Año CXXXIV
 Nº 49.143
Rosario,
domingo  10 de
junio de 2001
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Análisis: El peronismo se quedó sin el último de los caudillos ardientes

Mauricio Maronna

El peronismo no es ni será lo que fue. Con la detención de Carlos Menem se terminó la concepción histórica de un movimiento que se encarnaba en un líder omnipresente, apenas rodeado en las esferas del poder por los míticos entornos que bajaban a las masas su pensamiento único. Como reseñó un diario español, el último animal político del justicialismo hoy está enjaulado.
El PJ es actualmente una diáspora de dirigentes con capacidad de gestión que hace eje, no ya en apelaciones litúrgicas, sino en el derrotero que todo buen político contemporáneo debe seguir: eficiencia en el manejo de la cosa pública, austeridad y buenos modales. Los líderes emergentes tras el estrepitoso sacudón que el juez Jorge Urso le propinó al último de los caudillos ardientes tienen nombre y apellido: Carlos Reutemann, Carlos Ruckauf y José Manuel de la Sota.
Es posible que el arresto del ex presidente no logre hacerlo descender en las encuestas, demasiado raídas desde antes de su convocatoria a los Tribunales de Comodoro Py, nuevo escenario de la política argentina. La única alternativa que le queda al menemismo para regresar a los primeros planos del poder real está directamente ligada a la repetición de un caos social similar al del 89, que arrase como un temporal irrefrenable al gobierno nacional y a las administraciones provinciales.
Menem marcó a fuego la década del 90 con un cóctel inédito de populismo y conservadurismo que logró atar los dos extremos de la pirámide social. Y no habrá ninguno igual. Virtudes, errores, horrores, excentricidades, transgresión, vocación bulímica de poder, perfil alto, desparpajo y pragmatismo fueron los aderezos de un liderazgo que se fue esmerilando a medida que la corrupción y el desbarranque social opacaban una palabra mágica de 15 letras: convertibilidad.

Tablero inclinado
Ahora bien: si en diciembre del 99 todos los análisis políticos aseveraban que la única chance de regreso al poder del riojano más famoso estaba ligada a un estrepitoso fracaso de la Alianza en el gobierno, ¿cómo es que Menem marcha preso cuando la coalición oficialista convirtió al país en un ámbito en donde lo único que abunda es el malhumor social y los magros índices económicos? ¿Cómo es que el mismo juez que se regocijaba hablando de Menem como de su "jefe" ahora lo sume en el escarnio? \La licuación de los partidos políticos, la desaparición de las Fuerzas Armadas como factor de poder (a esto último, nobleza obliga, "Menem lo hizo"), el hartazgo popular con la corrupción, el estado de sospecha hacia la clase dirigente y, sobre todo, la lacerante impunidad, pusieron a los magistrados en el centro de todas las miradas. "Yo no voy a ser el próximo Liporaci", dicen que dijo Urso como una manera de justificar su avanzada impiadosa sobre Menem.
Pero hay otra respuesta que responde a la pregunta, y fue esgrimida por el consultor Rosendo Fraga: "A comienzos de los 80 Ronald Reagan enfrentó una situación similar a la causa de la triangulación de armas argentinas: el caso Irán-contras. En esa situación, un teniente coronel de los Marines llamado Oliver North, quien era funcionario de segundo nivel en el Consejo Nacional de Seguridad, asumió la responsabilidad por el hecho y salvó de la situación jurídica a sus superiores (el presidente de la Nación). Así se resolvió una crisis que pudo haber sido un nuevo Watergate. En la Argentina sucedió exactamente lo contrario: faltó en los niveles intermedios un Oliver North".
La ajustada descripción justifica las maldiciones que un dirigente menemista rosarino descerraja sobre "quienes se autotitulaban como poseedores del dedo milagroso que manipulaba a los jueces y ni siquiera tuvieron 150 mil mangos para hacer callar al perejil de Sarlenga". Para que esto no sucediera, además de la licuación del poder unívoco en el peronismo, operó el estado de descomposición del menemismo.
Pero, más allá del clima de éxtasis que experimenta por estas horas la Alianza, el nuevo cuadro de situación también debería ponerla en guardia. No falta demasiado tiempo para que el juez Gabriel Cavallo tome una serie de medidas procesales conmocionantes sobre un expediente que se levantará de los cajones en los que viene durmiendo una larga siesta. El affaire de las coimas en el Senado, generador de un cataclismo político que terminó con la renuncia del mismísimo vicepresidente de la Nación, amenaza con cargarse a un par de legisladores justicialistas, pero también a algunos ¿ex? integrantes del círculo áulico de quienes hoy habitan en la Casa Rosada.
Sería la confirmación de que la detención de Menem es, apenas, el primer indicio de que algunas cosas empiezan a cambiar en la Argentina. La eventualidad de esa instancia y el sueño dorado de una futura convocatoria judicial a Domingo Cavallo por la venta de armas es lo único que saca de la depresión a quien hoy está detenido en Don Torcuato.
Masticando bronca, además de semillas de pistacho, Menem sueña con volver a pronunciar alguna vez una de esas frases ampulosas que tanto le gustan: "Los muertos que vos matáis, gozan de buena salud".



Menem es una síntesis entre lo popular y lo conservador.
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