Año CXXXIV
 Nº 49.209
Rosario,
miércoles  15 de
agosto de 2001
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La película es una fotografía de las miserias argentinas

A pesar de ser un producto industrial, de lenguaje cinematográfico clásico y convencional, "El hijo de la novia" se convertirá seguramente en una de las películas argentinas del año, no sólo por su potencial comercial, sino -y sobre todo- porque apela con efectividad a una fórmula que su director conoce bien: la emoción.
Muchos la acusarán -a veces con razón, otras no tanto- de sensiblera y lacrimógena, y de dejar deslizar en más de una ocasión algún que otro golpe bajo, pero la nueva película de Juan José Campanella alcanza grados de emotividad y felicidad tan altos y sinceros que hacen olvidar sus defectos y los relegan siempre a un segundo plano.
Las emociones y el humor presentes en este filme son cosas que Campanella demostró manejar con soltura y profundidad en otra gran película como "El mismo, amor la misma lluvia", en la que también abordó el género de la comedia dramática y trabajó con un equipo en el que brillaron los mismos artistas.
Campanella recurre al mismo método que tan buenos resultados le dio en aquella película, en la que, al igual que en "El hijo de la novia", Ricardo Darín fue el protagonista, Eduardo Blanco un dignísimo actor secundario y Fernando Castets escribió diálogos y situaciones inteligentes, disparatados y emotivos.
Una de las principales virtudes del filme -más allá de su realización impecable, su ritmo incesante, su guión y las actuaciones de Darín, Blanco, Norma Aleandro, Héctor Alterio y Natalia Verbeke- es su capacidad para subrayar los valores perdurables de instituciones como la familia y los amigos, y el sostén y la contención que pueden otorgar en los peores momentos.
A través de personajes, conversaciones y momentos realistas y verosímiles, Campanella construye con agudeza una ideosincracia argentina, en la que abundan grandes claroscuros, contradicciones, agachadas y heroísmos cotidianos, profundos afectos, alegrías, tristezas y esperanzas.
Esta coproducción entre Pol-ka, Patagonik y Jempsa, por Argentina, y Tornasol, por España, se asume tal como es: una película clásica en su forma, de lenguaje visual convencional, enmarcada dentro de los esquemas de un cine industrial, dentro de un género y conforme a ciertas reglas de narración tradicionales e institucionalizadas.


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