaro, el presidente Duhalde insiste en que no hará reformas brutales. ¿Qué entenderá por brutales? ¿Será una reforma brutal la que elimine la lista sábana?, ¿Será brutal la que disponga la rendición de cuentas de los funcionarios electos? ¿Será brutal la reforma que posibilite la revocabilidad de los mandatos? ¿Será brutal la limitación en el gasto público de las provincias? ¿Será brutal una reforma que imponga la eficiencia en el gasto público?, y ¿será brutal la reforma que asegure la verdadera división de poderes?
Da verdadera lástima ver al presidente Duhalde actuando como si quisiera hacerse el héroe al rechazar las peticiones del Fondo Monetario Internacional. ¿Realmente le interesará no poner en riesgo al país? ¿O será que sólo le interesa pasar a la historia como el presidente que logró llegar en forma ordenada a la elección de un nuevo Poder Ejecutivo, aunque ello no solucione absolutamente nada? De ser así será una muy pobre ambición, en desmedro de las imperiosas necesidades de la Argentina.
Tampoco es cierto que el Fondo Monetario esté exigiendo que se aumenten los impuestos. Lo cierto es que el Fondo Monetario, igual que todos los argentinos, pide que se disminuya el déficit fiscal, y ante esta petición el gobierno argentino dice que no se pueden disminuir los gastos. Por consiguiente, la única forma de disminuir el déficit sería aumentando impuestos, lo que coincidiendo con el gobierno ya no es posible en un país con recesión crónica desde hace ya cuatro años.
Es tiempo de cambios profundos, pero nuestra dirigencia no lo entiende así. Como dijo Duhalde: "Que Dios nos ayude"... Sí, pero a cambiar de dirigentes.
(*) Abogado


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