Año CXXXIV
 Nº 49.304
Rosario,
domingo  18 de
noviembre de 2001
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Análisis: El "sepulturero" De la Rúa

Mauricio Maronna

El presidente Fernando de la Rúa parece corroborar en los hechos lo que se rumorea en los pasillos: se decidió a gobernar con las corporaciones.
El desplazamiento de Patricia Bullrich del Ministerio de Trabajo y la posterior aceptación de su renuncia elevaron hasta el paroxismo la felicidad de los cuestionados popes sindicales, en el mismo momento en que el gremialismo es la institución con peor imagen de la Argentina.
Al dejar caer a la dama, el jefe del Estado cerró filas con la UCR, cediéndole los ministerios de Trabajo y Seguridad Social. Tiró por la ventana a la funcionaria que se había atrevido a desafiar los privilegios de los Gordos, obligándolos a que sus jugosos patrimonios salgan a la luz. ¿Es acaso una casualidad que Alfonsín se haya olvidado por estos días de sus diatribas contra el modelo y el rumbo del gobierno?
La partida de Bullrich dejó en la más absoluta de las orfandades a Domingo Cavallo, el llanero solitario de un gabinete minimalista y gris, ahora sí a imagen y semejanza del presidente.
"De la Rúa no sabe gobernar, no tiene liderazgo, su gestión es un desastre pero enterró a todos los que le quisieron hacer sombra. A esa sí que la sabe hacer", hizo catarsis ante La Capital un gobernador justicialista. El análisis no deja de tener una pulimentada lógica si se repasa la lista de funcionarios que, además de Bullrich, recibieron la extremaunción política: Chacho Alvarez, Rodolfo Terragno, Juan Llach, Federico Storani, José Luis Machinea, Graciela Fernández Meijide, Juampi Cafiero (y sigue la lista).
El primer mandatario licuó su poder político, pero también convirtió en cenizas a la Alianza y su Carta a los Argentinos, un catecismo que sólo sirvió para desplazar a Carlos Menem del poder.
"Ahora les largamos a Menem para que les haga un zafarrancho a ustedes, que parecen tan disciplinados a la hora de declararnos la guerra", le dijo un influyente operador radical a un diputado justicialista, blanqueando la alegría que embarga a los delarruistas y a los alfonsinistas más rancios por la inminente liberación del caudillo riojano.
A cualquier buen lector de las entrelíneas del poder no le debe haber pasado desapercibida la descarnada confesión que la bellísima Cecilia Bolocco hizo a este diario durante su paso por Rosario: "De la Rúa le dijo a Eduardo Menem que quería que Carlos esté libre, y que no lo llamaba para saludarlo porque los teléfonos del presidente están pinchados".
La calma chicha de la interna peronista se romperá la semana próxima cuando un fantasma empiece a recorrer el país. "Voy a caminar pueblo por pueblo la provincia de Buenos Aires. La guerra contra Duhalde ya está declarada", les dijo Menem a sus íntimos, frotándose las manos por lo que vendrá.
Habrá que esperar ese momento para saber si es verdad que, como decía Perón, "los justicialistas son como los gatos, que parecen que se están peleando pero en verdad se reproducen" o si, como temen varios de los neutrales de la batalla Menem-Duhalde, el riesgo de la fractura puede asomar con fuerza.
"Después de la derrota del 14 de octubre, el delarruismo se propuso hacer foco en los votos negativos, cerrar el frente interno con Alfonsín, acordar con los sindicalistas más prebendarios, apostar a la relación con Estados Unidos y presionar a la Justicia para que libere a Menem", vomitó un diputado nacional de trato frecuente con la mesa chica del oficialismo.
El cuadro de situación se completa con un dato que se filtra desde las mirillas del poder: si el riesgo país no se desinfla, Cavallo será eyectado del gobierno en marzo próximo. El jefe de Economía escuchó ese rumor de otro conspicuo cavallista que habita la Casa Rosada, quien lo habría intentado seducir con "una estruendosa renuncia" antes que someterse "al escarnio de ser echado por las presiones de Alfonsín".

Premios y castigos
El caso Bullrich ejemplifica la imbricada estrategia que tiene De la Rúa para tomar sus decisiones. Dicho de otro modo, ¿cómo se explica que la hiperkinética funcionaria sea desplazada y que Héctor Lombardo siga cometiendo un dislate tras otro aferrado a su cargo? ¿Cómo se compadece la autoproclamada reforma del Estado con la creación de ministerios que se superponen y engordan la burocracia? \Y un último interrogante: ¿será De la Rúa el atribulado muñequito que parodia un programa televisivo de trasnoche o un discípulo aventajado de Maquiavelo? \El devenir de los acontecimientos podría dar la respuesta justa a los interrogantes. Pero si algo no sobra en la pauperizada Argentina de hoy es, precisamente, el tiempo.



De la Rúa se decidió a limar a los ministros de alto perfil.
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