Año CXXXIV
 Nº 49.143
Rosario,
domingo  10 de
junio de 2001
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Editorial
El valor de un ejemplo

La palabra es recurrente en el discurso cotidiano de los argentinos. "Crisis, crisis, crisis", se escucha de manera constante. Preludio, casi siempre, de una queja fundada, el vocablo suele venir adherido a otros que parecen vestir a los simples ciudadanos con las prendas de un destacado economista: reactivación, globalización, flexibilidad, default, más un sin duda largo etcétera, constituyen parte central de las charlas de la gente en el difícil país de hoy. Y existen fundadas razones para ello, claro. Las mismas que provocaron la quiebra de la carrocera rosarina DIC, cuyo caso, sin embargo, puede ser considerado como paradigmático a la hora de evaluar una posible salida del laberinto.
En sus años dorados, la compañía llegó a emplear a cuatrocientos trabajadores. Sin embargo, en febrero de 2000 fue declarada en quiebra. La historia posterior, narrada por La Capital en su edición del pasado miércoles, incluye entre sus aspectos salientes la enorme decisión y la incuestionable valentía de un conjunto de personas, con un notable rol protagónico a cargo del mal llamado sexo débil. Es que un grupo de mujeres de los operarios constituyó una cooperativa de trabajo, consiguió el reconocimiento oficial y obtuvo del Estado nacional la promesa de ayuda para reabrir la fuente de trabajo.
Pero no se quedaron en eso. Haciendo gala de un gran espíritu de lucha, contactaron a posibles clientes, algunos de los cuales ya exhibieron su interés en los productos y servicios que en corto lapso planea ofrecer la cooperativa. Y los proyectos inmediatos incluyen hasta un prototipo de carrocería que podría desembarcar con éxito en el competitivo mercado norteamericano.
Resumiendo,se trata de un modelo a seguir, más allá del eventual éxito o fracaso del emprendimiento. Sucede que, frente a la dura coyuntura que significa el presente argentino, no pocos optan por la protesta como modo exclusivo de enfrentar la situación. Y tal actitud resulta improductiva. Sin negar la validez de cualquier expresión de disenso con el modelo imperante, menos aquellas que incurran en reprobables excesos o en un perjuicio para el conjunto de la comunidad, lo que han hecho los trabajadores de DIC debería ser, sin vacilaciones, imitado -en términos generales- por aquellos que sufren las consecuencias de la compleja realidad actual.
En síntesis, una parte importante del secreto consiste en poner voluntad, en aportar creatividad, en eludir las recetas tradicionales y optar por la audacia antes que por el rezongo. Por cierto que es difícil y, en muchos casos, hasta injusto. Pero las alternativas, al menos por ahora, no están a la vista.


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