A Central le secuestraron el alma. Y los hinchas quisieron pagar el rescate. Pero lamentablemente quienes tenían que hacerlo eran los jugadores y el cuerpo técnico. Justamente los mismos que, excepto las honrosas excepciones de Castellano y Mandra, ayer parecieron más cómplices de los captores que víctimas. ¿Por qué? Porque los futbolistas deben demostrar aunque sea un mínimo de actitud para enfrentar la situación. Deben comprender que la defensa de un técnico no es obra de la retórica, sino producto del esfuerzo en la cancha. Tienen la obligación de entender que su club, el mismo que los emplea y los sostiene, se está jugando la dignidad de pertenecer a un nivel que costó una larga historia. Y que bajo ningún punto de vista puede ser dilapidado por la inexplicable impotencia que evidenció el conjunto cuando Estudiantes lo superó por 2 a 1.
Y esto también es responsabilidad de un cuerpo técnico, que debido a la expulsión de Cárdenas arrancó el complemento improvisando (por no ubicar a un zaguero en el banco) una línea de cuatro y ratificando el esquema de dos delanteros dejando desprotegida la zona de volantes, espacio por el que se divirtió el experimentado Pompei para convertir al Estudiantes de Malbernat en un conjunto ultraofensivo, vaya paradoja. Porque difícilmente los platenses hayan dispuesto en otros encuentros de las posibilidades que tuvieron ayer frente a Central. Por eso, los resultados no son obra de la mala suerte ni de la casualidad, son consecuencia de los aciertos y de los errores.
Menotti permaneció quieto y silencioso en su banco durante el complemento, sin la mínima reacción para ordenar un cambio y aferrado a un capricho que llama convicción que determinó que Barros Schelotto terminara como suplente. A la sazón uno de los futbolistas más productivos en los últimos compromisos.
Lo expuesto ayer por los canallas fue más de lo mismo, porque arrancaron con determinación pero terminaron con resignación. Porque después de que Marcelo Quinteros clavara el golazo de la apertura, otra vez el equipo ratificó su enorme incapacidad para defender y sostener la ventaja. Más aún cuando se quedó con diez. Y mucho más cuando el técnico falló en las variantes que realizó en el vestuario.
Por eso la frustración se agrandó en el complemento y empezó a meterle miedo a la ilusión. Y con la desnutrida imagen que comenzó a devolver Central la debacle ya no era sorpresa. Pompei parecía un pibe de 20 que se recreaba como en el potrero. Y a partir de él llegó el empate, cuando se la cedió a Aquino para que dispare el misil que dejó chiquito al Rifle.
La gente alentó a rabiar. Pero a esa altura el alma ya viajaba en el auto de los secuestradores. Hecho que fue confirmado cuando Colotto avisó a todo el estadio que Central sumaba su noveno partido sin ganar.
No hay espacio para más palabras. Alguien tendrá que pagar el rescate. Y si bien el técnico tendrá que hacer un aporte a la causa, los que más deberán sumar son los futbolistas. Porque por más buen negociador que traigan, lo cierto es que el alma está ausente, y los jugadores deben apurarse antes de que desaparezca hasta la señal de vida.
Síntesis
R. Central 1: Castellano 7; Ferrari 4, Talamonti 5, Cárdenas 3 y Rivarola 4; M. Quinteros 5, D. Quinteros 4, Pino 4 y De Bruno 4 (46' Papa 4); Mandra 7 y Figueroa 3 (46' Delgado 2). Suplentes: Manchado, Gustavo B. Schelotto y Arriola. DT: César Menotti.
Estudiantes 2: Docabo 6; Colotto 6, Quatrocchi 6 y Angeleri 5; A. Donnet 5, Aquino 7, Gelabert 6 y Krupoviesa 6 (71' Kmet); Pompei 8 (89' H. Cardozo); Farías 4 y Pavone 4 (77' Zuñiga). Suplentes: Tauber y Pajuelo. DT: Oscar Malbernat.
Estadio: Gigante de Arroyito.
Arbitro: Gabriel Brazenas (4).
Goles: 16' M. Quinteros (RC), 56' Aquino (E) y 71' Colotto (E).
Expulsado: 40' Cárdenas (RC).
Amonestados: Talamonti, D. Quinteros, Pino y Mandra (RC); Angeleri, Donnet y Krupoviesa (E).
\
La Ciudad
