Año CXXXIV
 Nº 49.178
Rosario,
domingo  15 de
julio de 2001
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Vancouver: El diamante canadiense
Sus habitantes se jactan de poder jugar al golf por la mañana, navegar a la tarde y esquiar de noche. Enmarcada por picos nevados y playas templadas, es el lugar donde todos quisieran vivir

Débora López

Estamos a metros del símbolo de Vancouver. Allí se da testimonio de cómo fue el humilde comienzo de la ciudad, cuando el querido "Gassy" Jack Deighton regenteaba en mil ochocientos sesenta y pico su taberna de un modo ameno, divertido, que atraía a quienes trabajaban en el aserradero de la ensenada Burrard. El viejo y famoso reloj a vapor -que con un complicado sistema de cadenas, poleas, pesas y cilindros, pita cada cuarto de hora- es hoy punto obligado de encuentro y hace tres décadas fue testigo del remozamiento total de un barrio que vio embellecidos sus edificios, con nuevos árboles, lámparas de antiguo diseño y calles "envejecidas" por un prolijo empedrado.
El querido "Gassy" se perpetúa a través de su estatua, alta y vigorosa, en la plaza Maple Leaf, saludando en el otro extremo al tradicional hotel Europa. El espíritu de buena acogida de su taberna quedó plasmado en algunos de los restaurantes más finos de Vancouver. La propuesta es recorrer esta ciudad y sus alrededores.
Situada en la provincia de British Columbia, la ciudad es la puerta de entrada a Canadá por el Pacífico. Su clima templado y oportunidades de negocios la convierten en un lugar atractivo para vivir.
British Columbia, una de las regiones más montañosas del norte de América basa su singularidad en la variedad de ricas postales paisajísticas.
Frente a la costa del Pacífico, una cadena de islas y cayos se extiende de norte a sur. Algunas conforman fiordos en la cadena costera, con picos de más de 2.000 metros de altura. Hacia el este de la cordillera se extiende un altiplano cubierto de bosques, praderas, lagos y luego las Rocosas, que la separan de la vecina provincia de Alberta. Al norte, una pequeña parte de la provincia integra las Grandes Llanuras. Vancouver, ciudad cosmopolita si las hay, conjuga la vista al mar y los picos nevados todo el año, con una arquitectura donde confluye lo antiguo y lo moderno.
Canada Place constituye sin dudas la imagen típica de la ciudad. Fue el pabellón nacional en la Expo Mundial del 86. Con sus veleros blancos mirando hacia el Vancouver Harbour desde donde parten los cruceros hacia Alaska, al día de hoy se exhibe como el centro de convenciones y comercios número uno. Un rápido almuerzo en la feria de comidas o una caminata por la alameda puede convertirse en una buena alternativa de nuestro programa en la primera jornada.
La historia nos dice que la zona estaba poblada por las tribus salish, haida, inuit e iroquí. Su cultura reflejaba costumbres, supersticiones y creencias en un arte totémico y espiritual, abarrotado de figuras humanas, animales o divinas, rebozantes de energía. Los tótems adornaban casas, senderos y cementerios. Las aldeas de estos grupos aborígenes dedicados a la pesca y la navegación, ocupaban el área costera. Para ellos, el don de la vida se traducía en devoción por lo incomprensible y veneración por la tierra.
Chinatown, a unos diez minutos en ómnibus del centro de la ciudad, ofrece gran variedad de restaurantes con cocina cantonesa, mandarín o sechuan. Este barrio -uno de los más antiguos- se viste de fiesta para el Año Nuevo Chino, que se celebra en enero y febrero, con el atractivo y colorido Desfile del Dragón a lo largo de Pender, la calle principal. Chinatown es muy concurrido y bullicioso, características que contrastan con el jardín del Dr. Sun Yat Sen, que replica los jardines clásicos de la dinastía Ming y abre sus puertas a la serenidad.
La ciencia también está presente en Vancouver en la imponente esfera geodésica al este de False Creek, que en el 86 tuvo el honor de ser el centro de la Expo. El Science World, tal su denominación, es visitado por grandes y chicos. La diversión y el asombro no nos sueltan de la mano durante la visita, e incluso se acrecientan cuando el teatro Omnimax invita a sumergirnos en una experiencia extraordinaria con sonido digital envolvente y una de las pantallas de cúpula más imponentes del planeta.
Sin dudas, uno de los paseos favoritos es introducirse en el False Creek, pequeña ensenada en el centro de la ciudad. Cercano a la isla Granville, este barrio elegante tiene una gran variedad de tiendas y restaurantes, varios parques y una ubicación espléndida para los residentes, quienes allí disfrutan de una confortable vida urbana.
Cerca de allí, la isla Granville, situada en el corazón de Vancouver, donde se puede hacer casi de todo dado que en ella se encuentran desde la cervecería Granville Island, la Escuela de Bellas Ares, el Mercado de Agricultores, hasta tiendas, teatros, restaurantes, galerías y mucho más. Llegar hasta la isla tiene varias opciones: en auto, desde el lado sur, o en ómnibus. También embarcando en una de las motonaves de pasajeros.
La famosa English Bay (Primera Playa) es la más popular del centro de Vancouver. Este mes se convierte en la sede del Festival Marino, que convoca a cientos de músicos y cuya Sinfonía de Fuego enciende de luces la noche veraniega.
Al pasear por el West End descubrimos el distrito residencial, moderno, donde la Robson Street es la estrella comercial por excelencia, sofisticada, diversa, exquisita, con sus restaurantes, hoteles, tiendas y galerías. Su multiplicidad étnica y social (ejecutivos, artistas) lo convierten en un escenario magnífico para tomarle el pulso a una comunidad orgullosa por la calidad de vida.

El pulmón de la ciudad
Cedros, pinos y cerezos anuncian que nos acercamos al pulmón de la ciudad: el bellísimo Parque Stanley, que a sólo minutos del centro maravilla a visitantes y lugareños. Zoológicos, acuarios, senderos para bicicletas, campos de golf, béisbol, canchas de tenis, pistas de bolos, un ferrocarril en miniatura e infinitas propuestas más ponen en una encrucijada a la hora de "qué vamos a hacer ahora".
Esta ciudad jardín sirve de marco a espléndidas galerías de arte, museos de artesanías y conciertos al aire libre durante los meses de verano. Hacia el norte de la ciudad, el puente colgante Capilano, el más antiguo del mundo, es un hermoso lugar para conocer. Oscila a 70 metros sobre las aguas torrentosas del río homónimo y cruzarlo significa incursionar hacia caminos que se pierden en la floresta.
El clima benévolo de Vancouver puebla la ciudad de flores y colorido, la mayor parte del año. La combinación de los picos nevados que la enmarcan y playas templadas, la arquitectura moderna y pujante, y el sabor del viejo Gastown son sin dudas una postal de ensueños, en un lugar donde todos quisiéramos vivir.
Pero todo discurre aquí con un compás distinto, con una serenidad desconocida, como si cierta dignidad interior impidiera que la ferviente civilización degenere en un comportamiento opuesto al mensaje de armonía del aire pulcro de Vancouver que se inspira entre los rascacielos y jardines.
Esta magnífica urbe sirve de marco a espléndidas galerías de arte, museos de artesanía y conciertos al aire libre durante los meses de verano. En Vancouver sus habitantes se jactan de poder jugar al golf por la mañana, navegar por la tarde y esquiar por la noche, y en verdad el clima y el terreno permiten el desarrollo de variadas actividades al aire libre.
Adoradores del sol los residentes de Vancouver se congregan en los parques y playas, y cuando llueve estoicamente abren sus paraguas y afrontan el clima. Pero a pesar de ser una ciudad vibrante, con grandes centros comerciales, siempre hay tiempo para detenerse a percibir el aroma de las rosas que florecen durante ocho meses al año.



Una bella vista de la ciudad desde el parque Stanley.
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