Año CXXXIV
 Nº 49.304
Rosario,
domingo  18 de
noviembre de 2001
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En el centro se quejaron por la crisis económica
La mayoría no se movió hasta que llegó el censista. Otros pidieron que vuelva más tarde

Eugenia Langone

"Tienen que apoyar a los maestros, no tienen que censar", gritaron. Eran las 8.30, Magdalena Salina salía ayer de la Escuela Nº60 (Paraguay 1251) para comenzar su changa como censista voluntaria y los gritos del hombre fueron lo primero con lo que se topó al salir a la calle. "Tengo un poco de miedo de que la gente no me reciba o me trate mal", confesó la mujer de 42 años, que es portera de una escuela y que decidió ganarse "unos pesos en dos días" para pagar la cooperadora de la escuela de su hijo de seis años. "No apoyo al gobierno. Lo que pasa es que necesito la plata porque mi marido está desocupado", dijo, casi como justificándose.
Mientras caminaba por 9 de Julio buscando su primera parada, Magdalena dijo estar "contenta" porque no le tocó censar en la villa. Todas las casas por las que tenía que pasar eran departamentos de clase media, donde la mayoría se quejó por la falta de trabajo y por "la plata que no alcanza".
Precavidos, algunos de los que salieron se encargaron de avisar a la censista: "Tengo que sacar el perro, voy a volver en unos minutos", le dijo una señora, mientras salía apurada para la esquina de Entre Ríos.
La primera parada fue en una casa de 9 de Julio 1300, pero nadie respondió, mientras que en el segundo intento, en el edificio lindero, desde el portero eléctrico contestaron: "Vuelva en un rato porque recién me levanto". Aunque parecía no tener suerte, después las cosas comenzaron a andar.
Enrique y María Amelia, un matrimonio de jubilados, no sólo recibieron a Magdalena amablemente y hasta le contaron algunas anécdotas. "Me recibí de profesora de inglés en el Normal Nº1 y muchas veces salí a censar", recordó la mujer, quien memoró: "Con mis compañeras nos divertíamos mucho, pero eran otras épocas, porque el censo no era tan problemático como ahora".
El periplo siguió en la casa de Basilia, una pediatra desocupada y madre de tres hijos. "Si llegaba más tarde, le daba torta, porque todavía está caliente", se excusó la esposa de un médico, que no se guardó ni una de sus quejas.
Basilia, madre de tres estudiantes universitarios, aseguró: "Cuando pienso en los chicos me angustio, porque son futuros desocupados. Este país es un desastre, con decir que las elecciones no le movieron un pelo a los políticos". Y aunque aseguró que el reclamo docente es "más que justo", protestó porque "mucha gente no tiene idea de lo importante que es un censo para un país y lo boicotea".
Adelina, una española que hace 50 años vive en Rosario junto a su marido Antonio, atendió a Magdalena de entrecasa y con café. Además, opinó que "el censo está un poco desorganizado" y recordó: "En España, en la época de (Francisco) Franco, eran terribles, porque la gente tenía mucho miedo".


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