Año CXXXV
 Nº 49307
Rosario,
miércoles  21 de
noviembre de 2001
Min 17º
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Editorial
La Iglesia advierte

Por intermedio de un enérgico documento, que deja bien a las claras cada uno de los matices de su posición, la Conferencia Episcopal Argentina realizó una severa advertencia sobre los efectos de la corrupción en el país, a la vez que hizo una encendida defensa de la continuidad del orden democrático.
Ocurre que, tal como adecuadamente la calificó la curia en el escrito mencionado, la crisis que está atravesando -y padeciendo- la Nación es "inédita". Acaso sólo aquellos memoriosos que, reflexivos, llaman la atención sobre los devastadores efectos de la gran depresión del treinta, dan en el blanco a la hora de establecer comparaciones o simples puntos de referencia para entender lo que pasa. Pero resulta claro que desde entonces es mucha el agua que ha corrido bajo los puentes y el mundo es muy otro, así como nuestro país.
La Iglesia, como le corresponde, se sitúa del lado de los más humildes, aunque sin abandonar la impronta de equilibrio de la que suelen hacer gala sus manifestaciones públicas. Aunque los puntos, sin duda, han sido colocados con absoluta contundencia sobre las íes. Se torna necesario negociar de manera "justa y equitativa" las condiciones para el pago de la deuda externa, asevera, ya que "no cabe en la cabeza de nadie" que por cumplir "muera un pueblo entero". Se trata, por cierto, de simple y bienvenido sentido común, en el marco de un mundo donde las desigualdades crecen a pasos agigantados y cada vez se vuelven más numerosos los países cuyo producto bruto desciende año tras año, en ocasiones abruptamente. ¿Es que alguien puede negar la magnitud del esfuerzo que está realizando el pueblo argentino? El último ajuste del que fueron víctimas los estatales y jubilados brinda, en tal sentido, un categórico testimonio.
Pero al parecer no alcanza. ¿Algo alcanzará?, es la pregunta que no se hacen pocos. Porque la misma brecha que se abre, a nivel planetario, entre el poderoso Norte y el pauperizado Sur, se reproduce en la geografía argentina, separando a "los que tienen mucho de multitudes que viven en condiciones por debajo del mínimo que requiere la condición humana", citando al mismo documento episcopal.
Claro que, por su propio rol, la Iglesia puede advertir, solamente. En manos de aquellos que tienen en sus manos las decisiones políticas cabe la gigantesca responsabilidad de guiar a los argentinos por un camino que los extraiga del pantano en el que han caído. Y allí, justamente, es que la democracia proporciona el mejor de los reaseguros: sólo a través de los resortes que ella proporciona podrá el pueblo encontrar a aquellos que acompañen y den sentido a su sacrificio.


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