Año CXXXIV
 Nº 49.164
Rosario,
domingo  01 de
julio de 2001
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Opinión
El puerto de Rosario y los problemas del lobby santafesino

Orlando Vignatti (*)

Director del Comite Editorial de La Capital
Los sabios y prudentes textos hebreos del Talmud recuerdan consejos de los antiguos rabinos, quienes no dejaban de advertir a sus seguidores que "los amigos de Dios eran los que no se vengaban a pesar de ser ofendidos". Por eso, sin ánimo de confrontar escribo esta columna. La enseñanza rabínica dejó también otra máxima que el hombre de nuestro tiempo con frecuencia olvida y que con humildad de espíritu les dedico a aquellos que creen estar libres de pecados y llenos de autoridad moral para arrojar la primera piedra: "Aquel que tiene más palabras que buenas obras es como el árbol con muchas ramas pero con pocas raíces".
Dicho esto, quiero referirme a una nota periodística aparecida en el diario "El Litoral" de Santa Fe durante la semana que acaba de transcurrir y en la que en un extenso texto se hace mención no sólo a la política interna empresaria del multimedios La Capital, cuyo directorio integro, sino además, y de manera incomprensible, a la licitación del puerto de Rosario, asociando a esta empresa y a mi persona con dicho proceso licitatorio.
En el marco del respeto que tengo por los propietarios y por el tradicional diario santafesino, me voy a permitir, sin extenderme demasiado, por aquello de que "una conciencia tranquila vale más que cientos de testigos y miles de palabras", señalar algunas cuestiones puntuales. En ese sentido, considero una desgraciada y poco feliz violación de todo principio ético que un medio periodístico, o cualquier otra empresa, invierta el espacio de sus columnas o su tiempo para divulgar masivamente cuestiones comerciales de índole interna y privada de otra sociedad.
Desde luego, toda empresa periodística, afortunadamente, goza del derecho y la libertad de informar a la ciudadanía y de expresarse libremente, pero inmiscuirse en cuestiones internas comerciales y de negocios de otra compañía no sólo lo califico como algo de mal gusto, sino que, reitero, viola en mi opinión elementales principios éticos y de convivencia comerciales. A menos que, claro está, la información persiga otros fines que no sean los estrictamente periodísticos y forme parte de una estrategia de competencia descarnada y feroz o sirva a intereses ajenos a lo puntualmente informativo.
Los lectores de La Capital, a quienes va dirigida esta columna, deben conocer dos cuestiones puntuales y que son relevantes: desde hace tiempo algunos grupos monopólicos periodísticos del país trataron y lograron expandirse comercialmente adquiriendo acciones y tradicionales medios del interior. Pero al mismo tiempo, con el afán de preservar su origen y tradición, varias empresas periodísticas rosarinas, mendocinas y entrerrianas resolvieron unirse para dar nacimiento a este multimedios conformado por diarios y radios. En el marco de un crecimiento lógico, al que todo ser humano u organización aspira, se vigorizaron algunos medios, como el diario Uno de la ciudad de Paraná, y se comenzó a proyectar la publicación de un nuevo diario en la ciudad de Santa Fe. Las arremetidas feroces de grupos periodísticos nacionales comenzaron entonces a aparecer y es probable que también surgiera la preocupación en otras empresas periodísticas del interior acostumbradas a ejercer, de algún modo, el unicato y el monopolio en las ciudades donde tienen su asiento. Huelgan más palabras al respecto y el lector perspicaz sacará sus propias conclusiones a partir de lo dicho.
En cuanto al puerto de Rosario y su licitación, a los que hace referencia el diario "El Litoral" y en los que me involucra, debo expresar lo siguiente: expresa el diario santafesino, en un claro desconocimiento de la verdad, que "gran parte del empresariado más genuino de la ciudad del sur y algunas instituciones representativas le han manifestado al gobernador Carlos Reutemann sus fuertes reservas por el proceso de concesionamiento que timonea la ex diputada provincial María Herminia Grande y que cuenta con un solo postulante: una sociedad que integra Vignatti y que presenta a la ciudadanía como liderada por el hispano puerto de Tarragona".
Bien, primero deseo expresar que, como ha venido sosteniendo este multimedios haciéndose eco de innumerables sectores de la comunidad rosarina, los únicos genuinos y representativos empresarios que en rigor de verdad dilatan la licitación y no quieren que el puerto de Rosario se ponga en operaciones son un grupo económico minúsculo, pero en alguna medida poderoso, es cierto, al que tradicionalmente poco le importó el destino de los rosarinos. Poco o nada hizo este sector por los trabajadores, por los pequeños comerciantes o por las pymes de la ciudad, y quien está debidamente informado conoce que sólo representa a un sector vinculado a los puertos privados ubicados fuera de Rosario y a un nimio sector de la oligarquía comercial rosarina, que impulsa el proyecto Circunvalar, una ferrovía que rodeará a Rosario pero que no ingresará a la ciudad porque el interés es sólo beneficiar a los puertos privados con una infraestructura caminera y ferroviaria que agilice las cargas hacia esas terminales.
Claro que dicho emprendimiento no puede ni debe ser descalificado sino fuera porque, según muchas voces que no son desmentidas, este sector minúsculo pretende construirlo, asombrosamente y al más típico corte de la ventaja a la que siempre estuvieron acostumbrados algunos "empresarios" argentinos, con dinero del Estado provincial, es decir con la plata de todos los santafesinos. ¿Le conviene, pues, a este representativo y genuino sector del empresariado rosarino (según "El Litoral") que comience a operar el puerto de nuestra ciudad, un puerto y una ciudad al que en su proyecto no tienen en cuenta? Parecería que no. La dilación en el proceso licitatorio por parte de algunos de los directores del Ente Administrador Puerto Rosario (Enapro) es coherente entonces con la postura de los empresarios a los que representan.
La verdad está en la calle, en el corazón de los rosarinos, y se muestra en la voz de los trabajadores portuarios, de los trabajadores nucleados en la Confederación General del Trabajo, de los comerciantes, cámaras empresarias, entidades financieras, educativas y numerosas entidades rosarinas que expresaron y siguen expresando que es inexplicable que no se agilice el proceso licitatorio y se ponga en operaciones el puerto para reactivar esta alicaída economía regional.
Es tremendamente pueril y no cabe ni en la imaginación ni en la creencia del más neófito que, como se pretende hacer aparentar, un empresario rosarino como el que esto escribe pueda utilizar nada menos que al puerto de Tarragona como pantalla y para sus fines comerciales. Claro que quien interpreta los mensajes periodísticos comprende cabalmente que sólo se trata de una operación de prensa para presionar y venderle al gobernador de la provincia, Carlos Alberto Reutemann, una historia que no la creen ni quienes la pergeñan. No advierten que con tamaña y desmedida actitud sólo subestiman y ofenden la capacidad e inteligencia del mandatario santafesino y de todos aquellos que sólo aspiran a encontrar en las noticias la verdad. Y la verdad es que, además de las voces de la inmensa mayoría de los rosarinos que claman por la reactivación portuaria, la prestigiosa consultora Ernst & Young recomendó que se prosiga con el proceso licitatorio y hasta el propio presidente de Cataluña, Jordi Pujol, comprometió su presencia en Rosario para cuando se pongan en marcha las operaciones. ¿Se puede hablar seriamente, entonces, de improvisación? No puedo menos que exhortar a que se depongan actitudes egoístas y comience a pensarse en la ciudad. Como no es mi propósito entrar en una polémica que para mí carece de sentido, me abstendré en el futuro de referirme al tema y sólo recordaré respetuosamente a quienes tienen el compromiso de informar y formar a la comunidad: "Adórnate tú primero, después acuérdate de los demás".
(*) Director del Comité Editorial de La Capital



El puerto de Rosario es una postal de desolación.
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