Año CXXXV
 Nº 49.621
Rosario,
viernes  04 de
octubre de 2002
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El último desaparecido del Proceso
Cambiaso: "Para mí es peor vivir en este estado de injusticia que afrontar mi propia muerte"
Lo había dicho el dirigente peronista, quien pasó casi ocho años preso por haber luchado contra las dictaduras

Eduardo Valverde / La Capital

La militancia y el holocausto del dirigente de la izquierda peronista Osvaldo Agustín Cambiaso, secuestrado y posteriormente fusilado a sangre fría por un grupo de tareas de la Policía Bonaerense cuando declinaba la dictadura procesista, reproduce a grandes rasgos el periplo vital de toda una generación, que tenía entre sus planes impostergables el anhelo de vivir en una sociedad donde la justicia fuera el estado natural de las cosas.
En una oportunidad le había confesado a una de sus hermanas que, pese a temer por su vida, para él era "peor vivir en esta injusticia, que afrontar mi propia muerte". Toda una actitud frente al mundo que era moneda corriente entre los luchadores sociales que le dieron un perfil indeleble a los años 70.
Sus hermanas Gladys y Ethel dialogaron extensamente con La Capital, para trazar un perfil del fundador en Rosario de Intransigencia y Movilización Peronista (IMP), luego de presentar ante la Justicia federal un escrito para que sea reabierta la investigación en torno al operativo ilegal que culminó con su muerte y la del dirigente montonero Eduardo Pereira Rossi. El pedido se formuló luego de que este diario publicara los documentos secretos que permanecían en el Departamento de Estado norteamericano.
-¿Cuál fue la trayectoria política de Osvaldo?
Ethel: Era el segundo de los tres hermanos. Se recibió de ingeniero químico en Santa Fe, donde comenzó a dar clases en la universidad, al tiempo que inició su militancia política en las filas del justicialismo. Fue un joven que luchó, junto con sus compañeros de la izquierda peronista, contra las numerosas dictaduras militares que asolaron a la Argentina por esos años. Cayó en prisión por primera vez durante el gobierno de facto del general Alejandro Lanusse.
Gladys: En los años setenta militó en lo que se denominó Peronismo Auténtico y, posteriormente, en el Peronismo Revolucionario.
-¿Cuándo y cómo sale de su primera prisión?
E.: Recuperó su libertad como consecuencia del indulto decretado en 1973 por el recién asumido presidente Héctor Cámpora. Luego retomó su militancia y comenzó a ser perseguido en forma sistemática por la Triple A durante el último tramo del gobierno de Isabel Perón.
-¿Cómo termina esa persecución?
E.: Ya en la clandestinidad, se accidentó en el norte y fue nuevamente detenido con doble juego de documentación en su poder. Se lo condenó por asociación ilícita y fue trasladado a la cárcel de Coronda, ya durante la dictadura videlista.
G.: Nosotros lo estuvimos buscando como dos meses, en que estuvo desaparecido, hasta que finalmente dimos con él en el penal corondino, en un estado de salud lamentable y movilizándose en silla de ruedas. Entonces nos enteramos de que había ingresado a Coronda con diagnóstico de muerte en 24 horas, donde no lo atendieron y lo tiraron en un rincón de su celda. No obstante, en ese estado, les comunicó a sus compañeros que se ponía al mando de las fuerzas de origen peronista en el penal.
-¿En qué circunstancias se produjo su liberación?
E.: Le habían dado seis años por asociación ilícita. Su condena se cumplió a mediados del 82, en plena Guerra de Malvinas, pero fue puesto a disposición del Poder Ejecutivo nacional (PEN).
G.: Entonces, por presión de la solidaridad internacional, el 18 de mayo de 1982 fue colocado bajo el régimen de libertad vigilada, con lo cual debía presentarse periódicamente ante las autoridades policiales para dar cuenta de sus actividades y paradero. Entonces se radicó con mis padres en Pérez, en tanto trabajaba en Rosario en un taller de fotomecánica, ubicado en Paraguay y San Lorenzo. Cuando terminó la vigencia del régimen de libertad vigilada comenzó las tareas de fundación de la sede rosarina de la agrupación Intransigencia y Movilización Peronista. Fue precisamente en una de esas reuniones políticas planteadas por la agrupación que cayó en la trampa del bar Magnum, que le costó la vida.
-¿Qué recuerdo dejó?
E.: Fue un ser humano excelente, muy respetado y querido por todos sus compañeros de militancia, que pueden dar testimonio de ello. Fundamentalmente fue un incansable luchador por la justicia social. Cuando una vez le señalé que ponía permanentemente en riesgo su vida, me dijo: "No creas que no le temo a la muerte. Pero, para mí, es peor vivir en este estado de injusticia que afrontar mi propia muerte".



Compañeros de militancia de Cambiaso llevan su féretro.
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