La ballena franca austral ya llegó a las aguas de Península Valdés. Ellas atraen a miles de visitantes de todo el mundo. Pero los cetáceos no son el único atractivo de la zona. Cerca de la península, desde la localidad de Trelew se puede visitar la colonia de pingüinos de Punta Tombo, embarcarse para avistar a las toninas overas, o bien disfrutar un exquisito té en la colonia galesa de Gaiman.
A 1.638 kilómetros de Rosario y 67 de Puerto Madryn se sitúa Trelew, la tercera ciudad de la provincia de Chubut en cuanto a densidad de población. Su nombre deviene de una palabra galesa que significa "pueblo de Luis". Desde esta ciudad se realizan excursiones a la pingüinera de Punta Tombo, Playa Unión, dique Florentino Ameghino, Gaiman, Dolavon y el bosque petrificado Ameghino.
Las calles de Trelew, que antaño habitaban los galeses, guardan señales de una fuerte tradición celta. Además de la estación de trenes, alrededor de la cual se desarrolló la ciudad, no se puede dejar de visitar el Museo Paleontológico Egidio Feruglio (MEF). Se trata de la muestra más importante de Sudamérica que invita a un recorrido a través del tiempo.
En un edificio inaugurado hace 3 años, se exhiben los primeros signos de vida registrados en el planeta. En una retrospectiva se pueden ver desde el hombre primitivo que habitaba la zona con sus instrumentos de caza, hasta los inicios del universo y las primeras plantas terrestres y marinas.
El asombro se adueña del público al contemplar las gigantes estructuras óseas de los dinosaurios que habitaban la zona hasta 65 millones de años. A partir del hallazgo de fósiles, los investigadores que trabajan en el museo reconstruyeron la historia milenaria y dieron lugar a un espacio educativo para todas las edades. Con el tiempo el lugar se ha transformado en un referente internacional en la materia.
El MEF también propone un recorrido por el Parque Paleontológico Bryn Gwyn, ubicado sobre la margen sur del río Chubut. Allí se recorren 40 millones de años de historia geológica.
Tradición con sabor a té
El desembarco de los galeses, en 1865, marcó el desarrollo de la región. Gaiman, a sólo 15 kilómetros de Trelew es una colonia galesa donde aún se conservan las tradiciones. Cuentan los habitantes de la zona que los galeses que llegan de vacaciones a la península se acercan al poblado para revivir las tradiciones de sus abuelos.
En esta pequeña localidad, de casas antiguas con ladrillos a la vista y grandes ventanales, viven cerca de 5.000 habitantes, que comparten sus tradiciones, entre ellas las mesas de té, que se sirve con tortas y dulces caseras.
Tampoco faltan las tazas de porcelana, las teteras cubiertas y las mermeladas caseras, elaboradas con las frutas de las chacras de la zona. Servido por anfitrionas vestidas con trajes típicos, la infusión cobra un sabor especial, inolvidable. En una de las casas de té se guarda un recuerdo especial, ya que allí merendó Lady Di.
Mientras en Puerto Pirámides las ballenas son las protagonistas excluyentes, en el puerto de Rawson son las toninas overas las que ocupan el trono de la seducción natural.
A 25 kilómetros de Trelew, por la ruta Nº 3 se llega hasta Rawson, la capital de Chubut. En el puerto, donde las cantinas de mariscos deleitan a los visitantes, las embarcaciones zarpan al mar para avistar a las toninas overas, que habitan en la zona desde abril a diciembre.
Luego de navegar unos mil metros se llega a la desembocadura del río Chubut en el océano Atlántico, zona conocida como Bahía Engaño, donde hacia el sur se encontrarán las toninas. Estos animales son mamíferos poco comunes, que pertenecen a la familia de los delfines. De color blanco y negro, miden 1,5 metros de largo. Curiosas, se acercan a la embarcación y muestran sus destrezas saltando o nadando a toda velocidad.
Colonia de Punta Tombo
Por otro lado, en la reserva natural Punta Tombo, a 107 kilómetros de Trelew, se encuentra la mayor colonia continental de pingüinos del mundo. Ellos reinan desde agosto hasta abril en la estrecha franja que penetra en el mar. Estas aves marinas pasan la mayor parte de su vida en el agua. A finales de agosto llegan los machos y las hembras al continente para reproducirse. Allí el macho busca a su pareja anterior (son animales monogámicos) y arman entre los dos el nido. Luego, se turnan para incubar los huevos, y mientras uno los cuida, el otro va al mar en busca de comida.
En noviembre se producen los primeros nacimientos. Durante el recorrido a pie por el lugar, los pingüinos se cruzan en el camino. Es importante no tocarlos ni molestarlos, porque utilizan sus fuertes picos paras defenderse.
Los animales marinos y el paisaje patagónico, junto con la exclusiva atención de los lugareños, especialistas en el cuidado de la naturaleza, hacen de esta visita un recuerdo imborrable, cargado de enseñanzas y sentimientos. Ellos se encargan de demostrarnos que nuestro país tiene muchas riquezas invalorables que siguen dándole vida.