Año CXXXV
 Nº 49.499
Rosario,
martes  04 de
junio de 2002
Min 8º
Máx 17º
 
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cartas
En defensa de una sala de arte

Como artista plástica y docente que realiza su labor en esta ciudad, me hago eco de la nota del ingeniero Federico Romeu, publicada en el mes de abril en La Capital, en la que daba cuenta de la penosa situación económica por la que atravesaba la Biblioteca Popular Mitre -situación que impediría desarrollar su 55º Ciclo Cultural- y solicitaba apoyo para poder continuar la obra. Lejos de desconocer la acuciante situación que atraviesa el país y la existencia de prioridades en la solución de los problemas, la cultura no es el menor de ellos y junto con el trabajo, la salud, la educación conforma los pilares en que se asienta una sociedad justa y libertaria. En 1938 la sala de arte inició el Ciclo Cultural de la Biblioteca, fecha que la convierte en una de las más antiguas que aún subsisten en la ciudad. Figuras señeras como las del Grupo Litoral; como Juan Grela, como expositor y profesor en el dictado de cursos o el arquitecto Hilarión Hernández Larguía, en cursos como "La deformación en la plástica"; prestigiaron su tribuna. La gente del barrio se relaciona con los pintores y creadores de distintas disciplinas: esculturas, grabados, fotografías, audiovisuales, que desarrollan su labor en la ciudad y contribuye al fortalecimiento de nuestra identidad. Obras de Juan Grela, Giacaglia, García Carreras, Ambrosio Gatti, Elizalde, Gilioni, Rique, Macciavelli, Sívori, Aragone, M. Martínez, conforman una nutrida pinacoteca. Nadie ignora la denodada dedicación que exige el funcionamiento de una institución de esta índole que persiste en el tiempo gracias al generoso esfuerzo de un grupo de personas, pocos ignoran también lo que las bibliotecas populares aportan a la educación y cultura de la ciudad. Entre los que no estiman su importancia están los funcionarios de turno, que confunden educación y cultura con espectáculos y regatean o niegan el magro presupuesto educativo dedicado a estas instituciones no cumpliendo mínimamente con lo estipulado por ley. Alguna vez esta eterna olvidada, la cultura, recibirá el tratamiento que se merece y será reconocida como el mundo propio del hombre, partícipe ineludible del proceso de transformación del hombre y su mundo, donde las bibliotecas populares tendrán mucho que hacer y decir.
Profesora Clelia Barroso


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