Año CXXXIV
 Nº 49.227
Rosario,
domingo  02 de
septiembre de 2001
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Análisis: La campaña del desierto

Mauricio Maronna

"Vamos a ponerle el ojo que le falta a Venado Tuerto, a enderezar Chañar Ladeado y a devolverle el agua a Arroyo Seco", era el spot de campaña de un partido santafesino a fines de los 80, poniendo en ridículo una constante de aquella época: las incumplibles promesas de los candidatos. Casi 14 años después, la actualidad es tan distinta y gris que más de uno se entusiasmaría con un eslogan que, al menos, cambiaría el ánimo colectivo: "Basta de realidad, queremos promesas".
A poco más de un mes de los comicios, sobran candidatos pero faltan ideas fuerza que seduzcan a un electorado demasiado indócil a disciplinarse tras el déficit cero que proclama el gobierno o a la poco seductora disquisición técnica sobre reprogramación de la deuda que empieza a asomar como caballito de batalla de los oficialistas (léase Rodolfo Terragno o Raúl Alfonsín), quienes, sin embargo, toman distancia de la política económica.
Como la Alianza en su camino proselitista para desalojar al justicialismo del poder, los peronistas (hoy en la oposición) no necesitan blandir frases grandilocuentes para captar votos. El patético escenario que muestra la Alianza, con el presidente Fernando de la Rúa y el alfonsinismo cruzándose palabras envenenadas, seguirá tornando inútil cualquier acuerdo de gobernabilidad con el PJ, cuyos referentes más importantes se limitan periódicamente a emitir algún que otro documento crítico ante la amenaza cierta de que la coparticipación federal, tal como se conoce hoy, se transforme en utopía.
Los candidatos a cargos electivos nacionales saben, como escribió el sociólogo Silvio Waisboard en su libro "El gran desfile", que los votantes demandan hoy bienes terrenales: empleo, honestidad, educación y ciudades seguras: "Estas causas no son imanes que atraen a multitudes a participar en campañas: esas demandas rara vez sacan a millones de personas de sus ámbitos privados para participar en la vida pública. La efervescencia política detrás de campañas en las que masas de votantes participan requiere de utopías y no de demandas seculares".
Pero en la Argentina de hoy también puede anotarse una curiosidad: los partidos que convocan "al cambio de modelo" engrosaron sus listas con personajes de la farándula, la mayoría de los cuales sólo se atreve a recitar un decálogo de lugares comunes, buenas intenciones y frases hechas. Y nada más.
En Rosario, la insufrible ley de lemas vuelve a hacer su aporte a la confusión general: mientras casi el 40% ciento del electorado se niega a votar y emite señales llenas de resentimiento hacia los políticos, la oferta de primavera trepará a 45 mil candidatos. Si la Justicia electoral pone bajo la lupa los avales de las 54 listas, un suculento porcentaje quedará fuera de carrera. ¿Será justicia?
Más allá de la derrota delarruista que preanuncian los sondeos, nadie se atreve a decir qué pasará el día después de los comicios. ¿Qué política deberá aplicar un gobierno que tendrá minoría en ambas Cámaras, la mayoría de las provincias en manos de la oposición, demandas sociales por doquier y la presión de los mercados respirando en la nuca para continuar la saga de los ajustes permanentes?
Para De la Rúa no hay opciones: los resultados del 14 de octubre parirán una nueva historia (de la mano de un gran acuerdo nacional que permita mantener la gobernabilidad), o se transformará en el capítulo terminal del parto de los montes en el que se convirtió la tarea de gobernar.


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