Año CXXXIV
 Nº 49.143
Rosario,
domingo  10 de
junio de 2001
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Entrevista
Víctor Gómez Pin: "Ser fiel en filosofía es deplorable"
El filósofo español dijo que no hay que acatar modas sino que se debe ir de un autor a otro siguiendo un problema

Fernando Toloza

Víctor Gómez Pin estuvo en Rosario para ofrecer una charla sobre la filosofía española actual en el Centro Cultural Parque de España. El filósofo se doctoró en la Sorbona y trabajó en la creación de la Facultad de Filosofía del País Vasco, interesado por reconciliar las culturas de esa zona con las inquietudes del pensamiento planteadas por la filosofía. Cartesiano y formado en la escuela laica y obligatoria, según sus palabras, Gómez Pin publicó recientemente el libro "Los ojos del murciélago", donde analiza la realidad del hombre en el mundo contemporáneo, frente a las ilusiones de las altas tecnologías. "En filosofía las capillas son una mala cosa", dice el filósofo y agrega: "No sé si en el amor la fidelidad es buena, pero en filosofía es deplorable".
-¿Qué impresión le causa la Argentina en este nuevo regreso al país?
-No puedo juzgar políticamente, pero a pesar de los problemas que hay ahora veo al país mejor que en mi visita anterior, que fue en 1989, en la época de la superinflación. Ese año lo pasé la mitad en Buenos Aires y la mitad en París. Veo que hay una gran melancolía, el sentimiento de que se está llegando al límite, aunque ahora noto una organización que no había en el 89, cuando el gobierno pasó de manos de Raúl Alfonsín a Carlos Menem. Argentina es el país de los contrastes: en la superinflación Buenos Aires era la ciudad más barata del mundo; hoy es una de las ciudades más caras del mundo.
-¿Por qué un filósofo eligió un título tan literario como "Los ojos del murciélago" para su último libro?
-El primer título del libro fue "El mundo en la caverna global", porque era una descripción del mundo contemporáneo desde el mito de la caverna de Platón. "Los ojos del murciélago" es una frase de Aristóteles que me pareció que describía bien la condición de los hombres en el mundo actual, donde tienen la misma visión de la realidad que puede tener un murciélago a través de sus ojos, según dice Aristóteles.
-¿Es como la idea de T.S. Eliot en "Cuatro cuartetos" cuando dice que la especie humana no soporta mucha realidad?
-En el libro hay un capítulo que se llama "Ciencia versus beatería digital" donde toco ese tema. El acceso a la tecnología no consiste en que estemos postrados como papanatas ante objetos electrónicos cuyo funcionamiento no conocemos, ni sabemos cómo ni por qué funcionan, ni con vistas a qué. La democratización del saber tendría que ser que los ciudadanos, por el sólo hecho de ser ciudadanos, tuviésemos acceso a los fascinantes problemas de la ciencia que están en el origen de las tecnologías de punta. Sería fantástico que la tecnología fuese un corolario de los grandes temas de la ciencia.
-¿La tecnología no es democrática?
-No, porque por democratización se entiende que tengamos acceso a un teléfono móvil o a una antena parabólica. El acceso a la parabólica lo encuentras en países atroces, en barriadas miserables, en ciudades de villas miserias, en países condenados. La vieja miseria no es incompatible con la nueva miseria. Creo que en muchas situaciones la tecnología de punta constituye una pantalla para no advertir la perduración de la vieja miseria. Quiero que quede claro que me considero racionalista y cartesiano, pertenezco a la escuela laica, obligatoria y gratuita, y me eduqué en Francia.
-Después de graduarse en la Sorbona, ¿por qué no se quedó en Francia?
-Escribí mi primer libro en francés y hubiese podido irme a vivir y trabajar en Canadá pero hubo una circunstancia que cambió eso: se creó la Universidad del País Vasco y me llamaron para el departamento de filosofía. Fue para mí muy excitante la idea de crear una facultad de filosofía en el País Vasco, porque, como decía Kant, la filosofía es un departamento entre otros pero también es toda la universidad. Es el lugar de intersección de las disciplinas que circulan allí. Me atrajo la idea de reconciliar las repercusiones culturales, antropológicas y lingüísticas del País Vasco con las búsquedas de la filosofía, que se sintetizan en la frase con que Aristóteles inicia la "Metafísica": "Todos los humanos desean por genuina disposición ser lúcidos".
-Hace casi dos décadas usted prologó las charlas que dio Jacques Derrida en España bajo el título de "La filosofía como institución". ¿Cómo ve hoy la obra de Derrida, quien recientemente fue acusado de charlatán por gente de la Universidad de Cambrigde, al punto que hubo muchas idas y vueltas antes de darle un premio de esa universidad?
-Esto de los charlatanes y no charlatanes depende de las modas. Quien hoy es considerado un charlatán mañana puede ser considerado un santo. Yo de soy de una tradición más cartesiana que Derrida, sin embargo lo invité a dar una serie de charlas en la Universidad del País Vasco, porque creo que las capillas en filosofía son una mala cosa. No sé si en el amor la fidelidad es una buena cosa, pero en filosofía es una cosa deplorable. En filosofía no se puede ser fiel a una capilla. Hay que ser fiel a problemas. Todos los problemas de la filosofía fueron abiertos por Aristóteles y aún no se encontró solución para ninguno.
-¿El objeto de estudio sigue siendo entonces lo que planteó Aristóteles?
-Evidente, lo que ocurre es que los instrumentos para encontrar respuestas exigen pasar por toda las historia del arte y de la ciencia. Volviendo a lo de Derrida, tanto él como otros fueron objetos de veneración y repudio, pero yo creo que no se trata de eso. Si tienes un problema que te interesa y uno de esos pensadores te sirve, tienes que usarlo. Si algo te interesa lo lees, si no, te dedicas a otra cosa y ni abres sus libros. No creo que Derrida merezca ni la santificación ni el repudio que le hizo Mario Bunge en este diario.
-Ahora se lo acusa de haber puesto en primer plano a figuras menores sólo porque le servían para sus argumentaciones.
-Hay una cosa muy curiosa, quienes antes lo santificaban ahora deberían ser quienes lo defiendan, porque si no lo hacen, para qué lo leyeron, ¿no les sirvió para nada? Le repito: si algo no me interesa no leo, salvo que me moleste mucho el título. Me pasó recientemente con un libro que se llama "Menos Prozac y más Platón". Ese título me parece intolerable. Prozac es un sedante, que permite dormir. A mí enoja ese título porque para la filosofía no es una tisana. El que tenga tomar Prozac que lo tome, pero que no vaya a encontrar como un sustitutivo del Prozac a la pobre filosofía, cuyo objetivo no es el modo alguno tranquilizar a la gente en sus vidas, sino más bien darle la riqueza de su vida que constituye la inquietud de pensar. Cuando veo un título tan idiota como la comparación de la filosofía con una tisana me rebelo. Hace poco me preguntaron si era bueno que hubiese muchos profesores de filosofía, y yo respondí que la filosofía es como el erotismo, lo interesante no es que lo practique el otro, sino practicarlo uno mismo. La filosofía es un poco así: o la practica todo el mundo o no tiene ningún interés social.
-¿Qué le parece que Gredos, la editorial de clásicos más importantes de los últimos tiempos, venda sus libros en quioscos de revistas?
-Todo lo que sea hacerles competencia a las estupideces que se publican me parece bien. Hay que luchar contra el prejuicio de que todo ser lingüístico no tiene la capacidad de actualizar la razón permanentemente. Pero también puede ser otra forma de fetichización, como pasa con el arte. Es decir, gente que tiene un trabajo alienante (la palabra no está de moda, pero no significa que la alienación haya desaparecido) se ve en la obligación de cultivarse. Es una obligación cruel, peor que el ocio embrutecedor de la patriotería futbolística.
-¿Es necesario saber griego para estudiar filosofía?
-En absoluto. Todas las lenguas son iguales. Para plantearse el problema filosófico no hay una lengua mejor que otra. Ni el griego ni el alemán, que son las dos lenguas de Martin Heidegger. Otra cosa es que el griego sea un instrumento útil una vez surgido un problema. Sin embargo, creo que es más importante para la gente saber música y matemática, que saber griego. Y también es importante saber métrica, por el ritmo del lenguaje, pero no gramática. Las gramáticas podrían desaparecer del universo y sería una liberación. Si no hubiera existido la gramática de Nebrija en la lengua española no hubiesen ocurrido las grandes tragedias lingüísticas que hubo en en mi país.



El pensador comparó a la filosofía con el erotismo.
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