Año CXXXIV
 Nº 49.143
Rosario,
domingo  10 de
junio de 2001
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Un célebre asaltante de los años 60
Historia del crimen: El Loco Prieto, la violencia sin límite
Se le adjudicaron más de cien robos y diez asesinatos. Fue el delincuente más temido de su época

Osvaldo Aguirre

Se le atribuyeron más de cien asaltos a mano armada y diez homicidios. Fue pirata del asfalto, contrabandista y se especializó en las mejicaneadas, es decir, los robos a otros delincuentes. Se llamaba Miguel Alberto Prieto y con semejante curriculum, acumulado en la primera mitad de los años 60, tuvo bien ganado el apodo de Loco.
Prieto nació el 14 de enero de 1929, en la ciudad de Buenos Aires. Con apenas once años, inauguró lo que se convertiría en un dilatado prontuario. Fue el 25 de mayo de 1940, cuando se registró su entrada, por un caso de lesiones, en la comisaría de San Martín. Un hermano mayor, Domingo Cipriano Prieto, lo inició en el delito y lo hizo ingresar en una banda que asoló el Gran Buenos Aires entre fines de los años 50 y principios de los 60.
Domingo Prieto fue asimismo conocido como el Loco y tampoco en su caso el apodo resultaba gratuito. Baste recordar que asesinó al agente de policía Angel Basualdo, de un destacamento policial de Ciudadela, simplemente para vengar la detención de su hermano en el lugar.
Ocurrió en julio de 1957. Domingo Prieto estacionó frente al destacamento e hizo sonar la bocina de su auto. El agente Basualdo salió a ver qué ocurría y resultó muerto a balazos apenas se asomó.
Mientras tanto, Miguel Alberto Prieto engrosaba su prontuario con otros robos. En enero de 1958 su nombre encabezó la lista de sospechosos por el asesinato de José Baistroqui, cabo de la Policía Federal, en el asalto a unos pagadores de la empresa Nestlé.
Días después del crimen la policía informaba que el homicida había sido "el peligrosísimo malhechor Miguel Alberto Prieto, argentino, 29 años, casado, 1,70 metro de altura, cabello castaño y abundante (quien) estuvo preso hasta el 29 de diciembre último, en que recuperó la libertad luego de haber cumplido una condena por robo".
Sin embargo Prieto era inocente en ese crimen, que fue cometido por José María Hidalgo, pistolero célebre por su puntería y por ser ambidextro y que a mediados de los años 60 compuso una temible dupla en Uruguay con Horacio Inella. Ambos irrumpían al grito de "Venga toda la plata".
Perseguido por la policía, el hermano mayor de Prieto no tardó en ir a prisión. Escapó dos veces de la cárcel de Villa Devoto y en marzo de 1960 la policía bonaerense lo cercó en una casa de El Palomar y, tras hacerlo salir con una lluvia de gases lacrimógenos, le dio muerte a balazos.
Miguel Alberto Prieto ingresó entonces en la banda que lideraba Luis Caliguante. Al mismo tiempo trató de hacer relaciones. "Gozaba de grandes beneficios que lo hacían prácticamente impune -reveló el periodista Gustavo Germán González-. Tenía autorizaciones para manejar autos policiales, cartas de recomendación de unos policías a otros, haciéndolo aparecer como confidente muy útil a los investigadores".
El 16 de mayo de 1961 Prieto participó en el asalto a la droguería La Continental, en Buenos Aires: un robo que hubiera pasado inadvertido de no haberse producido su sangrienta intervención.
Los ladrones ingresaron a la droguería, redujeron sin mayores problemas a empleados y clientes y se apoderaron del dinero de la caja. Sin necesidad, al parecer por accidente, Prieto disparó su revólver y dio muerte a Miguel Jeystz, un joven que cumplía su segundo día de trabajo en el lugar como vendedor.
Apremiada por la repercusión del caso, la sección Robos y Hurtos, a cargo del comisario Evaristo Meneses, inició una investigación que derivó en la rápida captura de casi toda la banda de Caliguante. A fines de mes se supo que Prieto se ocultaba en casa de familiares de Jesús Páez, que por entonces cumplía entonces una condena de 20 años por robos.
La policía montó una guardia en torno al domicilio, en la Chacarita, y se preparó para un enfrentamiento, dada la caracterización de Prieto como "peligrosísimo malhechor". Sin embargo, cuando llegó poco después al lugar, el asaltante tuvo una reacción inesperada:
-Por Dios, no me maten -imploró-. Me entrego, pero no me maten.
Parecía un delincuente primerizo. Pero era el Loco Prieto en persona: cuando se encontraba en inferioridad de condiciones, actuaba sencillamente como un cobarde.
Interrogado sobre la muerte del empleado de la droguería Continental, habría propuesto este descargo:
-Imagínense, la pistola es celosa. El empleado se movió y yo creí que se me venía encima. Apenas oprimí el gatillo... Yo no tengo la culpa de nada.
Más tarde fue derivado de Villa Devoto al Instituto Neuropsiquiátrico (actual Hospital Ramón Carrillo), de donde logró escapar en agosto de 1961.
"Desde ese momento -cuenta Gustavo Germán González- fue cobrando fama entre la gente del hampa. Se lo sabía vinculado a algunos policías venales. Viajaba en autos de la policía y sus protectores afirmaban que les era útil como batidor. Pero lo indudable es que actuaba en combinación con esos policías que obtenían mucho dinero en mejicaneadas cuando despojaban de dinero y mercaderías a conocidos contrabandistas y explotadores de juego". Una sociedad realmente peligrosa.



A Miguel Alberto Prieto se le atribuyen más de 100 asaltos.
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