Año CXXXIV
 Nº 49.143
Rosario,
domingo  10 de
junio de 2001
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El viaje del lector
Sicilia: El camino del regreso


Tomar contacto con los paisajes que en el pasado vieron crecer a los abuelos es una opción que recomiendo a aquellos que estén planificando un viaje. La completud que devuelve la recorrida por los colores y sabores de la tierra de aquellos que abandonaron la "madre patria" resulta una experiencia fascinante y enriquecedora que bien vale la pena intentar.
El viaje a Sicilia no estaba conscientemente en mis planes hasta que una amiga lo mencionó. Ella es una experta en viajes y lleva recorridos miles de kilómetros por tierras americanas y europeas, y sus abuelos también eran de origen siciliano.
Previa a la estada en la isla italiana visitamos Roma y Florencia, ciudades donde cada paseo se convierte en una lección de historia de la Humanidad. Al llegar a Palermo, la capital, ubicada a los pies del monte Pellegrino donde está el santuario de Santa Rosalía, patrona de la ciudad, sufrí una de las primeras conmociones que me deparaba el viaje. En la carretera del trayecto que nos llevaba desde el aeropuerto hacia el hotel, un enorme cartel con mi apellido anunciaba las bondades de una fábrica de indumentaria.
Allí sentí que algo de mí pertenecía a ese lugar. Luego vino la ratificación de ese sentimiento al comprobar que la guía telefónica de la capital siciliana poseía casi dos páginas dedicadas a personas con mi apellido.
Desde ese momento, todo me pareció familiar. Los rostros de la gente, las actitudes, el paisaje, las costumbres. Fue como si Josefa y Vittorio estuvieran allí y nunca se hubieran ido.
Luego la emoción vino al llegar al pueblo de mi abuela, Racalmuto, en la provincia de Agrigento, cuna del escritor Luigi Pirandello. Ubicado en la montaña, lejos del mar, no difiere demasiado de otros pueblitos sicilianos, salvo porque cada rincón me pareció entrañable, y cada habitante, un miembro de mi familia.
Bañada por tres mares (Tirreno, Mediterráneo y Adriático) y cruzada por picos montañosos entre los que sobresale el volcán Etna, la isla de 27.745 kilómetros ubicada a tan sólo 3 kilómetros de la costa calabresa y a 160 del territorio africano, posee el privilegio que puede recorrerse de punta a punta en una semana.
Con un clima cálido casi durante todo el año (por su cercanía con Africa), conviene visitarla durante la primavera, donde la temperatura ronda los 30 grados y el sol es intenso.
Tierra colonizada por 29 civilizaciones diferentes (los primeros fueron los elimus y los sicalios) como los griegos, romanos, normandos y árabes, entre otros, sus restos arqueológicos conservan en la piedra la impronta de esas culturas. Algunos la comparan con las islas griegas por la magnificencia de los templos que emergen desde las montañas sicilianas.
A diferencia de las ciudades del norte italiano, las tierras del sur muestran la escasez de recursos asignados a la reconstrucción y conservación de la región.
Pero el encanto de Sicilia va más allá de la exactitud de la reconstrucción histórica. Los abuelos lo sabían y lo trajeron a estas tierras. Al volver, en una especie de camino de regreso a los orígenes, comprendí las razones de tanto amor por esa tierra.
Silvia Taibi



El templo griego de Segesta mantiene su magnificencia.
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