Año CXXXV
 Nº 49.641
Rosario,
jueves  24 de
octubre de 2002
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Música/Crítica
Melodías que apuntan al corazón

José L. Cavazza / La Capital

Hasta que no se encuentre una palabra mejor digamos que se trató de un recital de jazz. Sin embargo hay que aclarar desde el vamos que los franceses Richard Galliano y Michel Portal en su presentación en El Círculo desplegaron una música apuntando directamente al corazón, alejada del exceso intelectual que tiñe a una buena parte del jazz actual, a base de un sonido pintado por una melancolía propiamente europea.
Galliano en acordeón y Portal en saxo soprano, clarinete, clarinete bajo (el clarón, un instrumento poco visto por estas tierras) y bandoneón, son hoy nombres de primer nivel de la música popular de Europa, a pesar de que en Argentina son casi desconocidos.
El recital -basado en la presentación del disco "Blow Up" editado en 1997- se plantó sobre tres pilares fundamentales: primero, la música parisina valseada (musette), modernizada a través de variaciones rítmicas (new musette, un invento que le pertenece a Galliano); segundo, la relectura del tango en general y en particular del nuevo tango de Astor Piazzolla, adecuada a la sensibilidad del acordeonista, que demostró virtuosismo en su digitación aunque con una lectura bastante lineal del pentagrama piazzolleano. De todos modos, nada es tan definido en el horizonte musical de este talentoso dúo: los sonidos populares parisinos y porteños muchas veces se mezclaron, superponiéndose y logrando una música perfectamente personal, dibujando los grandes bulevares cruzados por el caminito boquense. El tercer pilar (sólo en un par de temas) se asentó sobre la sensualidad de la música del brasileño Hermeto Pascoal, con un acordeón fogoso y el vuelo creativo de Portal soplando el clarón, buscando siempre fronteras nuevas y sonidos guturales en los tonos bajos. Todo un hallazgo y quizá los mejores momentos de la noche.
La intensidad melódica prevaleció en el recital, sobre todo en las composiciones de Piazzolla ("Libertango", "Adiós Nonino", "Oblivion" y "Chiquilín de bachín", donde su acordeón cromático sonó como un organito) y en los temas con los que Galliano tributó al gran Astor, con un instrumento que muchas veces alcanzó los registros oscuros y expresivos del bandoneón. Obviamente, faltó la vitalidad rítmica propia de los combos de jazz.
Sin dudas, Galliano renovó el sonido del acordeón, un instrumento a veces subestimado y maltratado. Es más, a veces el sonido que encuentra no parece provenir de un acordeón, evitando esa voz quebradiza que caracteriza al instrumento que en estas tierras representa como ningún otro al chamamé. El francés lo exprime como si fuera una naranja, crea situaciones inhabituales, le roba notas abundantes y arrolladoras, y juega con todas sus posibilidad expresivas. Por otra parte, el acordeón parece ser la mejor voz de la geografía a la que pertenece Galliano, evocando al París entrañable de los grandes bulevares y callejuelas, los bistrots y los bailes populares.
A pesar de que ambos músicos lograron una perfecta coordinación en sus diálogos, el recital pareció estar comandado por Galliano, sobre todo si se tiene en cuenta de que el sonido del recital favoreció siempre al predominio del acordeón. De todos modos, de los dos músicos, el iconoclasta Portal fue el menos previsible. De sus instrumentos (salvo en su acotada interpretación del bandoneón) sólo nacieron mundos fantásticos y llenos de matices, como rebrotes de su pasado en el free jazz; inventando un juego fronterizo y siempre riesgoso. Galliano, en cambio, fue puro virtuosismo de pulsación, fogosidad y delirio. Las dos caras de la nueva música francesa.



El francés Richard Galliano y su acordeón.
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