Año CXXXV
 Nº 49.499
Rosario,
martes  04 de
junio de 2002
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Postales del Mundial: Del metegol al laboratorio
El separar las patadas y atajadas de los aspectos emotivos hizo añicos el juego de la pelota

Alfredo Montenegro / La Capital

Desesperados empresarios de la Fifa se sostienen de sus celulares para no caer ante el apurón para que todo sea prolijo. No les preocupan las pelotas infladas y los bidones con agua. El desafío está en introducir reformas a los análisis antidóping, buscan que -aunque sea en los octavos de final- se implementen pruebas que detecten jugadores que se dejan remontar por las pasiones.
El uso de drogas es tan fácil de ocultar como de no ver cuando no conviene. Son escasos los deportistas que fueron emboscados por las pruebas antidóping. El rápido de Carl Lewis decía en Sydney: "Los dirigentes mienten, los controles no funcionan porque ellos no quieren que funcionen. El deporte está sucio".
La droga llega a las canchas como consecuencia de la historia de explotación de un gran negocio. El fútbol profesional es un bien de mercado que para ser rentable exige una alta productividad. El juego se basa en el accionar de líneas productivas, los empleados -la muchachada al galope- debe encastrar un elemento nuevo en el proceso destinado a elaborar un gol. Al pasar la pelota sobre la cinta cada miembro del equipo productivo tiene una faena específica que no puede abandonar porque una distracción es fatal para lograr el objetivo. La planificación es vital para un mayor aprovechamiento de la inversión, así hasta los festejos de los goles son parte del bendito trabajo de la semana.
Frederick Winslow Taylor diferenció las tareas de creación de las de ejecución en el proceso productivo. Al concebir la organización de la producción como una tarea mecánica los gerentes pueden controlar mejor a los directivos, carrileros, volantes, alcanzapelotas, barras bravas, entre otros. Organización semejante al juego del metegol: muñecos aferrados en línea bajo un estricto control hegemónico.
El separar las patadas y atajadas de los aspectos emotivos hizo añicos el juego de la pelota creado por artesanos, malabaristas, tránsfugas y atorrantes que liberaban sueños con sólo darle pie a una cosa redonda de cuero, goma, medias o papel abollado.
Además de exigir una mayor productividad -"si no ganan no cobran", les decía Barrionuevo a los empleados de su Chacarita-, implementaron el trabajo infantil, el tráfico de menores y los encierros en las concentraciones.

Jugadas biotecnológicas
Con el desarrollo de la ciencia, el imperialismo futbolero se orienta hacia las nuevas tecnologías productivas como la biotecnología o la ingeniería genética. Se trata de alterar el material genético para lograr un superhombre al modificar las características hereditarias de un organismo en un sentido confabulado.
Hormonas artificiales, eritropoyetina, esteroides anabolizantes, entre otras, no ponen en peligro la salud de los negocios. Esas sustancias -si bien pueden producir cáncer e infartos- son las que aseguran campeonatos, medallas de oro y plata, nuevos contratos, avisos publicitarios y otros bienes redituables.
Pero las emociones son incontrolables. El fervor es el estimulante más contundente y menos manipulable que puede desbaratar algunos negocios. El problema actual de los empresarios del fútbol es cómo detectar la existencia de las extrañas sustancias que desencadenan actitudes emotivas.
Imagínese la pérdida económica que produciría un jugador que se quitara el gorrito con la publicidad, a la hora de la foto, para calzarse uno con el nombre del equipo que tenían allá en el campito.
Apasionizantes, enardecientes, exaltantes, arrebatantes y emocionantes, son sustancias que no se orinan pero se llevan en la sangre. Sus portadores desobedecen la mezquindad de la especulación y desatan caños, sombreritos, paredes y goles no previstos en los pizarrones de los laboratorios.
Si el señor árbitro cae bajo los efectos del fervor puede llegar a cobrar un gol tras presenciar una gran apilada de burdos defensores, amonestar a un tipo que juega 90 minutos sin reírse o expulsar a un delantero que no fue capaz de bajar en un corner.

Falsificaciones
Las emociones suelen lograr un mayor rendimiento, pero en un Mundial, además del triunfo se busca falsificar la cuestión deportiva en una causa política. El país que gana es un país exitoso aunque sea una colonia explotada. Sólo cada cuatro años la globalización se descuida y deja que algunos morenos puedan volver a engalanarse con las camisetas de sus seleccionados, en un aparente ejercicio de soberanía. Pero, no faltará el día en que exijan más enérgicamente el derecho de propiedad sobre los habilidosos. Por su parte, hasta los más xenófobos y controladores de inmigrantes se levantan para aplaudir a los morochos que sus colonias les proveen.
Quizás los amos del fútbol no logren controlar las emociones del gentío y se contenten con desviarlas para el lado de sus negocios. Pero la materia prima de todo juego es la pasión y esos sentimientos difíciles de encauzar o digitar porque no responden a lo racional. Son sueños disparatados que, como los partidos, hay que jugarlos.



(Ilustración: Héctor Beas)
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