Año CXXXV
 Nº 49307
Rosario,
miércoles  21 de
noviembre de 2001
Min 17º
Máx 28º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





cartas
Santo argentino

San Héctor Valdivielso Sáez, argentino, hermano de La Salle, canonizado por Juan Pablo II, el 24 de noviembre de 1999. Sí, señora, señor, leyó bien, un argentino santo. ¿Le parece raro, no? Usted que siempre dice: ¿habrá algún argentino que sea honesto, que cumpla con su palabra?, y cosas por el estilo. Con el debido respeto, escribo estas líneas con el preciso objetivo de sorprenderlo. A usted, estimado lector, que quizás tropezó, despistado, con estas palabras, no pretendo contarle los detalles de la vida de este tal Héctor, porque eso implicaría aburrirlo y no permitirle continuar con su angustiante (o tal vez tranquilizante y aliviante) lectura de las desgracias ajenas y las noticias repetidas. Sí pretendo decirle lo que pienso. Héctor Valdivielso fue un héroe. Pero de verdad. Fue un ejemplo de coherencia y de verdadera valentía. Con miedos y con inseguridades, como todos los héroes en serio. Seguramente, habrá sentido algo raro cuando con sus 24 años tuvo que dejarse llevar al cementerio, cavar su propia tumba y pararse frente a ella para luego ser asesinado. Pero él sabía que no tenía por qué escapar. El no era una rata que debía huir. Era alguien que respiraba fe y que trabajaba con y para la verdad. Y déjeme decirle que, como él, vivieron y viven miles de argentinos y argentinas, pero que no acostumbran aparecer en los programas de chimentos, tal vez por eso usted no ha tenido el agrado de conocerlos. O en una de esas, oyó nombrar a alguno de ellos, pero ya se olvidó. Las opiniones de Héctor también lo llevaron a su muerte, pero él estaba orgulloso de ser un "propagandista católico". Quiero agradecer a La Capital por permitirme aprovechar este pedacito de la democracia que nos queda, que es la libertad de expresión, porque la voluntad, el gobierno y el bienestar de la gente (y me refiero a la gente humilde, justa y trabajadora) está esperando resucitar algún día. Mientras tanto, podríamos trabajar todos juntos y ayudarnos entre nosotros para estar mejor.
Emanuel Berro, alumno del Instituto La Salle


Diario La Capital todos los derechos reservados