Año CXXXIV
 Nº 49.143
Rosario,
domingo  10 de
junio de 2001
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Cuando los intocables son como uno

Isidoro Gilbert

La detención y, en algún momento, procesamiento de Carlos Menem, pueden actuar como bisagra en la credibilidad de la Justicia, lo que no sería poca cosa, aunque es improbable que sirvan para atenuar por largo plazo la atención en los angustiosos problemas económicos y sociales. Con todo, la orden impartida por el juez Jorge Urso diluyó la magnitud de la huelga de las centrales disidentes o la de un hecho clave como el canje de una parte de la deuda externa. Según su mentor, Domingo Cavallo, dará aire y tiempo para restablecer el crecimiento e insuflar con eso esperanza a las personas comunes, despejar agorerías sobre el destino de Fernando de la Rúa, instaladas en cualquier debate sobre el futuro.
Es la primera vez que un ex presidente constitucional es llevado a los estrados judiciales durante el mandato de otro de diferente signo político, y sin que éste haya movido un dedo, para un lado u otro, por la suerte de un expediente iniciado bajo su mandato, en 1995. Entonces surgieron los primeros indicios de que armas argentinas habían sido enviadas a Ecuador que estaba en guerra con Perú y la Argentina era uno de los garantes de la paz acordada en 1941. Ya antes se difundieron testimonios y fotos de armamento argentino en Croacia y Bosnia, zona bloqueada por la ONU. Pero además el de Menem ha sido un gobierno clave de finales del siglo pasado, cubrió una década de cambios profundos, juzgado electoralmente en 1999 pese a que él no fue pretendiente. Una lectura posible de los efectos políticos de lo ocurrido en el juzgado, sea una nueva condena al menemato.
El gobierno no parece exhibir vocación para sacar dividendo de ese sentimiento aunque en un mensaje del viernes, grabado antes de ser operado, De la Rúa abrió una rendija en esa dirección. La Alianza fue votada para cumplir dos mandatos: uno, cambiarle la vida a la gente y, hasta ahora, las cosas fueron para peor, y segundo, garantizar la independencia del Poder Judicial. Le cuesta al presidente decir que porque la coalición que encabeza triunfó en 1999, un juez que fue como la niña de los ojos del menemismo se haya atrevido a cumplir con la ley, atenerse a las instrucciones de sus superiores del tribunal de alzada que lo advirtieron en más de una ocasión por no impulsar el caso y darle espacio al fiscal Carlos Stornelli, el fogonero del expediente. Viene sobre él una carga de acusaciones o insinuaciones, como el haber incluido como testigos al ex coronel Mohamed Alí Seineldín. O a Horacio Calderón, ex vínculo del nacionalismo ultramontano con el líder libio Moamer El Kadhafi.

El odio a Balza
Hijo de un coronel carapintada, Stornelli -dicen en el menemismo para desprestigiarlo- tuvo siempre en la mira, más que a la verdad, la figura del general Martín Balza, también procesado esta semana. No es lo que creen lo que siguen puntualmente el expediente. Lo cierto es que la detención del ex jefe de Estado Mayor del Ejército provocó reacciones de adhesión a su figura de hombres como Raúl Alfonsín, que le reconocen una añeja trayectoria democrática, aun antes de la autocrítica de abril de 1995, que pareció cambiarle la cara al arma. El actual jefe del arma, Ricardo Brinzoni, deberá testificar en algún momento y demostrar que no es cierto que haya salido del Ejército el armamento de la infamia. Brinzoni no es Balza, su política militar se aleja de su predecesor y en el Ejército de ahora, pero sobre todo entre los retirados, abundaron los festejos por la situación procesal del general que en algún momento dirá cosas nuevas al juez. Ningún mortal puede tomar como tonto al militar que liquidó, por orden expresa de Menem, el último intento sedicioso de la historia del siglo pasado y condenó al terrorismo de Estado. "Fue para protegerse por la que venía", cuchichean los que lo odian.
Eran otros tiempos. Menem lee mal la realidad. Pensó en que era posible su segunda reelección, lo que limó las expectativas presidenciales de Eduardo Duhalde y cree en otro turno en el 2003, si el país entra en la pendiente. Hasta último momento pensó que nadie se atrevería a encausarlo como potencial jefe de una asociación ilícita que contrabandeó armamentos a Croacia y Ecuador. De esa mirada errada fue víctima su equipo de letrados, que se sorprendió por la decisión de Urso de anticipar la indagatoria. Hace semanas que estaban designados y no habían pedido tener acceso al expediente, donde está todo: hubieran sabido que a su defendido las cosas no le venían bien. Esas dudas tienen su justificación adicional: las eternas rencillas dentro del menemismo. Mientras un sector que tiene a Alberto Kohan como mentor buscaba protección en los pliegues del Poder Judicial, otros, menos obcecados, como Carlos Corach o Eduardo Bauzá, sostienen desde hace tiempo lo inútil de hacerle la guerra al juez. Este ante cada embestida menemista respondió incrementando la apuesta sin salirse de los códigos, sin dejar al ilustre detenido, del legítimo derecho a la defensa.
Hay visiones dispares al respecto que serán señaladas por la defensa con el respaldo de no pocos constitucionalistas. No es lo que opinan, también sobre este aspecto de la causa, abogados del Frepaso con posiciones interesantes en el aparato de Estado. Si Urso hubiera sido desprolijo en este aspecto, daría motivos a pensar que quiere dejar un blanco vulnerable para favorecer en última instancia al ex mandatario. Desde que la Cámara de Apelaciones lo convocó a profundizar en la causa, el juez no dio más motivos, ni hasta los exigentes como el abogado Ricardo Monner Sans, que fue quien inició con un recorte del diario La Nación el expediente que ya lleva miles de fojas.

Errores de Menem
Los cercanos a Menem que son realistas creen que en alguna instancia la figura de asociación ilícita será revocada. En ella no cree el ministro de Justicia, Jorge de la Rúa, que mantuvo la prescindencia a toda costa. O las mejores figuras jurídicas del Frepaso, datos que restan, si hicieran falta, argumentos al sector más feroz del menemismo que quiere buscar en la persecución política el argumento que los salve del ostracismo. Por lo pronto, no sería la Cámara Federal la encargada de modificar la carátula al expediente. Podría ser el Tribunal de Casación o la Suprema Corte de Justicia, Pero no lo harían en el actual clima popular, que en proporciones gigantescas cree que Menem debe ser condenado por este y otros casos de corrupción, es lo que está instalado en el imaginario popular.
Menem cometió otro error garrafal: forzar un respaldo de Washington, apelando a su memoria. Armas argentinas a Croacia, como las que salieron de otros 30 países, sólo fueron posibles con el visto bueno norteamericano y de la Otán. Nunca el gobierno de los EEUU reconocerá cómo se hizo esa gestión. Hay seguridades de que no hubo trámite entre las cancillerías o los ministerios de Defensa. Los norteamericanos suelen tener para este caso sus canales. Es improbable que el ex secretario de la Side Hugo Anzorreguy desconociera las tramitaciones porque aquí estuvo el ministro de Defensa croata arreglando los detalles de sus necesidades logísticas. Y de puertos argentinos salieron los containers pesados.
Estas equivocaciones podrían surgir de no creer, el ex presidente así como sus adláteres, que su época caducó y que puede ser de la peor manera. Y que se ha reducido el espacio para la impunidad si, como creen los expertos, habrá finalmente juicio oral y público, aunque no antes de que haya otro gobierno. La calma con que la sociedad recibe las novedades no indicaría indiferencia. Las encuestas otorgan entre un 75 y 77% las voluntades favorables a la decisión del juzgado.
Aunque hizo poco para merecerlo, la situación procesal de Menem así como las prisiones preventivas contra un ex ministro de Defensa, un ex comandante en jefe y un influyente como Emir Yoma, otorgan a la Alianza el derecho de decir que su victoria en octubre del 99 abrió el paraguas de protección para los jueces, que ahora tienen la oportunidad de actuar sin presiones. En principio se puede suponer que sectores medios, irritados por la marcha de la economía, limen algo de su rabia, por aquello de que presiona a los jueces, le permita al gobierno ganar algún espacio en esos sectores. Darío Alessandro titular del bloque de diputados de la Alianza, siente ahora al caminar por la calle saludos de aliento.

Elaborar el duelo
El peronismo debe comenzar a elaborar su duelo. Seguramente habrá alguna nueva manifestación de solidaridad con el ex presidente, pero la tendencia es ir rompiendo amarras, más que en el pasado reciente. Carlos Ruckauf no exigirá el descabezamiento de Menem como titular del consejo superior del Partido Justicialista, como reclamó meses atrás. Lo habló con Carlos Corach, luego que éste pasara la primer noche de exilio interno con Menem. "Pero voy a aconsejar que le demos una licencia", consintió de buena manera. El gobernador sabe que en el variado espacio menemista hay un sector que lo respaldará cuando de candidaturas se hable porque no ven con buenos ojos, últimamente sobre todo, a José Manuel de la Sota. No son claras las razones del flamante encono porque fue el gobernador cordobés quien más hizo para que Menem encontrara un atajo legal para que pudiera ser candidato en 1999. Esa es, en todo caso, una explicación que De la Sota les tendrá que dar a los electores en el futuro. Nadie, si se rasca bien la olla, deja de ser vulnerable a la hora de las herencias. En este caso, políticas.
No son estas las más acuciantes de las tareas para el Partido Justicialista. El hecho Menem los salpicará a todos, si finalmente es condenado por un tribunal de la Constitución nacional. No es el escenario que se imagina la mayoría de los dirigentes, pese a que algunos de ellos, como Corach, crea que en esa situación el presidente del momento debería recurrir a la figura del indulto. Es temprano aún para sacar alguna conclusión en ese sentido. Es probable que lo ocurrido no manche a Néstor Kirchner, antiguo opositor interno del ex presidente. O al mismo Duhalde. El ex gobernador ha insistido en que la candidatura del peronismo bonaerense para el 2003 tiene nombre: Ruckauf. Pero si como se supone no habrá comicios anticipados, sea porque las previsiones de Cavallo se cumplen, sea por la silla de oro que forjará la clase política y económica para llevar al presidente hasta la orilla del final del mandato, no hay seguridades sobre el grado de deterioro público que sufra el impulsivo gobernador de la provincia más poderosa, que permitiría a Duhalde revisar sus posiciones de hoy. Especialmente, si como él espera, las elecciones para senador nacional le darán una luz fulmínea sobre Raúl Alfonsín, su rival.
Ordenar el nuevo cauce de este proceso clave llevará su tiempo. Hay además otro juez, Julio Speroni, que sigue el caso del contrabando de pólvora. Es él, no Urso, quien puede citar a Cavallo. El ministro tiene confianza en que nada sucederá. Lo creyeron también los otros firmantes de los decretos secretos. Si el cálculo del padre de la convertibilidad no es exacto, se verá si, como ocurre estos días, los mercados y la política van por caminos separados.



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