A pesar de sus 91 años, Enrique Pira parece tener las mismas fuerzas con las que vino al barrio Bella Vista Oeste cuando era adolescente. Fue uno de los primeros habitantes de la zona. Con su oficio de albañil levantó su casa y también le dio una mano a las de otros. Gracias al apoyo recibido por las empresas que había en la zona, apisonó las primeras calles que se diseñaron y embaldosó varias veredas. Sus manos y su rostro son el fiel reflejo de aquel trabajo duro y al sol. Cuenta que en esa época era tan común caminar sobre el barro como no tener agua o luz, que luego llegaron por la lucha de un grupo de vecinos. Don Enrique vio cómo al barrio no le llegó el despegue definitivo por la amenaza siempre latente de la expropiación. Por eso cree que no hay tantas instituciones como iglesias o escuelas en el sector. Hoy vive sus días a pleno, con la gente que nunca quiso dejar y siempre con algo para hacer, como vender huevos en la puerta de su casa.
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