Año CXXXV
 Nº 49.608
Rosario,
sábado  21 de
septiembre de 2002
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Más impuestos amenazan al sector agropecuario

Susana Merlo

Como si el sector agropecuario fuera un gran barril sin fondo, las autoridades nacionales (o al menos algunos de sus funcionarios), planean nuevos gravámenes para compensar, por un lado, la falta de achicamiento de los gastos públicos y, por el otro, el déficit fiscal ocasionado en parte por la razón anterior, y también por la casi estructural ineficiencia que subsiste en términos de recaudación.
Quieren hacer un "puchero con la gallina de los huevos de oro", señalábamos hace unas semanas atrás y, lamentablemente, pareciera que así va a ser. A la amenaza siempre latente de un aumento de las retenciones, especialmente en rubros que afectan la canasta familiar como harinas, aceites y carne, entre otros, se suma ahora la posibilidad de una rebaja de 50% en el IVA (que dejaría a los productores agropecuarios con un crédito estructural de este gravamen), y la resistencia a corregir otras alteraciones surgidas tras la devaluación y la pesificación, tal el caso, de la actualización en los índices del impuesto a las ganancias.
"El Estado no quiere aparecer como el gran indexador de la economía", tratan de justificar desde el sector oficial, reconociendo implícitamente que está mal, pero que "la culpa la asuma otro".
El problema que hoy se enfrenta es que el gobierno se está yendo, con lo cual sólo intenta solucionar el problema de coyuntura sin considerar demasiado lo que ocurrirá dentro de unos meses, cuando la responsabilidad ya la tendrá otro equipo oficial. Se apela, entonces, a las soluciones más simples o cómodas, sin medir demasiado las consecuencias que traerán aparejadas estas decisiones.
Lo que sorprende no es justamente que desde el campo se esté alertando sobre estas cuestiones sin prácticamente ningún resultado, sino que los principales candidatos a ocupar el sillón de Rivadavia en el 2003 no estén protestando fuertemente por la "herencia que recibirán", si no hay correcciones pronto de algunas de estas cuestiones.
Gane quien gane, ¿qué se supone que hará con una caja vacía, con deudas impagas por más de un año y con tarifas atrasadas? ¿qué salida puede tener?, ¿está dispuesto a correr con todo el costo político de lo que no se hizo en tiempo y forma?.
Lo más probable es que deba incrementar gravámenes, al menos para contar con algunos ingresos y, obviamente, uno de los sectores que deberá afrontar esos pagos será, como siempre, el campo.
Pocos o ninguno piensan en la producción que se pierde por asignar estos dineros a cubrir déficits oficiales en lugar de que sean destinados a obtener más granos, carne, miel o madera.
Pocos calculan los mayores ingresos impositivos y la reactivación económica en infinidad de sectores que genera un aumento de producción. Pocos miran la totalidad del país. Más vale se cierran solamente sobre unas pocas manzanas de Buenos Aires, la parte más densamente poblada del conurbano bonaerense, como si de allí proviniera alguna producción o algún ingreso genuino.
En todo caso, para el empresario del campo, aunque siga apostando para adelante, incluso porque no tiene muchas otras alternativas, es muy difícil hoy tomar una decisión o planificar sus futuros pasos. Simplemente porque no puede saber cuales serán sus ingresos. Y ya no sólo por la variables propias de la actividad como los precios internacionales o el clima, sino también porque le cambian las reglas de juego permanentemente e, incluso, en forma retroactiva. Y es bien sabido que, sin estabilidad y sin seguridad jurídica, pocos son los proyectos genuinos que se hacen viables.


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